Publicado: agosto 23, 2025, 5:51 am
España quiere formar parte del motor de la Unión Europea pero este no ha sido un curso político demasiado productivo en este sentido para un Gobierno, el de Pedro Sánchez, que ha ganado pocos debates entre los importantes y además acusa el desgaste a nivel nacional, lo que le lleva a tener menos empaque en Bruselas. Eso sí, Moncloa lo ha intentado -sin mucha suerte- con grandes temas como son el reconocimiento de Palestina como estado y las relaciones con Israel, así como con la migración. Demasiados elementos sobre la mesa que se suman a los choques con Estados Unidos en la esfera de la OTAN.
Oriente Medio se ha convertido en el buque insignia de Sánchez para hacerse notar en el marco de la Unión en los últimos meses. Ya en mayo de 2024, España reconoció el estado Palestino como primer paso a la vez que endurecía sus discursos contra Israel. Lo hizo a la vez que Irlanda, pero dentro de un grupo mayoritario en la UE. Este gesto, según Sánchez, era «una necesidad perentoria si queremos entre todos lograr la paz» y representó «justicia histórica con las aspiraciones legítimas del pueblo de Palestina». Ahora, ya en este curso político el presidente se ha quedado solo pidiendo suspender «de manera inmediata» el acuerdo de asociación de la Unión con Israel, incluso pese a que se ha demostrado que el Gobierno de Netanyahu vulnera los derechos humanos en Gaza.
El migratorio es otro tema clave en Bruselas, y la voz de España se ha escuchado como oposición más clara al ‘modelo Meloni’, consistente en crear centros de detención de migrantes en terceros países -Albania en el caso de Italia-. Varios Estados miembros se han ido sumando a esa idea (que no ha salido del todo bien y ha quedado frenada por la justicia italiana) mientras Sánchez ha argumentado que esas políticas «no atajan ninguno de los problemas y crean otros nuevos», y aboga por una migración «ordenada, responsable y bien gestionada» basada en cooperación con los países de origen y vías seguras, en lugar de externalizar el control de fronteras. Además, ha subrayado que tanto España como Italia comparten objetivos en materia migratoria, pero desde enfoques diferentes: mientras Meloni impulsa medidas represivas, Sánchez apuesta por reforzar el Pacto de Migración y Asilo de la UE y que entre en vigor ya en 2026, y fomentar políticas humanas y solidarias, insisten en Moncloa. Pero la posición española no es la mayoritaria.
La derrota de Carlos Cuerpo hacia la presidencia del Eurogrupo ha sido el último ‘contra’ de España antes del parón veraniego. El irlandés Pascal Donohoe seguirá en el cargo durante dos años y medio más, y esta es la segunda estocada en este sentido para Sánchez, pues en 2020 Nadia Calviño perdió la misma elección: ese golpe se da de hecho en el peor momento del presidente, rodeado de los casos de corrupción y con quien fuera su secretario de Organización en el PSOE, Santos Cerdán, en la cárcel; con críticas durísimas por su gestión institucional y con la oposición pidiendo elecciones generales anticipadas. Él dice que seguirá y que la legislatura aguantará hasta 2027.
No han sido unos meses fáciles para Pedro Sánchez, en su peor momento a nivel nacional y con acontecimientos que han puesto en duda también su papel ‘europeo’, como sucedió con el gran apagón del pasado 28 de abril. El colapso se adjudica a múltiples fallos: una sobretensión y desconexiones automáticas de generadores (tanto térmicos como renovables), una escasa inversión en infraestructura, deficiencias en interconexión con Europa y errores operativos de Red Eléctrica y centrales de generación. El rescate del sistema fue posible gracias a las centrales hidráulicas, ciclos combinados y apoyo de interconexiones internacionales (Francia y Marruecos), restaurando el suministro casi por completo la madrugada del 29 de abril. El incidente puso al desnudo la vulnerabilidad del sistema, intensificó el debate sobre modernización energética, impulsó la demanda de kits de emergencia y encendió alarmas sobre la resiliencia del sistema frente a futuras crisis, también a nivel europeo.
En la defensa, el gran asunto ahora mismo, la española tampoco es la posición mayoritaria. Al choque con Donald Trump en la OTAN a cuenta del gasto del 5% del PIB hay que sumar que Sánchez tiene una idea de defensa y seguridad muy matizada, algo que dejó ya claro en febrero al hablar del plan de la Comisión Europea de hasta 800.000 millones en diez años. Ahí el presidente fue muy rotundo: «El término rearme no me gusta en absoluto. No comparto ese término en absoluto. Creo que debemos de hablar de otra manera cuando hablamos de mejorar las capacidades de defensa europeas», porque esto, para España, va más allá de lo militar. A la vez ha ido recordando que la UE «es un poder blando». Los conceptos «importan», comentaron entonces fuentes diplomáticas, que no ven este elemento como una clave en los debates.
El PP, por su parte, ha aumentado sus críticas al Ejecutivo en Bruselas y Estrasburgo, dejando a España como un ejemplo actual de inestabilidad. Génova ha pasado ofensiva contra Pedro Sánchez, acusándolo de erosionar la unidad nacional mediante pactos con independentistas y criticar «la legalidad internacional mientras se quiebra el Estado de Derecho». También le ha reprochado presentarse en cumbres europeas «sin respaldo del Gobierno ni hoja de ruta clara», calificando su gestión de defensa como «un espectáculo» y advirtiendo que actúa más preocupado por su supervivencia política que por España o Europa. Asimismo, ha denunciado la corrupción que rodea al Ejecutivo -incluyendo imputaciones en su entorno familiar- como «una anomalía en la Unión». Esta estrategia ha ido acompañada de intentos de internacionalizar el desgaste político de Sánchez, cuestionando la gestión de fondos europeos e impulsando que la UE vigile el estado de derecho.
Con Alemania volviendo al redil, Italia estable con Meloni y Polonia ganando empaque con Donald Tusk -y pese a las horas bajas de Macron en Francia-, España ha perdido cierta presencia. Pedro Sánchez ha dejado de tener foco en Bruselas porque tiene que estar centrado en taponar hemorragias a nivel nacional, y además no ha estado atinado en los grandes debates que han marcado la agenda comunitaria. Los más optimistas ven su curso como un «necesita mejorar», pero la situación actual, en general, le deja muy cerca del suspenso absoluto.