Publicado: julio 21, 2025, 5:24 am
¿Y si nuestra pobreza (o riqueza) fuera voluntad de Dios? Eso es lo que se plantea una pujante creencia que ya tiene nombre: es la teología de la prosperidad y sus defensores han entrado en la Casa Blanca por la puerta grande.
Donald Trump ha creado en este su segundo mandato la Oficina de la Fe de la Casa Blanca. Lo ha hecho para «ayudar a las entidades religiosas, organizaciones comunitarias y casas de culto en sus esfuerzos por fortalecer a las familias estadounidenses, promover el trabajo y la autosuficiencia, y proteger la libertad religiosa». En febrero, el presidente de Estados Unidos puso al frente a la telepredicadora Paula White.
Es su asesora espiritual desde hace años y uno de los seis líderes religiosos que seleccionó para participar en su ceremonia de investidura del 2017. Se conocieron a finales de 2001 o principios de 2002, cuando Trump se puso en contacto con ella y le dijo que había visto sus sermones en la televisión cristiana. Le dijo que ella tenía el «factor».
A White tal vez muchos la recuerden por aquel momento de 2020, cuando acababa el recuento de votos de las presidenciales y los números señalaban ya la victoria de Joe Biden. Un grupo de fieles republicanos de Florida se puso a rezar y entre ellos una mujer rubia con gafas tomó la palabra para hablar del cielo, de los ángeles y del Señor, y para acusar a una «confederación demoniaca» de querer robar las elecciones.
La prosperidad material, señal divina
Ella era Paula White. «Que cada red demoníaca que se ha alineado contra el propósito, contra el llamado del presidente Trump, sea rota, que nazca en el nombre de Jesús», dijo a sus partidarios en un estadio de Florida lleno durante una oración de apertura en un mitin del presidente en la campaña de 2020. «Declaro que el presidente Trump vencerá toda estrategia del infierno y toda estrategia del enemigo, toda estrategia. Y cumplirá su vocación y su destino», clamó ante sus seguidores.
Es una de las personas que, micrófono en mano, más insiste en defender la teología de la prosperidad. White afirma que la prosperidad material es señal de bendición divina, algo muy parecido a lo que piensa Trump. Esta creencia ‘religiosa’ sostiene que la bendición financiera y el bienestar físico son siempre la voluntad de Dios y que la fe, el discurso positivo y las donaciones a causas religiosas aumentarán la riqueza material de uno, como analizó J. Matthew Wilson en su libro de 2007 From Pews to Polling Places: Faith and Politics in the American Religious Mosaic (De los bancos a los colegios electorales: fe y política en el mosaico religioso estadounidense).
El evangelio de la prosperidad ve la Biblia como un contrato entre Dios y los seres humanos: si tenemos fe en Dios, él nos dará seguridad y prosperidad. La doctrina enfatiza la importancia del poder personal, proponiendo que es la voluntad de Dios que su pueblo sea bendecido. Ese principio se entrelaza sin dificultad con el neoliberalismo económico porque lo que hace es desautorizar al Estado como garante de un reparto más justo de la riqueza que una nación es capaz de generar.
La creencia básica es que la recompensa del beneficio material es voluntad de Dios para todos los cristianos piadosos. Así, la enfermedad y la pobreza se consideran maldiciones que deben romperse mediante la fe. Los defensores de la teología de la prosperidad aseguran que la expiación a ojos de Dios se logra a través de confesión positiva, visualización y donaciones de dinero.
Jesús era un refugiado, «pero no fue ilegal»
Desde una enorme iglesia de Apopka (Florida), Paula White defiende todo ese discurso: «El dinero sigue tu sistema de valores». Y así lo ha expuesto en varios libros que han sido éxito de ventas, pero también en podcasts y programas de televisión. Tiene 59 años y está casada con Jonathan Cain, famoso integrante del grupo de rock and roll Journey.
White es una ferviente partidaria de las muy duras políticas de inmigración de Trump. De hecho, ha comparado la migración de Jesús a través de Egipto con la política de separación de niños. «Creo que tanta gente ha sacado de contexto las escrituras bíblicas sobre esto, para decir cosas como: «Bueno, Jesús era un refugiado», dijo la predicadora en 2018 a la Christian Broadcasting Network. «Y sí, vivió en Egipto durante tres años y medio. Pero no fue ilegal. Si hubiera quebrantado la ley, entonces habría sido pecador y no habría sido nuestro Mesías».
«Pero Jesús no fue ilegal. Si hubiera quebrantado la ley, entonces habría sido pecador y no habría sido nuestro Mesías»
La teología de la prosperidad parece tener su origen en el movimiento del Nuevo Pensamiento del siglo XIX, pero no comenzó a hacerse notar hasta los años 50 del siglo XX. Fue luego central en el discurso de la «Palabra de Fe» y el televangelismo de los años 80. Después, fue adoptada por líderes influyentes del Movimiento Pentecostal y del Movimiento Carismático de los Estados Unidos.
Hoy, además de White, sus líderes son personajes como Kenneth Copeland, que considera la dedicación a Dios «una inversión»; Creflo Dollar, que afirma sin ambages que la «prosperidad del creyente» es «voluntad de Dios»; o Joel Osteen, aunque éste renuncia a la etiqueta: «Pienso que la prosperidad es estar saludable, tener hijos geniales, estar tranquilo. El dinero es parte de eso, y sí, creo que Dios quiere que seamos excelentes… que seamos bendecidos para que podamos ser una gran bendición para los demás».
Idolatría del dinero
En EEUU, esta teología que bendice a todo aquel que amase dinero sin límite ha atraído a muchos seguidores de la clase media. Pero también a los más pobres. Se ha visto un crecimiento significativo en las iglesias negras e hispanas y es particularmente popular entre los inmigrantes (obligados a emprender y confiados en tener éxito).
Los críticos abundan en EEUU, también desde la fe. El pastor evangélico Michael Catt observa que la teología de la prosperidad tiene muy poco en común con la teología cristiana tradicional (el Jesucristo de los evangelios despreciaba la riqueza material). Para Rick Warren, predicador y fundador de la Iglesia Saddleback, este credo tan pecuniario promueve simplemente la idolatría del dinero.