Publicado: mayo 14, 2025, 10:08 am
Desde hace siglos, la idea de rituales de sacrificios estuvo rodeada de imágenes casi cinematográficas: dioses furiosos que exigían sangre y hasta ceremonias marcadas por el dramatismo. Sin embargo, con el paso del tiempo y el avance de la arqueología, empezó a quedar claro que, en muchas culturas antiguas, la realidad fue mucho más compleja. En ese contexto, un reciente hallazgo llamó poderosamente la atención, ya que, en la llamada Cueva de Sangre, ubicada en plena selva guatemalteca, arqueólogos encontraron restos humanos que revelan prácticas de sacrificios entre los mayas. Así, lo que salió a la luz en ese lugar no solo desafía las ideas previas, sino que también abre la puerta a una historia inquietante.
La cueva, que está ubicada justo debajo de lo que alguna vez fue la ciudad maya de Dos Pilas, fue descubierta por primera vez en la década del noventa y forma parte de un complejo de doce cuevas interconectadas que, según creen los especialistas, habrían sido utilizadas por el pueblo maya entre el 400 a. C. y el 250 d. C. A lo largo de los años, esta extensión subterránea les dio a los arqueólogos bastante material para estudiar, ya que cada rincón parecía guardar algún fragmento de historia. Sin embargo, hubo una en particular que captó la atención del equipo: la conocida como “cueva de sangre”.
No fue solamente la presencia de restos humanos lo que convirtió a este lugar en un punto clave para la investigación, sino que lo que realmente lo hizo destacar frente a otros sitios similares fue la colección de huesos y cuerpos desmembrados que se encontraron en su interior. Además de los esqueletos, había señales claras de heridas traumáticas y prácticas rituales violentas que encendieron todas las alarmas.
La importancia de este descubrimiento para la ciencia
Una investigación presentada recientemente en la reunión anual de la Sociedad de Arqueología Americana bajo el título “Negro como la noche, oscuro como la muerte” puso el foco en por qué este hallazgo representa un avance tan relevante para la ciencia. Durante el encuentro, la bioarqueóloga Michele Bleuze, radicada en Los Ángeles, explicó que el patrón que se está empezando a revelar no tiene que ver con cuerpos completos, sino con partes específicas del cuerpo. Esta observación no es menor, ya que sugiere que, para los mayas, las extremidades o fragmentos humanos podían tener un valor simbólico tan importante como el cuerpo entero, algo que resignifica la manera en que se interpretan los rituales precolombinos.
Además, el hecho de que esta cueva solo pueda explorarse durante los meses más secos del año, cuando no está completamente cubierta por el agua, sugiere que las ceremonias no eran improvisadas, sino planificadas con precisión y probablemente cargadas de simbolismo ligado al ciclo natural. La teoría que ahora cobra fuerza entre los expertos es que este lugar no funcionaba simplemente como sitio funerario, sino como un espacio destinado al sacrificio humano para honrar a Chaac, el dios maya de la lluvia. Además, los estudios forenses realizados sobre los restos hallados muestran que las lesiones se produjeron en el momento mismo de la muerte, lo que confirma que no se trató de entierros posteriores, sino de sacrificios rituales realizados de forma intencional. Mismo, la presencia de elementos como hojas de ocre rojo y obsidiana refuerzan la idea de una práctica ceremonial organizada, con una fuerte carga espiritual.
Con fragmentos óseos que evidencian traumatismos, cráneos apilados cuidadosamente en cámaras internas y objetos rituales distribuidos de manera deliberada, el hallazgo en la “cueva de sangre” le permite a los investigadores acercarse como nunca antes al pensamiento y las creencias de una de las civilizaciones más enigmáticas del continente. Más allá del impacto arqueológico, este descubrimiento abre nuevas preguntas sobre la relación entre cuerpo, poder y espiritualidad en el mundo maya, y nos recuerda, una vez más, que el pasado todavía guarda muchos secretos por revelar.