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La caída de Elon Musk para Trump, de "supergenio" a ser prescindible: "Al final ha entrado en juego una cuestión de egos"

Publicado: abril 21, 2025, 5:13 am

La segunda etapa de Donald Trump como presidente de EEUU tuvo en Elon Musk a su principal promotor: el magnate sudafricano no solo fue uno de los principales donantes de su campaña, sino que le brindó un apoyo constante en apariciones públicas y redes sociales. Tras los comicios, el nuevo presidente, que llegó a calificar al empresario tecnológico de «supergenio» y de «nueva estrella», le dio un nuevo estatus como asesor —al frente de la política de recortes masivos y reducción del Estado federal—, y el dueño de Tesla ha sido omnipresente en la Casa Blanca desde el día de la investidura.

Pero apenas tres meses después, la «luna de miel» entre ambos se ha tornado en un evidente distanciamiento. Hace unas semanas, un artículo de Político desvelaba que Trump habría adelantado a su círculo interno la salida de Musk de la órbita de la Casa Blanca. Aunque fue inicialmente desmentido, el propio presidente confirmó después que el magnate abandonará el Gobierno dentro de «unos meses», y ha llegado a declarar en tono satírico: «No lo necesito para nada, salvo por el hecho de que me cae bien». Musk ha tenido además desencuentros con varios secretarios de Estado y con otros consejeros.

Todo ello evidencia una pérdida de protagonismo del sudafricano, que podría enfilar la puerta de salida de la Casa Blanca. En la última reunión, se le pudo ver en una esquina de la mesa, lo que contrasta con su papel predominante y sus anuncios a la prensa desde el Despacho Oval hace solo unos meses.

Para Adam Dubin, profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Comillas-ICADE, la pérdida de influencia de Musk en el Despacho Oval no solo era algo «predecible», sino que era «cuestión de tiempo» por el tipo de dinámica que Musk, un outsider de la política —como el propio Trump no hace tanto—, podía generar en el gabinete.

Otra razón que podría adelantar su salida, explica a 20minutos Pedro Francisco Ramos, analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), se entiende por su propia labor, oficialmente reducida a un ámbito muy concreto: «Musk entra en la Casa Blanca con una función particular: hacer ese adelgazamiento del Estado a través del Departamento de Eficiencia. No es un asesor para todo, es simplemente el encargado de esa función, pero poco más». Además, la ley también marca los plazos: al desempeñar sus tareas como empleado especial del Gobierno, solo puede ejercer esta categoría durante un máximo de 130 días —contando desde la investidura, hasta finales de mayo o principios de junio—.

Conflictos de interés y declive de su popularidad

Si la permanencia —al menos oficialmente—de Musk en el círculo interno de Trump tenía fecha de caducidad, los aranceles globales decretados por la Casa Blanca al resto del mundo han podido jugar un papel clave en su declive. El hecho de que el magnate sudafricano accediese al entorno del poder político manteniendo el control sobre sus empresas es, apunta Ramos, algo que «debió calcular antes»: «Yo creo que entre la acción gubernamental y la dirección empresarial hay muchas diferencias, y en el caso de Musk claramente vemos que hay un conflicto, porque hay decisiones de la Administración que van en contra de sus intereses empresariales».

Ramos señala, además, que Musk solo puede compensar las posibles pérdidas de empresas como Tesla en Europa y EEUU derivadas de su asociación con Trump abriendo otros mercados, para lo que «es imprescindible un ambiente económico propicio, y desde luego, una guerra de aranceles no lo es». Tesla por ejemplo ha registrado un 13% menos de ventas globales en el primer trimestre del año y ha perdido un 44% de su valor (602.655,2 millones de dólares) desde la toma de posesión de Trump como presidente de los Estados Unidos. Esto ha llevado a su propietario a reclamar un mercado con «aranceles cero».

De hecho, tras el anuncio arancelario, Musk llegó a insultar públicamente al ideólogo de las tasas y principal asesor económico de la Casa Blanca, Peter Navarro, lo que evidencia sus discrepancias con el núcleo del gabinete de Trump. «Él está en contra de esto por motivos ideológicos, porque él es libertario, está en contra de todo lo que suponga trabas al libre comercio», explica Alonso Muñoz, profesor de Relaciones Internacionales en la UFV. Estas diferencias son lógicas en un gabinete como el del republicano, marcado por la diversidad de perfiles; una variedad que, según explica Dubin, ha podido generar tensiones: «Sus gabinetes no están formados por gente alineada políticamente, suele elegir gente que le cae bien o dona mucho dinero a su campaña, eso al final crea dinámicas difíciles de mantener».

Aunque de esa variedad de perfiles, Donald Trump no solo «es consciente», sino que «la domina muy bien». «Él sabe para qué necesita a Musk y para qué necesita a otros personajes como Navarro o Scott Bessent (secretario del Tesoro), que es para apuntalar su política económica general, de la que el adelgazamiento del Estado del que se encarga Musk es solo una parte», sostiene Ramos.

Precisamente, esos otros miembros del gabinete con un perfil más político, como Bessent, Navarro o Marcos Rubio, secretario de Estado, han podido influir en el cerco político a Musk ante su excesivo protagonismo e influencia. Para el profesor Dubin, la pérdida de popularidad de empresario tecnológico —al ser la cara pública de los recortes— habría permitido que otras figuras cercanas a Trump le hayan convencido de que el magnate sudafricano se estaba convirtiendo en una carga política: «Hace unas semanas, en una reunión ya comenzamos a percibir ciertas tensiones. Al final, Trump hace mucho caso a quien percibe en cada momento como popular, y ahí Navarro o Bessent han podido ejercer cierta influencia para desconectar a Musk». Su asistencia a una reunión de alto nivel en el Pentágono sin que Trump lo supiese también habría sido, según varios medios, uno de los grandes puntos de fricción entre presidente y asesor.

«Al final también ha entrado en juego una cuestión de egos: ellos veían que todas las noticias recaían sobre Musk, había una sensación de que él tenía mucho poder y querían reducir su influencia», concluye Dubin. Igualmente ha ocurrido dentro del Partido Republicano, donde nunca gustaron las formas del magnate, especialmente tras la derrota del candidato al Supremo de Wisconsin que él apoyaba, y cuya elección se midió como un plebiscito sobre su figura como activo político.

Influencia en la sombra a través de sus empresas

En cualquier caso, queda preguntarse si Musk desaparecerá completamente de la esfera de influencia del Despacho Oval o solo se apartará de los focos. El profesor Dubin opina que «cualquier persona que dona 200 millones de dólares en una campaña siempre tendrá influencia»: «Yo creo que ni Elon Musk quiere desaparecer, ni Trump quiere que desaparezca». Aunque sea con «un perfil mucho más bajo» para aplacar a detractores —dentro y fuera de la política—, es previsible que la presencia de Musk se reduzca al mínimo, pero no desaparezca.

De hecho, no hay que olvidar que Musk tiene intereses, más allá de su promoción o su inclinación política, en estar cerca de la Administración. «Hay que recordar que la principal empresa de Elon Musk no es Tesla, es SpaceX, y esta sí que depende mucho de su relación con contratos gubernamentales, en concreto con la NASA», sostiene Ramos.

En la misma línea, Armando Alvares, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), explica que Musk «siempre ha sabido mantener influencia sin necesidad de puestos formales». A través de su entramado empresarial tiene contratos de tecnología aeroespacial y defensa con el Pentágono (Starlink y SpaceX) y puede marcar agenda y presionar políticamente (la red social X), así como mantener vínculos con el resto de magnates del sector tecnológico. «Aunque ya no sea el rostro visible del gabinete, seguirá siendo una figura de poder informal a muchos niveles: informático, de defensa… más discreto pero igualmente muy influyente», sostiene.

Para Ramos, esta incursión de Musk en las altas esferas políticas tiene una doble cara: el magnate sudafricano, pese a sus diferencias con Trump, ha conseguido «un estatus que venía persiguiendo» y que ha hecho a los expertos plantearse el papel que podrían jugar en el futuro empresas y actores privados en la política exterior. Sin embargo, sostiene, el paso de Musk por la Casa Blanca es un «aviso a navegantes»: «Entremezclar el manejo empresarial con el gobierno público no es sano para aquellos magnates que, sin soltar sus empresas, se enredan en asuntos políticos». Otros miembros de esta élite tecnológica, como Mark Zuckerberg (Facebook), Tim Cook (Apple) o Jeff Bezos (Amazon) podrían pensárselo dos veces y mantenerse al margen, sostiene Ramos: «Viendo el precedente de Musk, no es nada alentador».

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