Publicado: marzo 27, 2025, 5:00 am
Aristócrata, socialité, carismático, hombre de mundo, Reinaldo Herrera murió el martes 18 en su casa de Manhattan, a los 91 años. La noticia la confirmó con profundo pesar la periodista venezolana Titina Penzini, amiga de Reinaldo y de su mujer, la famosa diseñadora Carolina Herrera: “Siempre serás recordado con mucho cariño, Reinaldo. Mis más sinceras condolencias a mi querida Carolina, a Mercedes, Ana Luisa, Carolina Jr., Patricia y toda la familia”.
HIJO DE UN MARQUÉS
Criado en una familia de renombre en Venezuela, Reinaldo vivió entre las élites de Caracas, Nueva York y Europa, y así forjó su carácter: de porte distinguido, cierta gracia en los modales y facilidad para el trato, fue una figura apreciada y respetada en todos los círculos en los que se movió. Su padre, el marqués de Torre Casa, era un hombre con importantes contactos –lo retrató Salvador Dalí–, y su madre, Mimi Herrera Uslar, una figura célebre entre las damas de la alta sociedad neoyorquina. De joven tuvo una aventura con Athina Livanos, la primera mujer de Aristóteles Onassis, era amigo de los Rothschild y los Agnelli y se movía con la misma naturalidad en una fiesta en Studio 54 que como invitado de la reina Isabel II, en Windsor. Y, aunque además vestía con el estilo de un dandy moderno, con trajes a medida de Savile Row, Reinaldo Herrera era mucho más que el típico playboy latinoamericano: culto, curioso, tenía el don de lograr lo imposible y una agenda “de oro” que llevó a que se lo conociera como “el hombre que abría todas las puertas”.
La red de contactos de Reinaldo era tan impresionante que no sólo podía llamar a cualquier persona, sino que conseguía que hiciera lo que nadie más que él podía pedirle. Una de las anécdotas más famosas ocurrió en Londres, en 1978, durante la visita oficial del impopular Nicolae Ceausescu. Reinaldo paseaba por Regent Street cuando vio pasar un Rolls-Royce color granate y, en su interior, a la reina Isabel II. Sin pensarlo, hizo una exagerada reverencia y ¡la Reina le devolvió el saludo! Cuando más tarde lo comentó con la princesa Margarita, esta se negó a creerlo. Llamó a la hermana y la soberana dijo: “¡Por supuesto que lo saludé! Nunca veo a nadie que conozca en la calle”.
Desde chico, la vida de Herrera estuvo marcada por el lujo y la sofisticación y, con los años, se convirtió en un influyente editor de Vanity Fair (responsable de las codiciadas listas de las personas mejor vestidas del mundo). También trabajó en otras publicaciones como Town & Country, donde escribía columnas que eran muy esperadas por la sociedad de Nueva York.
EL AMOR CON CAROLINA
Reinaldo Herrera y Carolina Pacanins se conocieron en los años 60, en Caracas, cuando ella trabajaba para Pucci. En 1968, después de que Carolina se divorciara de Guillermo Behrens Tello (padre de sus dos hijas mayores, Mercedes y Ana Luisa, que vive en Buenos Aires), sellaron su amor con una boda civil (fruto de ese matrimonio nacieron Carolina Adriana y Patricia Cristina Herrera), y Carolina adoptó el apellido Herrera sin imaginarse que, años más tarde, ese nombre sería un sello de elegancia en todo el mundo.
En 1980 se mudaron a Nueva York. Para Reinaldo era algo natural, su familia tenía casa allí desde hacía mucho tiempo. Para Carolina fue el comienzo de una nueva vida: juntos levantaron un imperio de moda admirado a escala global, lo que los convirtió en una de las parejas más icónicas del mundo fashion. Pero fue él quien la estimuló para lanzarse al diseño. “Puedes hacerlo y tienes que hacerlo”, le repetía todo el tiempo. Y así, en 1981, Carolina presentó su primera colección en el Metropolitan Club, con Bianca Jagger, Andy Warhol y David Bowie en el front row e Iman, la mujer de Bowie, en la pasarela. Fue una locura: en pocas semanas sus prendas se vendían en Neiman Marcus, Saks y Martha’s, la boutique más cotizada de Park Avenue. Y enseguida aparecieron clientas como Jackie Kennedy. “Nos quedamos por el éxito de Carolina”, admitió él más de una vez, cerebro de ese éxito: las conexiones de Reinaldo con la alta sociedad neoyorquina ayudaron a Carolina a expandir la marca y posicionarse como una de las creadoras de moda del siglo XX y XXI, y su respaldo resultó vital para la consolidación definitiva de la firma CH, hoy sinónimo de lujo y sofisticación.
Sin darse cuenta, Reinaldo y Carolina eran la dupla más poderosa de Manhattan, con poder e influencia en la moda, el arte, las finanzas y la política. En los años 80 y buena parte de los 90, su presencia engalanaba los eventos importantes de Nueva York, desde la gala del MET, hasta las inauguraciones del MoMA, y en cada aparición pública su complicidad y cariño eran la envidia de muchos. Amigos de Jackie Kennedy y de su hermana, Lee Radziwill, también alternaban con figuras como Estée Lauder, Robert Mapplethorpe, Oscar de la Renta, los Rockefeller, Anna Wintour y conocían al rey Juan Carlos de España, a Isabel II de Inglaterra y a buena parte de la realeza europea.
SIEMPRE IMPECABLE
“Sería un gentleman hasta con una escafandra de astronauta”, escribió sobre él Alberto Moreno, Head of Editorial Content de Vanity Fair España. Su presencia era la definición misma de elegancia, tanto cuando se ocupaba de sus tareas editoriales como cuando ejercía de orgulloso marido, una vez que Carolina Herrera ya se había convertido en una diseñadora de prestigio internacional. Además, Reinaldo era un apasionado del arte y el coleccionismo: su casa del Upper East Side –donde siempre mantuvo su despacho– está decorada con obras de Dalí, Cecil Beaton y Robert Mapplethorpe. Gran anfitrión, organizó agasajos para personalidades importantes, desde Nancy Reagan o la familia Kennedy hasta la infanta Elena de España.
Durante diecisiete años fue marqués de Torre Casa, título nobiliario creado por Felipe V en 1722 y que Reinaldo heredó de su padre en 1975. En 1992, el Juzgado de Primera Instancia número 12 de Madrid revocó la orden en la que se le entregaba el título y mandó expedir una carta en la que se nombraba marqués de Torre Casa a Alejandro Alfonzo-Larraín Recao. ¿La razón? Reinaldo no tuvo hijos varones y, por lo tanto, el título no podía continuar en su familia. Esta costumbre fue bastante habitual hasta hace algún tiempo, pero ya no existe.
Protagonista de historias únicas, figura clave en la industria de la moda, Reinaldo Herrera fue despedido con una misa privada celebrada el viernes 21 en la iglesia St. Vincent Ferrer en el Upper East, su barrio, y luego sus restos fueron trasladados a Caracas, su ciudad natal. De esta forma, el aristócrata venezolano que fue referente del buen gusto para varias generaciones regresó a su tierra, para dejar detrás una huella imborrable de inteligencia, diplomacia y sofisticación.
CAROLINA HERRERA DESPIDE A REINALDO, EL AMOR DE SU VIDA
Acompañada y contenida por sus hijas, Carolina Adriana y Patricia, algunos de sus nietos, y amigos como el modisto Wes Gordon o la escritora Fran Lebowitz, la célebre diseñadora Carolina Herrera despidió a su marido y compañero de vida durante más de cincuenta años, Reinaldo Herrera, con una emotiva e íntima misa celebrada en la iglesia San Vicente Ferrer, de Nueva York. Reconocido editor de Vanity Fair, hombre culto, admirado y generoso, Reinaldo fue quien la alentó a cumplir su sueño de convertirse en diseñadora de moda. Como su gran admirador, la apoyó y estimuló durante toda su carrera (pese a que no intervino directamente en la administración de la marca, su respaldo y sus contactos sociales fueron cruciales para el éxito de Carolina). Patricia, la menor de sus hijas, fue la única que manifestó su dolor en redes sociales. “Hay dos cosas seguras. Te querré siempre y te echaré de menos. A mi primer amor y al hombre que me enseñó sobre la curiosidad, los libros, el arte, la belleza, la amistad, a ser siempre un poco traviesa, a reír mucho, a amar con todo lo que tienes, a ser considerada, amable, a decir lo que piensas, y que desgraciadamente me dio mi mal genio. Gracias”, escribió en su cuenta de Instagram. Herrera, que murió en su casa de Manhattan a los 91 años, deja un enorme vacío en su familia y en el ámbito de la moda a escala global.