Publicado: febrero 22, 2025, 5:00 am
Al transitar por las rutas argentinas, “tranqueras adentro” comienzan a verse molinos generadores de energía. Las dimensiones pueden llegar hasta 120 metros de altura y su capacidad de producir electricidad “verde” los pone en primera fila en la ecuación energética nacional de los próximos años. Resultan útiles a la sociedad y un buen negocio para los propietarios de la tierra, que cobran un canon anual sin realizar ninguna inversión para instalarlos.
“Tengo 400 hectáreas propias en la zona serrana, entre Azul y Tandil, en pleno sistema de Tandilia, y 450 hectáreas más en sociedad con mi hermana y mi cuñado. Es un campo con aptitud agrícola, pero que tiene limitaciones de relieve por cerros y bajos, donde permanentemente hay viento”, cuenta Fernando Rojas Panelo, ingeniero agrónomo que hoy tiene instalados molinos en el campo.
“Los cerros tienen uso ganadero con vacas de cría que aprovechan la vegetación natural y los cultivos de servicio en invierno. En el resto de la superficie se desarrollan planteos agrícolas con distintas rotaciones según el relieve que incluyen trigo, cebada, maíz, girasol y soja”, agrega.
En este contexto, dice que “los molinos eólicos eran una idea como una posible alternativa a la producción tradicional, que coincidió con la visita de un equipo uruguayo especialista en desarrollar proyectos de estos sistemas”.
“En Uruguay han estudiado a fondo el tema y han desarrollado la tecnología eólica en muchos campos de ese país, por lo cual vienen a la Argentina buscando zonas vírgenes donde se puedan instalar nuevos molinos”, añade.
Créditos: más de la mitad de los préstamos que piden los productores agrícolas ya son en dólares
La firma uruguaya y otras competidoras detectan las zonas donde se podrían instalar los generadores, hablan con los productores y con empresas, y proponen contratos por 30 años para la instalación y explotación.
“Miden los vientos durante dos o tres años y si constatan que hay un buen flujo durante ese tiempo, hacen un proyecto que le venden a una empresa — por ejemplo YPF- que hace la instalación. Luego YPF le puede vender energía a una industria, como Toyota o Coca Cola, por ejemplo”, explica.
En el campo de Rojas Panelo, la empresa uruguaya solo hizo el estudio del viento y el proyecto. Una vez vendido a una empresa, paga un canon anual al dueño del campo, que aporta la superficie para la instalación.
Las tres condiciones que imponen para llevar adelante la elección son una zona con suficiente viento, cercana a un cableado de alta tensión y que haya gente para trabajar en la instalación y mantenimiento.
“Así fue que integrantes de la firma Otegui desembarcaron en nuestra zona y luego de estudiar el flujo de los vientos durante dos años, crearon un parque eólico que inicialmente tenía 32 molinos y hoy suma 45″, rememora Rojas Panelo. En el campo, ya tiene cuatro molinos en la superficie propia y seis en sociedad con su hermana.
Se ven de lejos
En una instalación central ubicada cerca de una línea de alta tensión confluyen los cables que vienen desde los molinos, enterrados a 80 cm de profundidad. “Instalar todo el cableado no fue sencillo. Por los lotes agrícolas pasaron rápidamente, pero en otros casos debieron dinamitar partes de cerros para conducirlos”, distingue el productor.
Los molinos tienen 120 metros de altura sin las palas. Estas tienen 60 metros cada una, lo que da un total de 180 metros de altura. Las palas son de aluminio y los molinos tienen una estructura de acero. Los generadores funcionan las 24 horas y tienen una computadora conectada a la central. Solo se detienen con vientos de menos de 12 km/h y de más de 80 km/h. Funcionan en ese rango, con un ideal de vientos de 40-45 km/h.
La energía que producen las palas con su movimiento pasa a una turbina, de ahí a la estación transformadora y finalmente a la red de alta tensión como energía renovable, limpia. No va a una ciudad cercana ni al campo de Rojas Panelo; directamente es provista a los terceros que pagan un precio por la compra de la energía.
El costo aproximado de cada molino es de 2 millones de dólares. Su instalación está totalmente tercerizada, tanto el transporte como la puesta en marcha. Es un proceso complejo, que llevó dos años en el campo de Rojas Panelo. El lugar de instalación es determinado con equipos satelitales y otras mediciones que aseguran suficiente caudal de viento.
Cada molino tiene un camino de 10 metros de ancho por donde también puede circular maquinaria agrícola y alrededor de cada uno hay una plataforma con mayor superficie. Los cables hasta la central van a una profundidad de 80 cm, lo que exige remover varias capas de tierra, que deben volver a colocarse en la forma original.
Números positivos
El cálculo que hace Rojas Panelo de pérdida de superficie de cultivo por la instalación de los generadores es de aproximadamente una hectárea por molino. No tienen alambrados y a su alrededor puede pastorear la hacienda. Como regla general, se puede colocar un molino cada 80 hectáreas, aunque esa distancia puede variar según las mediciones de vientos.
“Los generadores no pueden estar a menos de 700 metros de poblaciones”, aclara y agrega: “La distancia entre molinos no es fija porque depende de los vientos; algunos están separados 300 metros y otros, 1000″.
Consultado sobre el resultado económico de incluir molinos eólicos en un campo, Rojas Panelo dice: “Es equivalente a un arrendamiento 30 a 50% superior al agrícola, con las ventajas de no requerir gastos ni atención, y de ser totalmente seguro durante 30 años”.
Si se da el caso de que se vende el campo, el siguiente dueño debe respetar el contrato vigente. Por el contrario, si se desinstalaran los molinos, el dueño recibiría un resarcimiento. “Para el propietario del campo, es una ayuda económica muy importante el ingreso que generan los molinos, con la ventaja de no tener que asumir ninguna tarea”, resalta.
Si un productor quiere incorporar generadores en su campo, primero debe considerar que la elección de dónde se pueden instalar es decisión de la firma que realiza los estudios de viento, no del dueño de la tierra. También debe tener en cuenta que el campo debe estar cerca de una línea de alta tensión. “Es decir, la zona donde se instalan los molinos no es una elección personal del productor; la propone la empresa especializada en el tema”, aclara.
Si un productor reuniera los requisitos, podría contactarse con la firma y conversar acerca de la posibilidad de avanzar hacia un contrato, aunque no hay ninguna seguridad de que los molinos sean instalados en un campo sin hacer previamente el estudio de los vientos.
Cuestiones legales
Para los contratos, hay un modelo que proponen los instaladores de generadores, pero es conveniente hacerlo revisar por un abogado. “Los contratos son a 30 años y por lo tanto hay que tener las cosas claras desde el principio”, aconseja Héctor Pozo Gowland, un abogado especializado en temas energéticos.
La figura en la cual se apoya el acuerdo es la del usufructo por el lugar que ocupan los molinos y los caminos internos. No se trata del usufructo de todo el campo donde están instalados. El Código Civil y Comercial define al usufructo como “el derecho de usar y gozar de una cosa, cuya propiedad pertenece a otro, con tal de que no se altere su sustancia”. También se podría usar la figura del derecho de superficie, por el cual “se otorga a su titular la facultad de uso y goce, y el derecho de plantar, forestar o construir sobre el terreno o en el subsuelo”.
“Hay que tener en cuenta que el contrato por aerogeneradores en el campo es voluntario; el productor puede aceptar o no una propuesta. Es un caso diferente al de las torres de alta tensión, cuya instalación es obligatoria para el propietario cuando se dispone la construcción de una línea de transmisión; el dueño del campo no puede negarse a que se coloquen porque es una servidumbre de electroducto. Incluso, si se negare, podrían ser instaladas mediante orden judicial. En el caso de los aerogeneradores, el productor puede aceptarlos o no con una decisión personal”, diferencia Pozo Gowland.
Otros aspectos por considerar son los impactos visuales y sonoros. “Hay gente a la que no le gusta la alteración del paisaje con torres de 120 metros, que además generan un ruido semejante al del mar o de los aviones, de acuerdo a la velocidad y dirección con que sopla el viento. Por ello, no conviene ubicar ningún molino cerca del casco del campo”, aconseja el experto.
En el caso de accidentes en los molinos, el dueño del campo no tiene ninguna responsabilidad porque están conectados a una estación central que tiene personal durante las 24 horas y se hace cargo de cualquier imprevisto. “El canon por ocupación de la tierra se puede fijar en pesos con un sistema de ajuste o en dólares pagaderos al tipo de cambio oficial en cada momento de liquidación”, diferencia.
En síntesis, los aerogeneradores dan un ingreso adicional al de las actividades tradicionales, sin ninguna responsabilidad ni requerimiento de tiempo o gastos del empresario rural. Por otro lado, para el productor no tiene ningún beneficio fiscal la instalación de molinos. Sí hay para el que hace la inversión, que puede tener exenciones del pago de algunos impuestos.