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Es un ícono de Olivos de más de 100 años y su destino es un misterio

Publicado: enero 17, 2025, 5:00 am

En la esquina de Corrientes y Azcuénaga, frente a la Estación Olivos, hay una casona de estilo italianizante, cuya fachada se destaca por su color ladrillo, un balcón con tres arcos, una terraza con glorieta y una torre desde la que, hasta hace algunos años, podía verse el Río de La Plata. Es una réplica en menor escala de un castillo de la ciudad de Lieja, en Bélgica que había enamorado a su dueño en su juventud.

Conocida como Casa San Roque, se encuentra en la esquina de Corrientes y Miguel de Azcuénaga, en frente de la estación de tren de Olivos.

Se llama San Roque y es un símbolo del barrio desde hace más de cien años. Fue construida en 1922 por el arquitecto italiano Icilio Chiocci, a pedido de su dueño, el economista Leopoldo Rodríguez Ortega, con un estilo arquitectónico que también tiene rasgos de los palacetes italianos toscanos, y detalles de estilo eclecticista- historicista. La firma de Chiocci está cincelada en uno de los muros.

La propiedad, a la que todavía le quedan algunas huellas de su majestuosidad, está en ruinas desde hace años. Estuvo a la venta mucho tiempo hasta que un día el cartel desapareció y muchos creyeron que el propietario, un familiar de Rodríguez Ortega, se había arrepentido. Pero no. La casa se vendió, aunque continúa abandonada.

Una foto histórica de la villa San Roque con el tren pasando (1928).

Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su destino, pero sí se sabe que es una propiedad privada que tiene altos costos de mantenimiento fiscal y que, hace muchos años, la municipalidad de Vicente López hizo un relevamiento para gestionar su valor histórico patrimonial. Sin embargo, nunca hubo una definición y, como tantas otras casas históricas de la zona, el asunto todavía está en estudio porque, además, se necesita el consentimiento del dueño.

El sueño de la casa propia

Desde la torre, hasta hace algunos años, podía verse el Río de La Plata.

A principios del siglo pasado, cuando Leopoldo Rodríguez Ortega regresó de Alemania, decidió invertir parte de su fortuna en varios lotes de Olivos. Compró varios, entre ellos el de la esquina de Corrientes y Azcuénaga. En 1922 le encargó la construcción de un palacete al ingeniero y arquitecto italiano Icilio Chiocchi. Por entonces Olivos era una zona de quintas, y ese lote de 380 metros cuadrados se destacaba por su ubicación, frente a la nueva estación de trenes. Durante muchos años fue la imponente casona que se veía desde el tren, hacia ambos lados.

La casa fue estrenada un año después por la familia, que la bautizó como Villa San Roque. Rodeada de jardines, luce hermosos vitreaux, la carpintería es de roble y tiene detalles de terminación muy elegantes. La propiedad tiene dos plantas con 356 metros cuadrados cubiertos. En la planta baja hay un hall grande, living comedor, escritorio, cocina y toilette. Y en la planta alta hay cuatro dormitorios, dos de ellos con balcón, y dos baños. La entrada principal es por Corrientes 608.

Aunque se vendió, está abandonada desde hace 30 años y su costo de mantenimiento es muy alto.La fachada se destaca por su color ladrillo, un balcón con tres arcos y una terraza con glorieta. Es una réplica en menor escala de un castillo de la ciudad de Lieja, en Bélgica que había enamorado a su dueño en su juventud.

Cuando falleció Marta Keller Sarmiento de Rodríguez Ortega, Leopoldo quedó solo y sin descendencia, y decidió venderle la propiedad a su sobrino, Eduardo Rodríguez Ortega, que vivió allí con su esposa y sus hijos hasta finales de los ‘90. Desde entonces, San Roque está cerrada y deshabitada. Los postigos cerrados, la maleza que crece y el deterioro de 40 años que se hace notar cada vez más, originaron algunas historias de fantasmas entre los vecinos, pero son solamente rumores. Conocida como “el castillo”, es un símbolo de Olivos.

Algo más de historia

El propietario original fue Leopoldo Rodríguez Ortega, que nació en Buenos Aires en 1893, hizo sus estudios en Alemania y se graduó en Ciencias Económicas. Durante su estadía en Europa visitó Bélgica y se enamoró de uno de los castillos de Lieja. Por eso, cuando regresó a Buenos Aires le pidió a Chiocci que construyera su casa igualita a un ala de uno de esos castillos, a menor escala.

La casona es un símbolo y orgullo del barrio de Olivos, cuyos vecinos reclaman que se preserve y no se demuela.

Fue un vecino destacado de la zona y gran benefactor del partido de Vicente López. Integró la Comisión Ejecutiva que construyó el Hospital Municipal, colaboró con la edificación de la parroquia Jesús en el Huerto de los Olivos y donó los terrenos donde se construyó el Geriátrico Municipal de Vicente López que desde 1964 lleva su nombre. Y justamente en el hogar de ancianos está la única imagen que existe de Leopoldo, un óleo que siempre estuvo en San Roque hasta que, hace un tiempo, fue donado el geriátrico a modo de homenaje.

Fue construida en 1922 por el arquitecto italiano Icilio Chiocci, a pedido de su dueño, el economista Leopoldo Rodríguez Ortega, con un estilo arquitectónico que también tiene rasgos de los palacetes italianos toscanos, y detalles de estilo eclecticista- historicista.

Su segundo propietario, Eduardo Rodríguez Ortega, también tiene su propia historia. Su padre, Eduardo Rodríguez Ortega, también nacido en Buenos Aires en 1871, estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego se fue a estudiar a Alemania donde se recibió de ingeniero y trabajó en obras de gran importancia. Al tiempo mandó a llamar a su hermano Alberto, que siguió sus pasos en la misma carrera; y finalmente al menor, Leopoldo. Los tres se destacaron en sus respectivas áreas y volvieron a la Argentina con una considerable fortuna que invirtieron en tierras. Alberto Rodríguez Ortega fue quien trajo a nuestro país el sistema de hormigón armado y construyó un edificio de rentas con una de las torres más hermosas de la ciudad, en la esquina de Rivadavia y Ayacucho, a metros del Congreso de La Nación. Con influencias del arquitecto catalán Gaudí, en su cúpula se lee el lema catalán “No Hi Ha Somnis Impossibles” (No hay sueños imposibles).

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