Raphael se recupera en su casa desde el pasado día 27 de un linfoma cerebral, que le fue diagnosticado tras unos problemas que presentó en la grabación de un programa de La Revuelta a mediados de diciembre.
El cantante reside desde hace muchos años en un chalet en Boadilla del Monte, a las afueras de Madrid, donde se criaron sus tres hijos: Jacobo, Alejandra y Manuel.
Los tres hijos, que antes iban de manera más alterna a visitar a sus padres, ahora lo hacen de forma diaria, aunque el cantante está permanentemente ‘vigilado’ por su mujer desde hace más de cincuenta años, Natalia Figueroa.
En esa misma casa se encontraban todos reunidos comiendo en 2003, cuando una llamada telefónica les sacó de la incertidumbre que vivían entonces: el cantante necesitaba urgentemente un trasplante de hígado o podía morir y por fin ese órgano había llegado.
«Yo tenía siempre la maleta preparada y el teléfono abierto día y noche. En cuanto nos lo dijeron nos fuimos todos para allí. Era una mezcla de alegría y preocupación», contó su mujer, que es la persona que desde 1972 le acompaña día y noche.
Su hija Alejandra explicó en una entrevista a Vanitatis que aquella llamada, que cambiaría la vida y los hábitos de Raphael para siempre, les cogió a todos reunidos comiendo. «Fue una etapa muy dura porque mi padre se moría y no sabíamos si iba a llegar el trasplante, si funcionaría. Tremendo. Lo sigo recordando como una pesadilla. El día que llamaron por teléfono para informar de que había llegado el momento dio la casualidad de que estábamos todos en su casa comiendo juntos. Tengo esa imagen grabada».
En este acogedor chalé se han celebrado los grandes acontecimientos familiares, como cumpleaños, aniversarios, presentaciones de discos, la boda de la hija Alejandra, las de plata y oro de Raphael y Natalia y las celebraciones de bautismo, además de la Navidad.
También ha sido el lugar donde el cantante ensaya con sus músicos y prepara sus giras. Aunque sus puertas siempre han estado abiertas a todas las visitas, Natalia se esmera ahora por organizarlas, y recibir a los más íntimos, para dejar paz y tranquilidad al cantante en su recuperación.
En esa vivienda guarda los centenares de premios recibidos a lo largo de su trayectoria musical, que ha cumplido más de 60 años al pie de los escenarios.
Todos los que le conocen aseguran que es un hombre muy metódico. Tiene un gimnasio en casa, que utiliza cuando puede, y le gusta que nadie haga ruido cuando duerme la siesta. Desde que le trasplantaron el hígado, Raphael dejó el alcohol, que le había producido daños hepáticos muy grandes, y se cuida meticulosamente. A sus 81 años sigue moviéndose por el escenario como un joven.