Yane Diniz, una arquitecta y multiartista de 34 años, festejó “la décima boda”. Así fue como denominó una celebración dedicada al fin de su relación, un matrimonio que el 7 de diciembre habría cumplido diez años de haberse concretado. Sin embargo, la mujer aprovechó la ocasión para brindar por su divorcio.
De manera formal, el matrimonio de Diniz terminó en junio, cuando se firmó el divorcio. En total, entre el tiempo de noviazgo y la duración del casamiento, la pareja duró 17 años. “Era un día muy importante para mí, y no quería que este recuerdo se convirtiera en un símbolo de fracaso. No celebré el final, sino un nuevo comienzo”, dijo a G1.
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Una fiesta para dar comienzo a un nuevo ciclo
“La décima boda” consistió en un encuentro íntimo en el que se agruparon 15 amigas de Diniz, hubo “votos de amor propio”, feijoada (guiso de porotos, un plato típico de la cocina brasilea) preparada por la mamá de la arquitecta y hasta un ramo de novia que, en esta oportunidad, nadie quiso atrapar.
El detalle de los “votos de amor propio” no fue una casualidad, sino el eje de toda la celebración. Luego de una separación compleja, para Diniz era importante celebrar los pasos dados tras el divorcio, y evitar las emociones relacionadas con lo que definió como “un proyecto de vida fracasado”. Para completar, la arquitecta contó con la fotógrafa documental Uênia Barros, quien capturó los momentos más simbólicos y emotivos del evento.
Durante uno de los actos, Diniz se prometió ser fiel a sí misma “en la alegría y en la enfermedad, en la salud y en la tristeza, todos los días de mi vida”. Un acto para celebrar su individualidad y agradecer a su entorno más cercano.
La resignificación de los anillos
Siguiendo esa intención de darle un nuevo significado a la fecha que habría representado su décimo aniversario de boda, Diniz también transformó los anillos que, hasta hace poco, usaban. Con ellos, fabricó dos nuevas piezas, separando la parte metálica y el oro que tenían. Entonces, lo metálico se convirtió en otro anillo sólo para ella y el oro, fundido, tomó forma de pulsera con un mensaje en su interior: “Ni siquiera me dolió” (Nem doeu).
Sobre el significado de la segunda pieza, explicó: “Una pulsera castiza por fuera y muy brillante por dentro, con esta frase libertina: ‘Ni siquiera me dolió’, como un niño que se cae, se levanta, se ralla la rodilla, tiene ganas de llorar. Pero no llora y sigue jugando”. A esto, agregó: “Como soy una mujer feminista, investigadora, nadie pensó que pudiera pasarme a mí (…). Muchos me culpaban de no ocuparme bien de la familia, otros me sugerían que siguiera casada por el bien de mi nivel de vida o de mi hijo. Pero la idea de someterme a eso era insoportable”.