El sistema de salud destina uno de cada cinco dólares asignados a la atención oncológica a tratar el cáncer de pulmón debido a que, todavía, es alta la proporción de los pacientes que llegan a la primera consulta cuando la enfermedad está avanzada.
El primer estudio local sobre su impacto sanitario y económico lo hizo un equipo del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) y revela que el tratamiento del cáncer pulmonar demandó US$ 556,2 millones el año pasado, sobre todo por el costo de los medicamentos cuanto más tarde se detecta la enfermedad. Eso, de acuerdo con los autores, es 132 veces más que el presupuesto asignado a la prevención y el tratamiento de todos los cánceres en 2023.
“Tratar la enfermedad en estadios avanzados cuesta 10 veces más que hacerlo en etapas tempranas, cuando son mayores las perspectivas de mejores resultados clínicos [para los pacientes] o de menor impacto sobre su calidad de vida”, afirma el equipo del IECS, institución afiliada a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, sobre los resultados que publicaron en la revista Public Health.
A partir de una proyección estadística, hay alrededor de 14.000 argentinos con cáncer pulmonar que reciben atención, se diagnostican unos 12.000 casos nuevos cada año y hay unos 10.000 decesos por esa causa anualmente, los investigadores calcularon cuánto le costó al sistema de salud la atención de la enfermedad el año pasado. Aunque no es el cáncer más frecuente en el país (quinto entre las mujeres y segundo entre los hombres, sin tener en cuenta los de piel), desde el IECS aclaran que “es el que más muertes provoca y el que más recursos consume”.
Para los cálculos, los economistas que también integraron el equipo tuvieron en cuenta los costos de consultas, estudios diagnósticos, cirugías, internaciones, radioterapia y medicamentos, seguimiento clínico y manejo de efectos adversos. El resultado, calculado en US$ 556,2 millones, se traduce en el 1,4% del gasto total (público y privado) en salud del país durante el año pasado, según detallan.
“El cáncer de pulmón sigue siendo un problema álgido de salud pública. Y hay mucho espacio para intervenciones. Cerca de la mitad de los diagnósticos se realiza en estadios avanzados, lo que limita las opciones terapéuticas y reduce la calidad y la esperanza de vida”, señala Andrea Alcaraz, coordinadora de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del IECS e investigadora principal del estudio.
Diferencias
En promedio, diagnosticar y tratar un paciente cuesta en el país unos US$ 22.900 por año. Pero hacerlo en un estadio inicial (cuando el tumor es localizado y pequeño) demanda US$ 3641, comparado con US$ 37.356 si la enfermedad se diagnostica en estadio IV (la etapa más avanzada), de acuerdo con el modelo matemático aplicado para estimar la carga de la enfermedad y costos médicos directos. El equipo atribuye esa diferencia a la mayor necesidad de medicamentos y, en menor medida, de internaciones. En las etapas II y III, la atención asciende, respectivamente, a US$ 8941 y US$ 18.140.
El 78% de los casos que se detectan son por consumo de tabaco, seguido de la exposición laboral a sustancias o materiales carcinogénicos (que pueden causar enfermedades ocupacionales asociadas con el cáncer pulmonar), de ahí que los profesionales también indaguen sobre el tipo y el ambiente de trabajo durante la consulta.
“Los recursos en salud son finitos y, con eso, se tienen que cubrir las necesidades de miles de enfermedades. Entonces, que una sola enfermedad se lleve el 1,4% de todo el gasto en salud es mucha plata. Se trata de dinero que se podría utilizar para muchas otras enfermedades y en estrategias de prevención primaria”, plantea Carla Colaci, médica e investigadora del IECS, ante la consulta de LA NACIÓN. “Nuestro estudio demostró que los costos son mayores cuanto más tarde se diagnostica el cáncer de pulmón. Por lo tanto –continúa–, detectarlo tempranamente podría bajar estos gastos y no solo mejorar la sobrevida de quienes padecen esta enfermedad, sino que además permitiría mejorar la redistribución del gasto en salud haciéndolo más eficiente.”
Paola Flores, jefa de la Unidad de Tumores Torácicos del Instituto Misionero del Cáncer, que funciona en el Hospital Escuela Ramón Madariaga, de la ciudad de Posadas, explica que alrededor del 80% de los pacientes que atienden por primera vez tienen la enfermedad avanzada.
En diálogo con este medio, opina también que la cantidad de personas que fallecen por la enfermedad es “muy alta” en la Argentina y lo atribuye a la alta proporción de consulta tardía. “Cuanto más avanzada está en el momento del diagnóstico, menos posibilidades de curación tiene, a pesar de los avances en los tratamientos, por lo cual es imperativo trabajar en la prevención de cáncer de pulmón”, insiste la profesional.
Tos con o sin dolor, falta de aire y aparición de sangre (aunque sea mínima) al toser, según explica, son síntomas que no hay que subestimar. “En los tabaquistas es necesario fomentar la consulta preventiva aunque no decidan dejar de fumar. La población no fumadora, pero con riesgo por exposición ambiental o laboral, aun cuando sea pasada, o con antecedentes familiares de cáncer de pulmón también puede hacer un control preventivo”, opina. “Habría que fomentar que en todas las instituciones pública en el país haya un programa de prevención de cáncer de pulmón, no solo en el sector privado”, sostiene la médica.
Para Ignacio Zervino, coordinador de la Fundación Pacientes con Cáncer de Pulmón, “sería muy importante para una mejor atención de salud que más médicos de atención primaria, y también los responsables de establecer políticas, estén al tanto de las ventajas que aportan las campañas de tamizaje o screening específicas para este tipo de tumores. Es necesario difundir esta herramienta porque nadie recomienda lo que no conoce”, señala por escrito. “Está probado que establecer estos programas beneficia a la salud y además contribuye a disminuir los costos del sistema en general “, agregó.
Informar, prevenir y detectar
En el último congreso de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), datos de avance del Proyecto LuCaS-AR que promueve las pautas de detección temprana dentro de un programa de prevención definidas en el Consenso Argentino para el Tamizaje de Cáncer de Pulmón, de 2023, revelaron que un tercio de los 21 centros participantes son públicos y la mayoría está en la ciudad de Buenos Aires. En Misiones, según refiere Flores, el único programa de prevención está en el hospital Madariaga.
Ahí, en el Consultorio de Salud Pulmonar evalúan que la persona que consulta o fue derivada califique para el programa (fuma o fumó alguna vez, es mayor de 55 y no tiene diagnóstico activo de cáncer pulmonar ni síntomas que perciba claramente). Si es así, se indica una tomografía de tórax de baja dosis de radiación, de acuerdo con el consenso elaborado por referentes de 20 instituciones del país, incluido el Conicet y el IECS. Si el resultado de la imagen es normal, se repite una vez al año durante el seguimiento. El consultorio también cuenta con un programa de cesación tabáquica.
“La falta de información genera temor y el cáncer asusta”, dice Flores, que concurre a colegios a dar charlas. De hecho, cuenta que gran parte de los pacientes que llegan al consultorio llegan a través de los estudiantes secundarios que comparten la información de las charlas en casa.
Insiste en que en el país hay que revertir la tendencia con prevención y detección temprana. “El trabajo del IECS, con sus resultados, está justificando su financiamiento”, sostiene.
A ese estudio, que los autores declararon que se realizó con financiamiento de AstraZeneca, le siguió otro relacionado, con fondos del Instituto Nacional del Cáncer (INC). Los resultados publicados en la revista Value in Health Regional Issues surgen de las vivencias cotidianas de 131 pacientes con cáncer de pulmón avanzado diagnosticado en tres hospitales y un centro privado de la Ciudad y La Plata. El equipo dirigido por Alcaraz se encontró con que la enfermedad tiene “un salto impacto en la economía de los hogares”, aun cuando el tratamiento oncológico está cubierto por el Estado en el país.
Las familias necesitaron destinar un 19% de sus ingresos a gastos asociados con el tratamiento, mientras que un 48% de los pacientes tuvo una reducción de los ingresos a causa de la enfermedad, un 16% perdió el trabajo y un 68% necesitó afrontar gastos de bolsillo para sostener la atención que afectaron o hasta superaron sus posibilidades económicas, lo que en salud se conoce como toxicidad financiera o sufrimiento económico. La magnitud fue mayor en los pacientes del sistema público.
“El impacto en la familia del cáncer de pulmón es muy significativo. Afecta muchas veces a personas en edad productiva que pierden su empleo o disminuyen sus ingresos, y que tienen que pedir dinero o endeudarse para afrontar gastos catastróficos”, explica por escrito Federico Augustovski, investigador principal del estudio y director del Departamento de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Economía de la Salud del IECS.