El ictus (accidente cerebrovascular) es una enfermedad que se origina por un trastorno brusco de la circulación sanguínea en una zona del cerebro. Cuando la sangre no llega, esa zona pierde su función. De repente, hay cosas que el cuerpo no puede hacer y esos son los síntomas . Existen dos tipos de ictus: el infarto cerebral o ictus isquémico que se produce porque un coágulo tapa una arteria y la sangre no puede fluir; y la hemorragia cerebral o ictus hemorrágico que aparece cuando el vaso sanguínero se rompe y la sangre se derrama en el cerebro. Ambos comparten las mismas señales de alarma y solo con que aparezca una de ellas, hay que llamar al 112. En España, unas 120.000 personas sufren un ictus y alrededor de 25.000 fallecen cada año . Las proyecciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN) apuntan a que, en menos de 15 años, el número de casos de ictus aumentará en un 35%. Además, si no se toman medidas preventivas, se espera un aumento del 45% en las muertes por esta razón y un aumento del 25% en el número de supervivientes con discapacidad en los próximos 10 años en Europa. La buena noticia es que una proporción significativa de casos pueden evitarse si se controlan factores de riesgo modificables como la presión arterial, los niveles de colesterol y la diabetes, se reduce el consumo de alcohol y tabaco, se sigue una dieta saludable y se practica ejercicio físico de forma regular. Ahora, un estudio publicado en ‘Neurology’, la revista médica de la Academia Estadounidense de Neurología, apunta a que las personas con enfermedades o hábitos como hipertensión, fibrilación auricular (un ritmo cardíaco irregular) o tabaquismo, no solo tienen un mayor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular sino que también pueden sufrir ictus más graves que las personas sin estos factores de riesgo. «El ictus puede provocar discapacidad o incluso la muerte, pero existen diversos factores de riesgo que las personas pueden modificar con un cambio en el estilo de vida o con medicación. Nuestros resultados destacan la importancia de controlar los factores de riesgo del ictus, especialmente la hipertensión arterial, la fibrilación auricular y el tabaquismo , para prevenir un ictus grave e incapacitante«, afirma la autora de la investigación, Catriona Reddin, doctora en la Universidad de Galway (Irlanda) y miembro de la Academia Estadounidense de Neurología. En el estudio participaron 26.948 personas de 32 países con una edad media de 62 años. De este grupo, la mitad de las personas habían sufrido un ictus y la otra mitad no. Los participantes sin ictus fueron emparejados por edad y sexo con personas que habían sufrido un ictus. De los pacientes con ictus, 4.848 tuvieron uno grave y 8.612 uno de leve a moderado. El ictus grave se definió como aquel con resultados que iban desde la incapacidad de caminar o cuidarse a sí mismo sin ayuda hasta la necesidad de cuidados de enfermería constantes o la muerte. El ictus de leve a moderado se definió como aquel con resultados que iban desde la ausencia de síntomas hasta la necesidad de alguna ayuda con el cuidado personal, pero la capacidad de caminar sin la ayuda de otra persona. Los investigadores determinaron los siguientes factores de riesgo para cada persona: presión arterial superior a 140/90 mm Hg; fibrilación auricular; diabetes; colesterol alto; tabaquismo; consumo de alcohol; calidad de la dieta; inactividad física; estrés psicológico y social; y exceso de grasa corporal alrededor de la cintura (índice cintura-cadera). Los investigadores compararon la importancia de los factores de riesgo de sufrir un ictus grave y uno leve a moderado con los de las personas que no habían sufrido ninguno. El 74% de los pacientes con ictus grave tenía hipertensión, en comparación con el 72% de los pacientes con uno de leve a moderado. En cuanto a la fibrilación auricular, el 11% de los pacientes con ictus grave tenían la patología frente al 9% de los pacientes con un ictus leve a moderado. En ambos grupos, el 30% eran fumadores activos. Después de ajustar por edad, sexo, país y tipo de accidente cerebrovascular, los investigadores encontraron que las personas con presión arterial alta tenían 3,2 veces más probabilidades de tener un ictus grave y 2,9 veces más probabilidades de tener uno leve a moderado que las personas sin esta condición. También descubrieron que las personas con fibrilación auricular tenían 4,7 veces más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular grave y 3,6 veces más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular leve a moderado que las personas sin esta patología. Las personas que fumaban tenían 1,9 veces más probabilidades de sufrir un ictus grave y 1,7 veces más probabilidades de sufrir un ictus leve a moderado que las personas que no fumaban actualmente. «Nuestros hallazgos enfatizan la importancia de controlar la presión arterial alta, que es el factor de riesgo modificable más importante de ictus a nivel mundial. Esto es particularmente relevante para los países de ingresos bajos y medios que tienen tasas de hipertensión arterial e ictus en rápido aumento a edades más tempranas», señala Reddin.