Publicado: junio 30, 2025, 11:27 pm
Es verano y toca viajar. Para un enfermo reumático, hacer un viaje puede representar un auténtico calvario. Las dolencias reumáticas dificultan los movimientos y desplazamientos de las personas que las padecen. Hablamos de pacientes de artrosis, artritis, tendinitis, osteoporosis o lumbalgia.
El 68% de las personas entre los 35 y los 65 años ha tenido dolor articular en el último año, según un estudio realizado en colaboración con la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI). Pero el reumatismo no debe ser un impedimento para disfrutar de las vacaciones. Con un mínimo de organización y unas sencillas pautas, el enfermo puede viajar a gusto.
De entrada, habla con tu médico por si tu enfermedad reumática tiene alguna limitación especial. El sol y la playa, suelen ser favorables en determinadas enfermedades como la psoriasis o la osteoporosis, pero pueden perjudicar otras como el lupus.
La Sociedad Española de Reumatología acerca algunos consejos más.
Seamos realistas
Adapta tu viaje a tus limitaciones. Un sube y baja por una cordillera montañosa quizás no sea lo más aconsejable porque sobrecargará tus articulaciones enfermas. Pero existen otras muchas posibilidades que puedes disfrutar. Lleva tu propio ritmo: no tienes que cumplir la programación de actividades de las agencias o de los hoteles (suelen estar pensadas para personas que no tienen enfermedades).
Ten programados los detalles
Planifica tu viaje al máximo. No dejes las cosas a la improvisación. Cualquier dificultad supondrá un sobreesfuerzo y un gasto de energía. Haz las reservas en hoteles y compañías de viaje, y ten todos los billetes que necesites, con suficiente antelación. Si vas a viajar en coche, no programes hacer cada día un número excesivo de kilómetros. Es mejor repartir el viaje en etapas más cortas. Y al llegar, un día completo de descanso.
Explica tu enfermedad
Hacerlo, por ejemplo en la agencia de viajes, puede permitirte conseguir los asientos más espaciosos, como los de la salida de emergencia en el avión. En el aeropuerto acude al mostrador de la compañía a fin de conseguir servicios especiales, como una silla de ruedas o un vehículo de transporte. Contrata hoteles que tengan habitaciones y servicios especiales, si tienes una incapacidad severa o necesitas silla de ruedas.
Mejor viajes directos
Evita los traslados excesivos, con conexiones apretadas o esperas muy prolongadas. Descarta también los días y las horas punta. Todo ello son factores que pueden incrementar tu grado de fatiga. Si viajas en coche, haz paradas con frecuencia para descansar.
Los ejercicios, antes y durante el viaje
Hacerlos te evitará la rigidez y el dolor que puede causarte la inmovilidad. Si el viaje en avión o en tren es largo, te conviene levantarte cada hora y caminar durante 5 minutos. En los viajes en autobús, flexiona y estira tus articulaciones, y asegúrate de que se hacen las suficientes pausas.
Lo básico, en un bolso de mano
Junto con sus documentos y billetes de viaje, pon también tus medicamentos, algún alimento ligero como fruta o yogurt que puedes necesitar para tomar la medicación y una pequeña almohada o collarete cervical para poder echar un sueñecito durante el viaje. Lleva también un informe actualizado sobre tu enfermedad y su tratamiento, por si tienes que acudir a otro médico. Lleva tu tarjeta sanitaria. Si viajas al extranjero, busca un seguro que cubra razonablemente las posibles emergencias.
Poco equipaje con ropa y calzado cómodo
Procura utilizar maletas con ruedas que son más fáciles de mover. Dentro de la maleta, organiza el espacio cuidadosamente. Lleva vestidos amplios y calzado cómodo, que facilitarán un movimiento más fácil y suave de tus articulaciones. El zapato ha de ser ancho, con una pequeña cuña en el talón. No son aconsejables ni los tacones elevados, ni los zapatos planos.