Publicado: noviembre 3, 2025, 8:00 am
El cometa 3I/ATLAS no es un cometa cualquiera. Viene de fuera, literalmente. Procede de otro sistema estelar y viaja a más de 26 kilómetros por segundo, cruzando nuestro vecindario solar en una trayectoria hiperbólica que lo llevará de nuevo al espacio interestelar para no regresar jamás.
Gracias al telescopio Hubble pudimos ver sus primeras imágenes. Pero seguirlo no es una tarea fácil: el 30 de octubre alcanzó su perihelio, el punto más cercano al Sol, y desde entonces ha permanecido oculto tras su brillo. En las próximas semanas volverá a hacerse visible y los científicos ya esperan con impaciencia el 19 de diciembre de 2025, cuando el cometa alcance su máximo acercamiento a la Tierra: unos 270 millones de kilómetros de distancia. Será un momento clave para analizar este fragmento del universo profundo.
Mientras se acerca la fecha, seguimos en oscuridad. 3I/ATLAS no reaparecerá en nuestro cielo hasta finales de noviembre o principios de diciembre, lo que significa que los telescopios terrestres, los que orbitan la Tierra o los que se encuentran en el punto de Lagrange L2 —un punto gravitacionalmente estable en el lado opuesto de nuestro planeta al Sol— no pueden observarlo. Pero tenemos una auténtica flota de naves humanas que no lo pierden de vista.
El James Webb, el primero en captar su química
El Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha sido la primera gran herramienta en estudiar al cometa 3I/ATLAS. A principios de agosto, antes de que desapareciera tras el Sol, el Webb utilizó su espectrómetro NIRSpec para analizar la luz que reflejaba su superficie. Los resultados sorprendieron a los astrónomos: el cometa contiene una proporción inusualmente alta de dióxido de carbono y níquel, algo que no se había visto en los cometas del sistema solar.
Esa mezcla apunta a que 3I/ATLAS pudo formarse en un entorno muy distinto al nuestro, quizá en un sistema más frío o más rico en metales.
JUICE, la sonda europea que podría verlo de refilón
A millones de kilómetros del Webb, la sonda JUICE (Jupiter Icy Moons Explorer) de la Agencia Espacial Europea avanza hacia las lunas heladas de Júpiter. Aunque su misión principal no tiene nada que ver con cometas, los ingenieros han calculado que su posición actual podría permitirle observar 3I/ATLAS mientras atraviesa la región exterior del sistema solar.
Sus cámaras y espectrómetros, diseñados para analizar la atmósfera de Europa y Ganímedes, podrían captar imágenes del cometa y medir cómo interactúa con el viento solar.
Aunque tendremos que esperar para saberlo: debido a que JUICE está utilizando su antena principal como parasol para proteger sus instrumentos, no podrá transmitir los datos de sus observaciones de 3I/ATLAS a la Tierra hasta febrero del próximo año.
Juno, Lucy y Psyche, nuestros ojos más lejanos
En la órbita de Júpiter también se encuentra Juno, otra veterana misión de la NASA. Aunque su tarea es estudiar el planeta gigante y su campo magnético, los científicos esperan aprovechar su posición privilegiada para detectar partículas o emisiones procedentes de la cola del cometa cuando este se acerque lo suficiente.
Más lejos, otras misiones como Lucy, que viaja hacia los asteroides troyanos, o Psyche, rumbo a un asteroide metálico, podrían captar el paso de 3I/ATLAS en su viaje hacia el exterior.
Ninguna fue diseñada para seguir un cometa interestelar, pero todas comparten algo esencial: su ubicación fuera de la órbita terrestre les da un ángulo de observación que nosotros, desde el suelo, no tenemos.
Nuestras sondas marcianas también han jugado un papel clave: fueron testigos privilegiados del máximo acercamiento de 3I/ATLAS al Planeta Rojo el 3 de octubre, cuando se encontraba a 0,19 UA (28,4 millones de kilómetros) de distancia.
Un visitante que fascina a la ciencia
3I/ATLAS es solo el tercer cometa interestelar conocido, después de ʻOumuamua y Borisov. Su composición, su comportamiento y su repentino aumento de brillo siguen desconcertando a los astrónomos. Entre los más interesados está el astrofísico Avi Loeb, de Harvard, que ha llegado a sugerir la posibilidad de que el objeto tuviera un origen tecnológico. Aunque la comunidad científica considera esa hipótesis altamente especulativa, el cometa sigue desafiando las explicaciones convencionales.
Lo que está claro es que cada nueva observación ofrece una ventana a otros mundos. Los datos que recopilen el James Webb, JUICE, Juno y el resto de misiones ayudarán a entender cómo se formaron los planetas y los materiales más allá de nuestro sistema solar.
Cuando 3I/ATLAS vuelva a ser visible en diciembre, su brillo será demasiado débil para apreciarlo a simple vista. Pero las naves que lo vigilan no necesitan cielos despejados ni telescopios terrestres. Desde sus posiciones estratégicas en el espacio, seguirán registrando cada cambio, cada destello, cada partícula que escape de su superficie.
