Publicado: septiembre 13, 2025, 4:00 pm
Octubre de 2020, un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes y una pareja de adolescentes que jamás imaginó que un simple mensaje podría transformar sus vidas para siempre. Así comienza la pesadilla real de Lauryn Licari y Owen McKenny, quienes, a sus 14 años, fueron víctimas de acoso digital durante casi dos años. Hoy, su historia recorre el mundo gracias al documental Número Oculto de Netflix.
Durante esos casi dos años, Lauryn y Owen recibían decenas de mensajes anónimos cada día, cargados de insultos, amenazas y contenido perturbador. El objetivo era claro: manipularlos para que rompieran su relación y, en el caso de Lauryn, incluso empujarla hacia el suicidio.
La situación se volvió insostenible: el acoso se extendió al instituto y contaminó toda la comunidad escolar, aumentando la presión sobre los adolescentes. Cuando la policía local no pudo resolver el origen de aquellos mensajes terroríficos, el caso fue remitido al FBI. Pronto los agentes hallaron una pista clave: el autor se servía de aplicaciones específicamente diseñadas para ocultar la identidad del remitente.
Pinger, la clave para resolver el misterio
Una de las compañías que ofrece este tipo de herramientas es Pinger, desarrolladora de aplicaciones como TextFree y Sideline, que permiten crear números de teléfono temporales para realizar llamadas y enviar mensajes sin revelar el número real.
Aunque pensadas para usos legítimos —como proteger la privacidad personal o separar la vida laboral de la personal—, estas aplicaciones también pueden ser empleadas con fines oscuros, como sucedió en el caso de Lauryn y Owen.
Pero, ¿cómo lo hacen? Estas aplicaciones generan números de teléfono virtuales basados en VoIP (voz sobre IP), es decir, funcionan a través de Internet en lugar de las redes tradicionales de telefonía.
El proceso es sencillo: el usuario descarga la app, se registra con un correo o una cuenta básica y, en cuestión de minutos, puede elegir un código de área para obtener un número propio. Ese número se utiliza desde la aplicación o la web para hacer llamadas, enviar SMS, compartir fotos o incluso gestionar buzones de voz.
La mayoría funcionan bajo un modelo freemium: ofrecen números gratuitos que caducan si no se usan con regularidad, y planes de pago que permiten conservar el número de forma indefinida, eliminar anuncios y acceder a funciones adicionales como respuestas automáticas, varias líneas o buzón personalizado.
En otras palabras: estas apps convierten cualquier móvil, tableta o computadora en un teléfono con identidad múltiple, capaz de crear y descartar números con facilidad, lo que resulta muy útil para proteger la privacidad… pero también peligroso cuando se usan con fines de acoso o fraude.
¿Pueden rastrearse?
Aunque al usuario le parezca que manda sus mensajes desde ‘la nada’, las empresas que gestionan números VoIP registran información técnica sobre cada sesión. Es decir, estas aplicaciones no son totalmente anónimas.
Esos registros —los metadatos— suelen incluir identificadores de la cuenta, marcas de tiempo (fechas y horas exactas), direcciones IP desde las que se conectó el dispositivo, identificadores de dispositivo cuando están disponibles (fingerprints, tokens de la app), y el rastro de la propia mensajería (qué número virtual envió qué SMS o llamada y a qué hora).
Además, si se pagó por un servicio, aparecen registros de facturación: método de pago, transacciones y, en muchos casos, correo electrónico asociado. Juntas, todas estas piezas crean una cadena de indicios que puede apuntar a un dispositivo, una persona o una ubicación aproximada.