Ludwing Feuerbach ya dijo en 1850 que «eres lo que comes», pero lo que el filósofo alemán no sabía es que también eres lo que han comido (y lo que no) tus abuelos.
Un estudio de la Universidad de Tulane, Nueva Orleans (EEUU), publicado en la revista Heliyon, demuestra que lo que falta en la dieta de una persona también puede afectar la salud de sus descendientes a lo largo de varias generaciones, de este modo, la hambruna en una generación puede provocar consecuencias genéticas perjudiciales en la siguiente, pero persisten las dudas sobre cuántas generaciones podrían verse afectadas cuando un antepasado sufre una crisis nutricional.
Los investigadores descubrieron que cuando se alimentaron ratones emparejados con una dieta baja en proteínas, sus crías durante las siguientes cuatro generaciones tuvieron menor peso al nacer y riñones más pequeños, lo que constituye un factor de riesgo importante para la enfermedad renal crónica y la hipertensión.
Más tarde, los expertos intentaron corregir la dieta de los descendientes, pero no tuvo ningún efecto y las generaciones posteriores siguieron naciendo con un recuento bajo de nefronas, las unidades de filtración vitales que ayudan a los riñones a eliminar los desechos del torrente sanguíneo. Aunque aún queda mucho por hacer para determinar si los hallazgos se pueden aplicar a los seres humanos, los resultados subrayan la posibilidad de que la escasez de alimentos o la malnutrición provoquen décadas de consecuencias adversas para la salud.
«Es como una avalancha«, señala el autor principal y profesor adjunto de nefrología pediátrica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane, Giovane Tortelote. «Uno pensaría que se puede corregir la dieta en la primera generación para que el problema termine allí, pero incluso si tienen una buena dieta, las siguientes generaciones (nietos, bisnietos, tataranietos) pueden nacer con un peso menor y un recuento bajo de nefronas a pesar de que nunca han pasado por inanición o una dieta baja en proteínas», añade.
Si bien la nutrición materna es crucial para el desarrollo de un bebé, el estudio encontró que la descendencia de la primera generación se veía afectada negativamente independientemente de si la madre o el padre comían una dieta deficiente en proteínas.
Los investigadores estudiaron cuatro generaciones de crías cuyos recuentos de nefronas comenzaron a mostrar signos de normalización en la tercera y cuarta generación. Tortelote asegura que se necesitan más investigaciones para determinar qué generación vuelve a tener un desarrollo renal adecuado y por qué se transmite el rasgo en primer lugar. «La dieta de la madre es absolutamente importante, pero parece que también hay algo epigenético del padre que regula el desarrollo adecuado de los riñones», explica el experto.
Por último, el estudio también arroja luz sobre una mayor comprensión de las causas subyacentes de la enfermedad renal crónica, la octava causa principal de muerte en los Estados Unidos. «Si naces con menos nefronas, eres más propenso a sufrir hipertensión, pero cuanto más hipertensión tengas, más daño sufrirás en el riñón, por lo que es un ciclo horrible y una crisis de salud pública que podría afectar a personas de 50 a 60 años si aplicamos esto a la esperanza de vida de los humanos», añade el nefrólogo.