Ana Morales, psicóloga experta en obesidad:"¿Qué tipo de hambre tienes, de pan o de cariño? - Panama
Registro  /  Login

Otro sitio más de Gerente.com


Ana Morales, psicóloga experta en obesidad:»¿Qué tipo de hambre tienes, de pan o de cariño?

Publicado: diciembre 5, 2025, 10:27 am

La comida está íntimamente relacionada con las emociones, y más aún en un mundo de estrés, ansiedad y soledades, en el que parece que nos castigamos y nos premiamos a partes iguales a través de algo de primera necesidad como es alimentarnos. «Cuando la comida deja de ser placer y se convierte en obsesión, ahí hay algo que mirar», comienza explicándonos Ana Morales, psicóloga general sanitaria especializada en obesidad, trastorno por atracón y bulimia.

Morales, autora también del libro ‘¡Qué buena estoy!: Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional (ed. La Esfera de los Libros), defiende que la solución a los problemas con la comida no está en el control estricto ni en la restricción, sino en transformar en la relación con nosotros mismos. Su enfoque une el hambre emocional, la aceptación corporal y la psicoterapia especializada para conseguir un bienestar auténtico. «¿Qué tipo de hambre tienes, hambre de pan o hambre de cariño?»

¿Pueden las carencias afectivas suplirse con la comida?

En opinión de la experta, sucede a menudo que «cuando falta el abrazo, buscamos algo que se le parezca, que le dé la misma sensación de calma y contención. Y la comida tiene algo de eso: da calor, ocupa, distrae, calma el ruido… Por unos momentos, el vacío se llena… aunque sea con galletas. Nadie te juzga por comerte una galleta, pero sí por decir que te sientes solo. Así, en realidad estamos aprendiendo sin darnos cuenta a callar con la boca llena».

Cuando la vida nos sobrepasa, utilizamos la comida como refugio, puesto que ella «no nos abandona, no juzga, no se enfada, no pone condiciones. Es una relación fácil, predecible, segura… hasta que deja de serlo, claro. Por eso se convierte en un refugio: no porque haya un problema con la comida, sino porque hay una herida con el afecto«.

No está queriendo decir la psicóloga que no podamos utilizar la comida como consuelo de vez en cuando, sería irreal y todos lo hacemos en un momento dado, pero es peligroso convertirla en la única vía para aliviar nuestro dolor. «Comer calma, pero no sana. Solo silencia. Y lo que no se escucha, vuelve. Ningún trozo de chocolate puede ocupar el lugar de un abrazo que no llega», dice Morales.

«La comida no debe ser una moneda emocional»

Desde pequeños nos han enseñado a usar la comida como moneda emocional: ‘si te portas bien, te doy un helado’ o ‘si no haces los deberes, te quedas sin postre’. Y así, sin darnos cuenta, «aprendemos que la comida tiene valor moral: hay comidas buenas y malas, días buenos y malos, y un cuerpo que debe ganarse el derecho a disfrutar».

Lo malo de todo esto es que, según vamos creciendo, el patrón va adquiriendo entidad, de manera que volvemos a decirnos ‘he tenido un día horrible, me merezco una pizza’, o, ‘como ayer comí mucho, hoy no ceno’. Nos premiamos y nos castigamos con la comida. «El problema no es disfrutar una pizza, sino el significado que le otorgamos nosotros. Si la tarta se vuelve la única forma de darnos cariño, o la ensalada la única manera de sentirnos ‘buenas’, entonces la comida deja de ser alimento y pasa a ser juez«.

Así pues, comer bien no debería ser una demostración de disciplina, ni comer algo ‘prohibido’ un motivo de culpa. «Lo importante no es lo que comes, sino cómo te hablas después. Esa voz interna que te dice ‘otra vez estás igual’, o ‘no tengo remedio’, hacen más daño que el propio alimento». En este contexto surge algo importante para Morales: «Nadie se castiga por placer. Quien come con culpa, lo hace porque ha aprendido que solo merece el placer si lo paga caro. La verdadera reparación no está en comer ‘perfecto’, sino en dejar de usar la comida para negociar con uno mismo».

El papel de las emociones en el peso, y en la comida

Las emociones juegan un papel clave en nuestra relación con la comida. No comemos solo con el estómago: «comemos con la cabeza, con el corazón y con la historia que llevamos encima. En la sociedad actual, la comida no es solo combustible; es consuelo, compañía y, a veces, refugio. Además, desde que nacemos, está asociada al cariño: cuando un bebé llora, se le consuela dándole de comer, por lo que el cerebro está aprendiendo que la comida alivia, da paz».

Comer chocolate nos da tranquilidad, y no debería pasar nada por eso, si después no llegara la culpa. «Ahí es donde empieza el bucle: me siento mal, como, me culpo, vuelvo a comer. A base de repetirlo, acabamos confundiendo el hambre emocional con el hambre físico, y es por eso que el peso no sólo se lleva en el cuerpo, sino también en la mente. Es el reflejo de nuestra historia emocional, y siempre está disponible para nosotros».

¿Por dónde empezamos a reconstruir esta espiral?

Según Ana Morales, el comienzo del fin está en «dejar de pelear. Es importante bajarle el volumen a la culpa y subirle el tono al autocuidado. Dejar de ver la comida como el enemigo y empezar a verla como el mensajero. Si un día comes de más, no pasa nada; lo importante es entender qué necesitabas ese día».

El hambre emocional «no se cura cerrando la boca, sino abriendo espacio para lo que llevas años intentando tragar. Y cuando lo haces con ternura, con compasión, la comida deja de ser un campo de batalla y se convierte en un puente para reconectar contigo mismo. Aunque a veces comemos por hambre, muchas más veces comemos por falta de abrazos».

Llegados a este punto, lo que deberíamos hacer según la psicóloga es «trabajar la conciencia emocional: reconocer qué sientes, y regularlo sin anestesiarlo con comida. En estos casos puede ser muy útil llevar un diario emocional que nos permita identificar los detonantes más comunes. Y practicar el mindful eating para volver a escuchar las señales de hambre y saciedad del cuerpo. No se trata de luchar contra la comida, sino de reconciliarte con ella. Y contigo».

Related Articles