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Magdalena Salamanca, psicoanalista: «Las compras compulsivas calman la frustración; tener más nos hace creer que somos más felices»

Publicado: diciembre 21, 2025, 10:27 am

Las compras navideñas pueden responder a necesidades muy distintas según cada persona y cada momento vital. A veces tienen que ver con sentir que encajamos en el grupo, evadir la soledad, y otras tienen más que ver con una forma de calmar malestares emocionales cotidianos: soledad, vacío, ansiedad, cansancio acumulado, sensación de no ser suficiente.

Desde que somos niños, el sistema nos hace creer que lo material es una moneda de cambio de cariño: el afecto se muestra a través de regalos, y parece que cuanto más te regalan, más te quieren. Con el paso del tiempo, ese ‘consuelo’ que proporcionan los regalos se traduce en una asociación automática, en algo así como ‘si lo estoy pasando mal, necesito comprarme algo’. Y cuando la compra se convierte en compulsiva, y en la única vía para calmar lo que sentimos, hay un grave problema.

¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando vamos de compras?

Comprar cosas puede producirnos ese ‘subidón’ que estamos buscando sin darnos cuenta. Por un momento, sentimos que tenemos el control, y la sensación de ‘me lo merezco’ nos hace sentir bien. El problema es cuando las compras son compulsivas, y descubrimos que esa sensación de alivio es efímera y que esa compra no resuelve una necesidad material, sino algo mucho más profundo; un duelo, un conflicto, etc.

Para descubrir qué sucede cuando compramos de manera compulsiva, y nos dejamos arrastrar por la presión social (algo que sucede especialmente en épocas como las Navidades), entrevistamos a la psicoanalista Magdalena Salamanca, de Grupo Cero. La experta comienza explicando que el psicoanálisis «es una ciencia que se ocupa del conocimiento y funcionamiento del aparato psíquico, psiquismo que no debemos igualar al cerebro».

A partir de esta definición, la psicoanalista añade que «el funcionamiento del aparato psíquico es complejo y está dividido en varias instancias (consciente, preconsciente e inconsciente y yo, ello y súper yo) que están en contacto con la realidad como otra instancia más». En este contexto, y en algunas ocasiones, «la realidad material puede ser insatisfactoria, y generar conflictos internos. Las compras generan satisfacción momentánea y pobre ante la frustración, como sucede en cualquier adicción».

«La felicidad es una argucia del sistema»

Para Salamanca, «estamos en el mundo del tener, circunstancia que se refleja en la exigencia social, en la presión. Tener más nos hace creer que somos más felices, aunque por supuesto no siempre es así. Al fin y al cabo, la felicidad es una argucia del sistema. Por eso, una de las mayores presiones sociales es la construcción de la felicidad«.

Si lo que pretendemos es ponerle coherencia a las compras, la experta recomienda «aceptar la realidad, nuestra realidad, sin establecer comparaciones con otros, tolerando los momentos como son, los procesos, las situaciones… sean cuales sean. Todo ello nos hace evitar entrar en conflicto con nosotros mismos y tener que buscar satisfacciones adictivas y poco productivas, como sucede con las compras innecesarias y compulsivas».

Por supuesto, para transitar estos problemas más profundos que son los que en muchas ocasiones nos hacen acudir a las compras como mecanismo de alivio, podemos necesitar la ayuda de un terapeuta. Magdalena Salamanca aconseja «trabajar en uno mismo, en la propia salud mental, puesto que es la mejor inversión para aceptarnos en toda nuestra amplitud, sin tener que buscar satisfacciones sustitutivas».

Estas son las diferencias entre una compra normal, y una compulsiva

Aunque los expertos consideran que no existe una frontera bien definida entre una compra razonable y una compra compulsiva, sí que existen una serie de indicadores útiles. En una compra cotidiana, la persona se siente capaz de decir ‘no’ sin problema, mientras que en una compulsiva sabe que no le conviene pero siente que no puede evitarlo. En el consumo razonable predomina la utilidad, el gusto o un pequeño capricho que se asume. En la compra compulsiva, la función clave es calmar un malestar o sostener una determinada imagen.

Otra de las claves para saber distinguirlas es que cuando la compra es razonable suele quedar satisfacción, tranquilidad o indiferencia. En la compra adictiva predominan la culpa, la vergüenza, la justificación y el autoengaño. La relación con el dinero y los objetos adquiridos también es importante: en la compra normal hay coherencia entre ingresos, gastos y proyectos de vida. En la compulsiva se rompe ese equilibrio y el objeto pierde rápidamente valor una vez comprado.

En cuanto a si existe cierta predisposición a esta ‘adicción’, los expertos consideran que sí hay contextos que pueden desencadenarlo, como haber padecido carencias afectivas que buscan el efecto ‘compensación’; ser excesivamente exigente con uno mismo; y atravesar etapas vitales de mayor fragilidad como la adolescencia, un proceso de separación, un traslado…

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