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Una Navidad bajo sospecha: paz, piedad y perdón

Publicado: diciembre 3, 2025, 3:00 am

Nos está quedando un país de lo más chocante y antipático, por decirlo suavemente. Sobre todo, por las cosas que suceden en el mundo de la política y del desgobierno, tanto en el plano nacional con la Paqui de Cerdán arrasando el Corte Inglés, como con Trump desmontando Venezuela. Estamos estrenando el mes de diciembre, un tiempo que evoca y desemboca en la Navidad, seamos partidarios o no de este acontecimiento histórico que hasta en Japón lo celebran sin tener muy claro qué se festeja realmente.

Muchos se quejan de que los oficialistas y los vendedores de perfumes han empezado demasiado pronto, casi en noviembre, a vendernos la artillería festiva. Otros, se frotan las manos y se animan a disfrutar de la vida de la mejor manera posible importándoles básicamente el jolgorio.

Lo malo no es que llegue pronto la Navidad, que llega siempre el 25 de diciembre, sino todo lo que acontece y rodea a esta magna fecha. Es una especie de verdadero miedo escénico lo que está por llegar: Cenas de trabajo, comilonas de familia, compras a todas horas, regalos por doquier, brindis, besos, abrazos… la fiesta se convierte en un calvario de excesos en lugar de un pesebre de sosiego y esperanza. Si nos ponemos puros y justos el protagonista de este acontecimiento, Dios hecho hombre, nació en la soledad de un establo rodeado de pocas personas que no entendían muy bien la magnitud de lo que sucedía en aquel momento.

En esto, muchos están igual que en aquel entonces; hoy, una gran mayoría de seres humanos no percibe en pleno siglo XXI la grandeza del acontecimiento que se celebra el 25-D, un nacimiento que transformó y transforma de algún modo la existencia humana. En su lugar, nos dejamos llevar por la corriente lucrativa y comercial que marcan los acontecimientos que por costumbre se viven en estas fechas. Las maravillosas luces que brillan en Vigo y en Madrid, o en Nueva York y Londres, no deberían estar solo para vender más regalos o más comida y bebida, sino para transferirnos a una nueva dimensión y despertarnos de nuestro letargo para que se ilumine la sabiduría humana que tan de capa caída está en estos tiempos de mucha IA y poco AI: Amor Inteligente.

El sábado pasado, visité con unos amigos algunas de las maravillas arquitectónicas y navideñas que posee Alcalá de Henares: la Universidad, la Casa de Cervantes, la Catedral, los edificios de la Sociedad de Condueños… y pasamos también por delante de la casa donde vivió Manuel Azaña, presidente de la Segunda República. El anfitrión que nos acompañaba, que conoce bien la historia de la ciudad, nos recordó una frase clave de la vida de Azaña:Paz, piedad y perdón”. La pronunció el político en Barcelona el 18 de julio de 1938, y en ella pedía un final a la Guerra Civil.

Las palabras de Azaña no eran solo un discurso político, sino también una invocación sentimental a la unidad y a la concordia de los españoles. Por fortuna, los tiempos no son los mismos. Sin embargo, la realidad tan polarizada que han creado los políticos de hoy, principalmente Pedro Sánchez con su muro divisor entre “sanchistas” y el resto de españoles, acaba desembocando casi siempre en acalorados enfrentamientos, incluidos los familiares y los laborales.

Quizá por ello, cuando en estas fiestas le toque a usted sentarse a comer junto a un cuñado progre o una nuera conservadora con ideas distintas a las suyas, tómeselo con mucha calma –Keep calm and carry on– y acuérdese de hacer realidad lo que propone la famosa frase que funciona casi como un karma: Paz, piedad y perdón”, que pronunció Azaña, pero mucho antes que él y con mayor peso y significado, la pronunció el protagonista de la misma Navidad.

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