Publicado: diciembre 7, 2025, 5:30 am
Cierre de año, tipos altos, bolsas en máximos y una incógnita flotando en el aire. ¿Toca mover ficha o es mejor quedarse quieto? Muchos pequeños inversores están haciendo justo esa pregunta. Y lo interesante es que, al mismo tiempo, los grandes fondos ya han empezado a contestarla con decisiones muy concretas. Cambios de peso en cartera. Rotaciones. Liquidez que entra o que sale. Y si se sigue el rastro de ese dinero, se dibuja una hoja de ruta bastante clara.
No es la primera vez que los institucionales se adelantan. A menudo, marcan el ritmo. Pero lo curioso es que esta vez lo hacen en mitad de un terreno resbaladizo. Porque sí, el Ibex ha subido cerca del 40 % en 2025. El Nasdaq y las grandes tecnológicas vuelven a rondar récords históricos. Y la inflación, aunque moderada, sigue condicionando las decisiones de los bancos centrales. Con ese tablero sobre la mesa, los grandes fondos no se están yendo, pero tampoco están entrando a ciegas. Están reposicionándose. Y lo están haciendo con rapidez.
Según datos de Morningstar, en noviembre, más del 60 % de los flujos recientes hacia renta variable han ido a fondos que priorizan beneficios consistentes y empresas con caja. En este escenario, los fondos value vuelven a ganar terreno. Especialmente en Europa.
Ese movimiento no se limita a buscar compañías baratas, sino que se traduce en un viraje claro hacia sectores defensivos como salud, energéticas e infraestructuras. Un patrón visible en productos como Amundi European Equity Value, JPMorgan Europe Equity Plus o Schroder European Quality Income. Amundi, por ejemplo, ha reforzado la exposición defensiva en su gama europea, aumentando peso en salud y utilities frente a tecnología.
Europa vuelve al radar
Aquí aparece un detalle interesante. Mientras muchos inversores particulares siguen mirando a Estados Unidos, los institucionales siguen apostando por el Viejo Continente. Y lo hacen porque los múltiplos de valoración en Europa, especialmente en el sur, siguen estando por debajo de sus medias históricas. España incluida.
BlackRock, por ejemplo, ha elevado su participación en Enagás hasta casi el 6%, consolidándose como su principal accionista, y también ha vuelto a superar el 5% del capital en Redeia, reforzando posiciones en un sector especialmente defensivo.
Al mismo tiempo, varias gestoras españolas también están girando sus carteras. Santalucía AM ha puesto el foco en activos conservadores como bonos soberanos, crédito privado e inversiones alternativas defensivas, de cara a 2026, y Mutua Madrileña, a través de Mutuactivos y EDM, está intensificando su posición en renta variable europea de corte defensivo, reduciendo exposición a sectores más volátiles.
La tecnología levanta el pie y los bonos cortos vuelven a escena
Pero hay más. Porque no solo importa dónde están entrando. También importa de dónde están saliendo. Aquí el foco se pone en los sectores más sensibles a tipos de interés. Tecnología, consumo discrecional y algunas compañías con valoraciones exigentes han empezado a perder fuerza en cartera.
Según datos internos de JPMorgan AM, los fondos europeos han reducido su exposición neta a tecnología en casi un 12% desde septiembre. ¿El motivo? No es que pierdan la fe en el crecimiento, sino que prefieren esperar mejores precios o mayor visibilidad en resultados.
Otro giro importante es la liquidez. Aunque muchos fondos mantienen exposición a renta variable, el peso de la liquidez en cartera está aumentando de forma silenciosa. Según otro informe de Bank of America, la asignación promedio a cash en los grandes fondos globales supera ya el 5%, su nivel más alto desde abril.
¿Y qué pasa con la renta fija? Pues que está empezando a recuperar algo del terreno perdido. Especialmente en tramos cortos y emisiones corporativas con buen rating. Fondos como los de Pimco o AXA IM han intensificado su apuesta por bonos a dos y cinco años con cupones atractivos, aprovechando la pausa en las subidas de tipos y la expectativa de recortes en 2026. Lo están haciendo con estrategia quirúrgica, lejos del “todo o nada” que marcó algunos movimientos en 2022.
Y esto enlaza con otro detalle. Muchos de estos fondos no están haciendo grandes apuestas, sino pequeños ajustes. Cambian pesos, rotan sectores, introducen coberturas. En definitiva, se preparan. Por si hay rally, pero también por si hay bache. Y en ese sentido, la fotografía del mercado empieza a parecerse menos a una jugada táctica y más a una gestión de fondo. Nunca mejor dicho.
Las gestoras lo están dejando entrever en sus informes de cierre de trimestre. Fidelity, por ejemplo, ha hablado de un “ajuste gradual de exposición al riesgo” y de una “normalización de expectativas” para los próximos doce meses. Otras como Schroders o UBS AM han emitido mensajes parecidos. No hay euforia. Tampoco hay miedo. Lo que hay es cautela estratégica.
