Publicado: julio 11, 2025, 3:28 pm
Carlos Alcaraz ejerce en este Wimbledon como un tenista total, imperial al saque, al resto, a las dejadas. No admite discusión en quién es el mejor en este torneo, en este mes, en esta primavera-verano. Lleva la raqueta como quien lleva una batuta para que suene solo su ritmo; como quien lleva un látigo para inclinar a sus rivales. Es su mano la que lo dirige todo en esta semifinal ante Taylor Fritz, al que le queda grande el traje de favorito en cuando pierde la efectividad en el saque, en cuanto Alcaraz se mete en su mente y saca de ella la sobriedad y la templanza. Y es el español el que se hace cada vez más grande en esta Catedral: 20 triunfos consecutivos, y 24 en esta marcha triunfal desde la final de Barcelona. Y en su tercera final de Wimbledon consecutiva, y a por su tercer tÃtulo en el Grand Slam londinense, y a por el sexto en su palmarés. Y con 22 años. Un tenista total. El español atiende con paciencia y tranquilidad a ese saque en el que el estadounidense es superior, 95 ‘aces’ hasta aquà no solo de potencia sino también de colocación, más difÃcil de restar que la velocidad. Activa el modo resignación ante lo que no alcanza y el de la acción cuando anticipa y lee o es un segundo servicio. Ahà pasa al ataque, y con una dejada y algo de fortuna (una pelota que cae muerta tras rozar la cinta), aprieta el paso desde el inicio para romper en el primer juego. El restador toma la iniciativa. Lo que no querÃa Fritz, que necesita un partido perfecto y no sentirse abrumado desde el primer punto. Porque con el alivio de ese colchón, una rotura ante el que menos se ha dejado romper en este Wimbledon, el restador se torna en mejor sacador que el que llevaba la etiqueta. Tres ‘aces’ del tirón para asegurarse el 2-0. Queda un mundo, pero no está de más lanzar la amenaza en cuanto se pueda. A Fritz, el mejor Fritz de su carrera, cinco tÃtulos de diez sobre la hierba, se le oscurece un poco el panorama aunque no concede más despistes con su saque, que vuelve a entonar a 215 y 220 kilómetros por hora y aunque Alcaraz está ahà casi todas las veces, también desde el fondo se maneja con solidez. El español también está rocoso desde el fondo y suma puntos a su mochila de ‘serve bot’ (cañonero), y, además, aporta a la sobremesa la magia de siempre, los trucos y las dejadas que encandilan al personal y a Fritz, que claudica una y otra vez, porque aunque devuelva una, Alcaraz ya está ahà para que la contradejada sea todavÃa más exacta. Asà logra el español una opción de rotura en el noveno juego. Un colmillo sacado de derecha que hiere más cuando ejecuta después el golpe por abajo; se estira Fritz, pero no le alcanzan sus 196 centÃmetros de altura, que rueda por la hierba en un intento de lanzarse a por la pelota. Alcaraz con bola de rotura a favor es peligrosÃsimo. Por eso el estadounidense se toma su tiempo, inspira y arma el brazo para rematar desde los cielos un saque directo, para ‘deuce’ y respirar. Ya se ha inclinado una vez, con lo difÃcil que le habÃa resultado a todos sus rivales anteriores. No quiere hacerlo dos veces en el mismo set. Demasiado castigo mental para lo que todavÃa queda. Por eso aguanta, orgullo, pecho levantado, un juego más. Porque él ha hecho su trabajo, pero es Alcaraz el que lo remata. Descifrado el dificilÃsimo saque del estadounidense a la primera, toca no bajar el muro mental, que aunque hay confianza, no está de más ahorrar energÃa para lo que todavÃa queda. Convertido en un ‘serve bot’ de pro, aprieta el puño para celebrar el primer set, en 35 minutos, sin perder un solo punto con su primer saque, perdidos solo cuatro con el segundo. Mejor al resto, ya de tú a tú con Fritz al saque. El 5 del mundo, en el mejor curso de su carrera, no altera un músculo. Quiere un partido largo, busca ser infranqueable con su saque en el segundo set, necesita arriesgar, y se destapa con un acelerón en el cuarto juego para probar la entereza de Alcaraz. Sorprendido por un resto que le quita tiempo de respirar, el español cede con dos errores, una volea y una derecha, un ‘deuce’. Pero este Alcaraz va con al confianza subida, y no hay ni un atisbo de vértigo para subir a la red y rematar, y para presionar al rival con una derecha al cuerpo que el estadounidense no se pudo quitar de encima cuando se acercaba a la cinta para rematar. Alcaraz, en modo tranquilidad, control y soluciones, el modo campeón. Está asà el encuentro, más serios ambos contendientes que en otras rondas porque se juegan el pase a la final y ya no hay margen de error, que el tenis se mueve entre porcentajes minúsculos a estas alturas de Wimbledon. Intenta la grada divertirse con los cortados que apenas rozan la cinta y las dejadas que se ponen en juego, sin resguardo alguno del asfixiante calor y el sol inclemente, ni del intercambio duro que se vive en el verde. Tanto como para que el partido tenga que tomarse un respiro para atender a una persona en las primeras filas. Y otra más unos minutos más tarde. Londres no está acostumbrada a 31 grados. Sà lo están Alcaraz y Fritz, aunque hay hielo por la cara y los hombros y la nuca en cada intercambio. Y todavÃa se enciende más el estadounidense porque resta un buen segundo de Alcaraz y, por fin, puede superarlo en la red con un passing fantástico que convierte, por fin, en la primera bola de rotura. Pero no se baja Alcaraz de la nube de la confianza, ni la del saque que ha mejorado durante todo el curso y que lo salva en esta ocasión. Para demostrar quién manda, cierra el punto con una dejada y volea. A Alcaraz le encanta jugar en hierba y aprovecha todos sus recursos, incluso este estilo vintage que ha utilizado él más que nadie (un 10 % de sus puntos han sido saque y volea). Son pequeños avisos de Fritz, apenas siete errores no forzados en diez juegos del segundo set. Armado de paciencia y solidez conforme pasaban los minutos de juego. Pequeñas advertencias para Alcaraz, que habÃa respondido con todo hasta el momento, pero resbala en la concentración en el lÃmite donde ha sido siempre maestro: bajo presión. Con 5-6 y saque, es un resto a los pies que lo sorprende, un revés que se va fuera, una doble falta y una derecha que no controla. Dos bolas de rotura de la que salva una y en la que Fritz lega su etiqueta de sacador y toma prestada la de restador, un set iguales. Juguetea Alcaraz con la raqueta, malabares por aquà y consejos por allá cuando el estadounidense se marcha al vestuario. Charla con su equipo para ver cómo encarar los sets siguientes, aunque ya admitÃan todos en la previa que asumÃan un partido largo de duración y de puntos. Intenta acortarlos el español con el arte de la dejada, que ha visto complicado desbordar a este Fritz entero y crecido desde el fondo. Animan los amigos de Murcia y surte el efecto, que parecÃa un poco dormido el español, pero activa la derecha para levantar a todos del sopor. Acelerón a las esquinas y resto a los pies, y para culminar, dejada y globito perfecto a todo un Fritz y sus 196 centÃmetros. Una rotura de saque, de ritmo, de ánimo, de partido. Alcaraz mecido por la tranquilidad e impulsado por la confianza, navegando sobre la hierba hacia la final. Despertado de la siesta, vuelve a confirmar el crecimiento con el saque, que no es tan potente, pero sà efectivo a las lÃneas y con efecto; el único saque que en este tenis de potencia hace daño de verdad. La superioridad vuelve a la muñeca, juego en blanco para confirmar la rotura y la vuelta al control. Y otro más en el siguiente. Como ha demostrado el español desde su llegada a la élite, este tenis es lo que quiera, cuando quiera y como quiera, por tierra y hierba, y hasta que se acomode en la rápida. De vuelta al inicio del partido, se concede Alcaraz una tregua en los saques que Fritz, rabioso, se permite a 220 kilómetros por hora y colocados. El español tiene el set de su mano y también el saque. Lo que le vale de sobra para acabar con holgura este tercer set que inclina todo a su favor. Este es el mejor Fritz de su vida, pero no es mejor que Alcaraz. Ni por saque ni por resto. Y frustrado, menos aún. Que le bastan un par de enfados al estadounidense para firmar dos dobles faltas y que Alcaraz muestre el colmillo de nuevo, al resto, claro, y para sumar el tercer set cuando se cumplen dos horas de encuentro. Es una mezcla entre Agassi y Federer, decÃa el entrenador Paul Annacone. Se mueve como el suizo, y anticipa como él, por eso brilla como pocos en los acercamientos a la red. 73 % de estos intentos resueltos con maestrÃa. Y a Fritz le empiezan a entrar las prisas, el escozor de no haber sabido templar los nervios un poco más. Hay enfados y gestos cuando antes habÃa una buena gestión de las emociones. Y va renqueante a partir de ahÃ. Saca sus juegos con dificultad, que este Alcaraz ya está pendiente de cualquier despiste para sentenciar, y apenas hace daño en el resto, que este Alcaraz ya está con el acelerador y las ganas de soltar la sonrisa en cuanto confirme su pase a la final. Le queda ya poco para eso. Y poco desgaste sobre todo. Porque el saque es un obús, y si no lo es, alcanza las lÃneas y los efectos para desnortar al rival; y porque al resto va con calma esperando la oportunidad. Tiene una en el sexto juego, que levanta Fritz entre resoplidos. A las dos horas y media se mide el crecimiento a las alturas del estadounidense, que saca con 4-5 para mantenerse en pie, y también con 5-6. Aguanta, a duras penas porque Alcaraz empieza a divertirse, y a soltar la derecha, y a ampliar su repertorio de dejadas, y eso lo hace todavÃa más peligroso, más contundente, más soberbio para entrar en el ‘tie break’. Un ‘tie break’ de maestro, de director de orquesta, de campeón. De gran segundo servicio; de contradejada y globo perfecto, ante 196 centÃmetros de altura, y de puño en alto para hacerse definitivamente con la grada; de saque estupendo y de saque y volea para enmarcar. De mantener la paciencia y detener la euforia de Fritz, empeñado en seguir ahÃ, tres puntos consecutivos y con bola de set y al saque. La importancia del resto. De resistir, de otro buen primer saque y de picardÃa para atacar a los pies cuando Fritz se arriesga hacia la red y tener bola de partido al resto. Al resto. Que vuelve a inclinar. Â