Las islas Diomedes, el último 'muro' entre Estados Unidos y Rusia donde la Guerra Fría nunca terminó: «Nos están vigilando» - Mexico
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Las islas Diomedes, el último 'muro' entre Estados Unidos y Rusia donde la Guerra Fría nunca terminó: «Nos están vigilando»

Publicado: noviembre 8, 2025, 10:39 am

Basta con levantar la vista y ver la otra isla mientras el vaho del aliento se disuelve en el aire helado. En medio del gélido estrecho de Bering, apenas 3,8 kilómetros separan a Estados Unidos y Rusia. Allí, donde los vientos soplan sin tregua y el mar se congela una parte del año, dos pequeñas islas —Diomedes Mayor y Diomedes Menor— condensan siglos de historia, separación y resistencia. En ese punto donde la brújula se confunde y el tiempo se parte en dos, el ayer y el mañana se observan cara a cara en un mundo dividido. E l estrecho de Bering puede parecer un rincón inhóspito del planeta, pero entre sus aguas gélidas se esconde uno de los símbolos más potentes de la historia moderna. Y con el deshielo acelerado del Ártico, este remoto rincón vuelve a ocupar un lugar en el mapa geopolítico. Las Islas Diomedes marcan el punto más cercano entre Estados Unidos y Rusia. En teoría, podría caminarse entre ambas cuando el mar se congela. ABC habló con Tandy Wallack, que ha intentado durante años reunir a las familias separadas por el hielo. Diomedes Mayor, bajo soberanía rusa , tiene poco más de 10 kilómetros cuadrados y hoy está deshabitada, salvo por una estación meteorológica y presencia militar. Sus antiguos habitantes, los inupiat, fueron reubicados por la fuerza en Siberia, en 1948 . Al otro lado, la isla menor -estadounidense- ocupa unos 7 kilómetros cuadrados y alberga una comunidad de unas 80 personas que se han dedicado a la caza de focas y la pesca. En los documentales ‘Bering: equilibrio y resistencia’ y ‘Bering: encuentro familiar’ de Lourdes Grobet y producido por Tandy Wallack, los testimonios suenan como ecos de una historia inconclusa. « No estuvo bien que Rusia nos vendiera, ni que Estados Unidos nos comprara . Los estadounidenses tuvieron una guerra civil por comprar a gente, y con nosotros hicieron lo mismo: «Compraron toda una raza», dice un habitante de Diomedes Menor. «La caza y la recolección de subsistencia, las danzas y los relatos tradicionales siguen siendo parte integral de la vida aquí», explica Wallack, propietaria de Circumpolar Expeditions en Anchorage. «Los cazadores creen que los animales se entregan a la gente, y por eso cada cacería comienza y termina con una oración». Pero la identidad también se erosiona. «Las lenguas nativas se hablan cada vez menos», lamenta. La asimilación cultural es un viento que también sopla fuerte. Entre ambas pasa la Línea Internacional de Cambio de Fecha. Diomedes Mayor está 21 horas por delante de Diomedes Menor. Por eso las llaman «la Isla del Mañana» y «la Isla del Ayer». La distancia entre ambas es estrecha, pero el tiempo entre ellas pertenece a dos días distintos. Durante siglos, las aguas del estrecho de Bering sirvieron de puente natural. Los pueblos inupiat y yupik cruzaban libremente entre ambos lados para comerciar o cazar. Incluso después de que Estados Unidos comprara Alaska a la Rusia zarista en 1867, ambas islas siguieron funcionando como una sola. Todo se trastocó en 1948, cuando la Unión Soviética selló la frontera y reubicó por la fuerza a los residentes de Diomedes Mayor. Las familias quedaron divididas «por una frontera congelada». El aislamiento impuesto por la Guerra Fría convirtió este punto en la llamada ‘Cortina de Hielo’. Durante esta época, estas islas fueron receptor de entradas y salidas de espías a ambos lados. Pero a diferencia de la Cortina de Hierro, este muro invisible nunca cayó. «Había cinco aldeas en la isla de Diomedes Mayor y dos en la menor. Hoy solo queda una, aquí, en la Pequeña Diomedes», relata Wallack. En el documental, un hombre recuerda su infancia: «Nos decían que los rusos eran nuestros enemigos, pero muchos aún se preguntan por qué». Durante décadas, las familias separadas no pudieron reencontrarse. Solo en 1988, con el Vuelo de la Amistad, un grupo de alaskeños viajó a Rusia para visitar a sus parientes perdidos. «Fue una era de relaciones positivas entre Alaska y Rusia que duró unos 25 años», escribió en su libro David Ramseur. Ese breve deshielo volvió a congelarse con el tiempo, y las tensiones regresaron con la llegada de Vladimir Putin al poder y, más recientemente, con la guerra en Ucrania. Wallack ha intentado lo imposible: reunir a las familias divididas por la ‘Cortina de Hielo’. «Durante una conversación con la coordinadora tribal de Diomedes Menor, me pidió ayuda para encontrar a sus familiares reubicados en la región rusa de Chukotka », cuenta. «Tardamos años en conseguir financiamiento, pero finalmente lo logramos«. Sin embargo, el presente impone nuevos desafíos . «Antes podían construir una pista de aterrizaje en el hielo para las avionetas que traían suministros desde Nome. Eso desapareció. Ahora dependen de los helicópteros. El mar está más bravo, hay menos hielo y eso complica la caza de subsistencia». Y añade con preocupación: «Si la escuela local baja de diez alumnos, el Estado retirará los fondos. Pero perder la escuela sería perder el alma de la comunidad.» Una niña de Diomedes Menor en el documental lanza una frase que corta el aire: «Nos están vigilando». Wallack suscribe que esta idea sigue vigente. «Me han dicho que hay unos 100 soldados en Diomedes Mayor vigilando a los habitantes de Diomedes Menor». Otros miran al futuro con incertidumbre, temen que todo cambie. «Si hay un accidente con un petrolero, ¿alguien nos ayudará? Esta es nuestra tierra, nuestra agua, nuestro hogar, nuestra supervivencia», dice un pescador. «Solamente estamos divididos por líneas imaginarias», añade otro mientras recorre el hielo en su cuatrimoto. En medio de las tensiones entre potencias, ha resurgido una idea tan ambiciosa como simbólica: conectar físicamente Estados Unidos y Rusia. Kirill Dmitriev, director del Fondo Ruso de Inversión Directa, propuso construir un túnel ferroviario de 112 kilómetros bajo el estrecho, pasando justo por las Diomedes. La idea no es nueva: desde hace más de 150 años se han imaginado proyectos para unir Asia y América por esta zona. E incluso se mencionó a The Boring Company de Elon Musk. Pero el proyecto parece más un gesto político que una obra real, pero revive un viejo anhelo: convertir la frontera en un puente. Hoy, el estrecho de Bering es una zona con un enorme potencial económico. Las temperaturas pueden descender a 60 grados bajo cero, y cruzar entre ambas islas sigue prohibido. Desde las casas de madera de Diomedes Menor, los habitantes pueden ver claramente la costa rusa. En ese paisaje donde el tiempo se desdobla y los días se enfrentan, el Ártico se calienta, pero la Cortina de Hielo sigue intacta. Las Islas Diomedes siguen siendo el recordatorio más tangible de que el ayer y el mañana pueden estar separados apenas por un estrecho de agua.  

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