Publicado: junio 2, 2025, 9:01 am
«Primer Polonia, primero los polacos». El lema de campaña de Karol Nawrocki, recién elegido presidente de Polonia por un estrechísimo margen frente al alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, es ya un aviso de lo que es su ideología: el país ha elegido el camino nacionalista, trumpista y euroescéptico, con un camino similar al que se había marcado con su predecesor, Andrej Duda. Pero esta elección mete en un problema tanto a la Unión Europea como a Ucrania porque Nawrocki considera que la invasión rusa es «culpa de las élites europeas».
Su orden de prioridades está claro. Empieza por Polonia, sigue por la alianza con Estados Unidos y por último está la importancia de la UE y de la OTAN, un giro en lo que defiende el primer ministro, Donald Tusk, que ha querido colocar al país en primer línea en Bruselas. El Gobierno de hecho se encuentra ahora en un punto también complicado porque en Polonia el presidente tiene poder de veto ante las normativas que aprueben el Parlamento o el Ejecutivo.
Nawrocki es un historiador nacido en Gdansk en 1983. La presidencia es de hecho su último escalón. Su carrera profesional ha estado marcada por su compromiso con la preservación de la memoria histórica y la promoción de los valores nacionales. Tras obtener su doctorado en Historia por la Universidad de Gdansk en 2013, Nawrocki desempeñó roles clave en el Instituto de la Memoria Nacional (IPN), incluyendo la dirección del Museo de la Segunda Guerra Mundial en Gdańsk entre 2017 y 2021. En 2021, asumió la presidencia del IPN, donde se destacó por su enfoque en la historia de la oposición anticomunista y el crimen organizado durante la época precisamente comunista.
«Pongámonos de acuerdo en el Contrato Nawrockiego: cuando diga algo y lo prometa, lo cumpliré», les dijo a sus seguidores en el cierre de campaña, con prioridad en la defensa de «la familia tradicional», bajadas de impuestos, el rechazo al euro como moneda y un nuevo sistema mixto para la elección del Poder Judicial, uno de los elementos que supuso un choque frontal del último Gobierno del PiS con la Comisión Europea antes de que Donald Tusk volviera al poder. Además, su victoria refleja un respaldo mayoritario en áreas rurales y conservadoras, marcando un giro hacia una postura nacionalista en la política polaca.
En un clima político polarizado, Nawrocki supo posicionarse como una figura que, desde fuera del sistema, prometía restablecer el diálogo entre facciones enfrentadas. A lo largo de la campaña, afirmó que su objetivo era “terminar con la guerra civil política” que, según él, ha fracturado a la sociedad polaca. Su narrativa apeló al hartazgo de una parte del electorado ante el tono de confrontación de la política nacional, especialmente bajo un gobierno de coalición liberal que impulsa reformas judiciales, de medios públicos y en políticas sociales. El contexto político en el que ha emergido Nawrocki está marcado por una profunda división entre el Gobierno de Tusk y los posicionamientos más cercanos al PiS.
La Unión Europea tendrá que ver de nuevo un giro hacia lo iliberal desde la presidencia polaca, con dudas sobre la inversión en defensa -elemento decisivo no solo para Tusk, sino también para la UE en su conjunto- o un ‘rechazo’ a la idea de que Varsovia tiene que ser una voz importante en las decisiones que se tomen en Bruselas. Pero lo más rupturista de Nawrocki quizá tenga que ver con la guerra en Ucrania; el foco también se pone ahí porque el país ha acogido el mayor número de refugiados desde el inicio de la invasión rusa. Eso ahora podría cambiar.
En una entrevista con Radio Gdańsk en febrero de 2023, el nuevo presidente polaco afirmó que «esta guerra demuestra que en la lucha contra el mal no hay lugar para compromisos» . Además, señaló que «solo un ciego puede no ver la amenaza por parte de la Federación Rusa» y advirtió sobre el riesgo de repetir los errores de 1939, cuando algunas naciones occidentales sacrificaron a otros países y se dieron la vuelta ante la realidad de la guerra.
Es decir, no rechaza las culpas de Moscú pero considera que Varsovia tiene que ser mucho más pragmática sobre este conflicto. Al mismo tiempo, en los últimos meses ha sido muy duro con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. Nawrocki considera que «se comporta de manera indecorosa hacia Polonia» y sugirió que Ucrania debería revisar su política exterior para evitar tensiones con sus vecinos.
El auge de la derecha radical sigue siendo un factor común en los países europeos, y en Polonia ha resultado ser algo cíclico, con un esquema de división total. El PiS cayó en las últimas legislativas, con la vuelta de la derecha tradicional al mando del país, pero ahora los ultranacionalistas retoman ‘el control’ desde la presidencia. Nawrocki no solo es un reto para el país, sino también para los planes de Tusk, para el papel de Polonia en Bruselas y para el futuro de la guerra en Ucrania; el principal aliado de Kiev quizás a partir de ahora ya no lo sea tanto.