Publicado: enero 17, 2025, 7:24 am
En los países socialistas de Europa Oriental (PSEO), escribió György Márkus (GM), se vivió una interacción e interpenetración difícil de tres economías gobernadas por mecanismos muy diversos y opuestos. La primera, la economía de mando o sistema oficial –en la cual mecanismos de oferta y demanda de los pseudomercados de mercancías y fuerza de trabajo (FT) juegan un papel mayor o menor pero siempre subordinado– tiene una posición absolutamente predominante y determinante, sobre todo en lo referente a la dirección y dinámica del desarrollo económico. Esto se debe tanto a su peso económico preponderante como a que concentra el poder político, lo que le permite restringir y fijar las condiciones para el funcionamiento de las otras economías. Como la economía oficial es en principio incapaz de proveer bienes para una demanda diferenciada y variable, fue necesario complementarla con una segunda economía de empresas privadas que funciona más o menos con principios estrictos de mercado y ganancias que, en algunos países y ramas –servicios, construcción de viviendas y producción y comercialización de bienes semilujosos– adquirió preponderancia. Esta economía incluye pequeñas empresas privadas, talleres artesanales independientes, tiendas privadas, la actividad de cooperativas campesinas en lotes domésticos, así como la muy extendida práctica del pluriempleo y otras varias áreas grises de actividad económica. Esta segunda economía desempeña la función de llenar las brechas entre producción y consumo generadas por la economía de mando. Contribuyó mucho a mejorar la satisfacción de las necesidades de consumo. Al relajar el control sobre actividades privadas (legales y semilegales) de obtención de ingresos, se abrieron canales mediante los cuales una parte muy significativa de la población pudo mejorar su situación a través de su propia iniciativa. Pero este proceso, comenta GM, estimuló el proceso de atomización social que es una precondición para la dominación social incontestada del aparato burocrático. Esto crea diferencias y conflictos, estratifica a población que antes estaba en la misma posición social. Actúa, pues, como mecanismo de fragmentación social. Sus efectos en la economía oficial son paradójicos: la complementa, pero la obstaculiza. Introduce un doble sistema de salarios: el oficial y el privado, aunque en ambos casos el grueso del trabajo es provisto por empleados de las empresas oficiales. El nuevo salario es siempre mayor que el oficial. Este sistema de tarifas duales se extiende a los bienes y servicios de consumo. La segunda economía hace asequibles bienes que no lo eran para la mayoría, de mejor calidad y a precios mucho más altos. El acceso a departamentos para parejas jóvenes es el más importante ejemplo; para poder tener acceso a ellos es necesario obtener ingresos de esta segunda economía. Así, la segunda economía es un círculo en expansión que va minando la productividad de la primera economía. En Alemania Oriental y en Polonia hay dos monedas circulantes: la local y una extranjera, y sólo ésta permite adquirir algunos bienes y servicios. Los trabajadores de la primera economía que hacen tareas privadas (fuera del horario de trabajo) usan herramientas y materiales robados de su trabajo oficial. Los empresarios florecen, dice GM, porque tienen su cadena de contactos, empezando con el ministerio respectivo y terminando con las vendedoras en las tiendas. El resultado es la criminalización de la vida económica, que la población ve como algo normal. A fin de cuentas, la segunda economía ayuda a integrar la producción y el consumo, pero a costa de desintegrar la producción misma, al menos en su aspecto subjetivo: la motivación para trabajar.