Publicado: noviembre 22, 2025, 5:30 am
La Bolsa española no vive en un permanente estado de euforia, pero tampoco ha tenido que enfrentarse durante demasiado tiempo a un invierno financiero. Por otro lado, los descensos recientes han devuelto a primera línea una pregunta que normalmente se evita. ¿Qué ocurriría si el próximo bajista no fuera un susto pasajero, sino un escenario persistente? En ese caso el selectivo español podría tener que demostrar una resistencia que no ha puesto a prueba en muchos años.
No se trata de anticipar una crisis. Tampoco de exagerar un movimiento puntual. Se trata de entender qué pasaría si España tuviera que atravesar un bajista largo en un momento en el que el mercado global cambia de humor con una rapidez mayor de la habitual.
Un índice resistente, pero con memoria corta
La historia reciente ofrece algunas pistas. En 2008, el Ibex cayó más de un 39%. En 2012, en pleno episodio de tensión sobre la deuda europea, llegó a rondar los 6.000 puntos. En 2020, la pandemia provocó un descenso cercano al 15%. Estos episodios fueron intensos, pero relativamente acotados en el tiempo. Tras ellos llegaron rebotes, descompresiones técnicas y periodos de recuperación más o menos lentos. Lo que no se ha visto desde entonces es un mercado bajista prolongado que se extienda durante varios años con presión sostenida sobre las valoraciones y sobre el crédito.
La estructura del Ibex añade matices importantes a este análisis. La composición del índice está dominada por bancos, energéticas y empresas de infraestructuras. Son sectores con ingresos recurrentes y balances sólidos. También son segmentos estrechamente ligados a las condiciones financieras y a las decisiones de política monetaria.
Cuando el dinero es barato, la banca mejora márgenes y el consumo responde. Cuando el dinero es caro, la inversión se ralentiza y la financiación corporativa se vuelve más selectiva. En un ciclo bajista largo estos factores no solo marcan el ritmo del mercado, también marcan el ritmo de la economía real.
El contraste con otros mercados es evidente, aunque no comparable. El S&P 500 se apoya en compañías tecnológicas con capacidad para generar crecimientos de doble dígito incluso en entornos adversos. El Ibex depende más del pulso de Europa, del consumo interno y de sectores donde el crecimiento es moderado por definición. Y en un periodo bajista prolongado esa sensibilidad se vuelve relevante porque determina la velocidad con la que el índice puede digerir movimientos adversos.
Los resultados empresariales más recientes muestran una imagen mixta. La banca española ha registrado aumentos significativos en beneficios gracias a la subida de tipos, algo reflejado en sus últimos informes. Las energéticas han estabilizado ingresos tras un periodo marcado por la volatilidad en los precios. Las empresas de infraestructuras mantienen contratos de largo plazo que actúan como colchón.
Esa combinación aporta estabilidad y, al mismo tiempo, limita la capacidad de expansión en el largo plazo. Si un mercado bajista se prolonga, esta estructura puede funcionar como escudo frente a caídas bruscas, aunque también puede convertirse en un freno para atraer capital nuevo en un entorno global más competitivo.
Las dinámicas internacionales también son relevantes. La desaceleración en Alemania y las dudas en Francia condicionan el pulso económico de la zona euro. España mantiene un crecimiento moderado apoyado en el turismo y la demanda interna. Si el entorno global se deteriorara durante un periodo prolongado, la exposición al crédito y al consumo tendría un papel importante. La resistencia del mercado dependería en gran parte de la capacidad del tejido empresarial para mantener márgenes en un entorno más exigente.
La psicología del inversor también forma parte de la ecuación. En España ha aumentado el número de partícipes en fondos y planes de pensiones. Sin embargo, el perfil sigue siendo conservador. La mayor parte de las carteras combina renta fija, mixtos y productos de riesgo moderado. En un mercado bajista de larga duración, esa preferencia condicionaría los flujos y podría reforzar los movimientos defensivos. La estabilidad del mercado depende, por tanto, de los sectores que lo componen y de la paciencia de quienes respaldan el índice.
El papel del contexto internacional en este análisis es secundario pero útil. Mientras el sector tecnológico global vive una corrección severa y se discute sobre la sostenibilidad de las inversiones en IA, España observa los movimientos desde una posición menos expuesta, aunque no aislada.
El deterioro del sentimiento global reduce la demanda de activos de riesgo y también modera las entradas hacia Europa. El Ibex está respondiendo a esta dinámica con ajustes moderados, aunque suficientes para poner sobre la mesa una pregunta que llevaba tiempo sin formularse.
No se trata de decidir si el índice resiste o sucumbe. La información disponible apunta a una mezcla de fortaleza estructural y vulnerabilidad cíclica. Los máximos históricos muestran que el mercado español mantiene capacidad para atraer capital en entornos favorables. Pero, por otro lado, los retrocesos recientes sugieren que los inversores no pierden de vista un escenario global más incierto.
