Publicado: abril 16, 2025, 9:32 am
A menudo la imagen nos engaña, pero detrás del dinero, el reconocimiento y el éxito, puede haber ocultos problemas que pueden afectarnos a cualquiera. Es lo que cuenta el exfutbolista Andrés Iniesta en el libro que recoge sus memorias, La mente también juega, en el que habla largo y tendido de la depresión por la que pasó.
Este mismo miércoles sale a la venta su libro (Espasa), donde cuenta cómo cuando mejor le iba, sufrió un episodio depresivo severo. Fue en el 2009 cuando todo empezó. «De repente empiezas a encontrarte mal. No sabes el motivo, pero te sientes mal. Un día y otro también. No mejoras», dice sobre cómo empezó a notar los síntomas.
«Te hacen un montón de pruebas médicas y nada indica que exista algún problema, y tú no estás bien. No paras de darle vueltas en la cabeza a esa situación que resulta absolutamente desconocida para ti«, explicaba. La falta de diagnóstico empeoraba el problema: «Ese desconocimiento se agrava aún más con la ansiedad».
Pero las apariencias le obligaban, así que comenzó a tener «una doble vida», la privada, «oscura» y la otra… una mentira. «Cuando estaba fuera de mi casa, era como si estuviera mintiendo a los demás. Ellos no sabían nada. Ni debían saberlo. Por eso, evitaba ciertas situaciones en las que me encontraba incómodo».
El desahogo llegaba en privado: «Entonces, me metía en la ducha y lloraba. Lloraba sin que me viese nadie». La vida aún le tenía preparado un mazazo: la muerte de su amigo Dani Jarque.
«Cuando me lo contaron me quedé helado. Viví unos días terribles, porque Dani era mi amigo desde hacía mucho tiempo. A partir de ahí todo se precipitó… Todo se volvió muy oscuro«, cuenta en La mente también juega.
Sus dos asideros y su salvación fueron el fútbol y su esposa. «Anna me resucitó. Pero lo hizo desde el momento en que la conocí. Fue un flechazo. Me enamoré de ella completamente. Estaba viviendo entonces un período que no era nada agradable, pero Anna me devolvió la ilusión. Fue maravilloso haberme cruzado con ella en el camino», dice Andrés Iniesta. Acabaron casándose en 2012.
El fútbol fue lo que hizo que no se rindiera. «Nunca, ni un solo día, y fueron muchos meses, me dije: ‘No, no quiero ir a entrenar. Me quedo en casa y punto'». Ni en sus peores momentos renegó de su deporte, que le aportaba «un poco de luz».
Y eso, que en medio estuvo el tratamiento químico. «Tal vez empecé muy fuerte con la medicación, quizá demasiado, todo influye, pero sentir que quería ir a entrenar. era como un pequeño y oculto triunfo para mí», concluía el deportista.