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Donde esté un perro que se quite un niño

Publicado: diciembre 17, 2025, 5:00 am

Llevo más de una hora oyendo ladrar al perro de la vecina del sexto. Un ladrido muy molesto como todos los gruñidos perrunos. Pero Dios me libre de hablar mal de los perros, y mucho menos lastimarlos con la palabra o la mirada. Prefiero que me muerda uno a que me detengan por maltrato animal. Hoy día, en nuestras metrópolis caninas comprobamos cada día que hay más mascotas que niños, las primeras según datos de 2024 del INE superan los 12 millones, frente a los 8 millones de menores de edad. Esta incesante presencia de animales de compañía nos plantea nuevos retos.

No me meto con la gente que les pone chubasqueros o pijamas a sus mascotas, incluso Gucci y otras marcas de lujo tienen ropa especial para perros y gatos que se puede combinar con la que llevan sus propios dueños; ni tampoco me meto con los que les llevan de paseo en un carrito parecido al cochecito de bebé, para que el animal no se canse y pueda ver la vida desde unas cómodas ruedas. Ponerle nombre a un perro ya es tan complicado como ponerle nombre a un buen vino: Martínez, Gato Pardo, Lorenzo… Pero si antes se solía marcar una diferencia notable entre ellos y nosotros, hoy, a los animales de compañía, se les ofrece un lugar casi superior en nuestras vidas.

¿Qué nos está pasando? Nos estamos volviendo más tontos de lo habitual o es que el candor y el cariño de algunas mascotas hace que brote nuestra vertiente más ñoña y menos inteligente. Antes, estos fetiches de carne y hueso cumplían una función, no solo eran los paseantes de la casa, eran el perro guardián o el cancerbero del hogar, o el perro lazarillo, o el pastor, o el galgo cazador, o el gato que se comía los ratones… aunque ahora somos nosotros los que nos ponemos a su servicio. Quizás en ningún otro tiempo los seres humanos se afanaron en estar tan al servicio de sus animales de compañía al punto de convertirlo en unas profesiones muy rentables y en una industria multimillonaria.

Para refrescar un poco la memoria, recordemos que existen “niñeras” para animales, guarderías, hoteles, spas para mascotas. Antes, se les alimentaba con la comida que sobraba, ahora existen menús para perros y una creciente industria alimentaria que, aunque pareciera estar abocada al cuidado de los seres vivos, es colosalmente contaminante. Sin olvidarnos de los psicólogos para mascotas, al estilo de un etólogo que estudia la conducta de los animales; los masajistas o fisioterapeutas para perros, los paseadores de canes que ya ganan más que un funcionario público. Lo que también cuesta entender son esos enormes canes que viven en diminutos apartamentos, alguien con sentido común debería evitarlo, para bien del perro, por supuesto, no de los vecinos.

El amor que muchos seres humanos sienten por algunos seres vivos, no humanos, roza lo paranormal, y nunca mejor dicho. Ahí está el caso de Javier Milei, presidente de Argentina, a quien no le bastó con clonar a su perro Conan, sino que contrató a una médium para que le transmitiera los mensajes que quisiera hacerle llegar su mascota “trascendida”. Según parece, el servicio de comunicación interespecie suele ser muy solicitado también por quienes no alcanzan a congeniar con sus mascotas o para quienes las han perdido y buscan, por esta vía, conminarlas a volver a casa.

La famosa frase “cuanto más conozco al ser humano, más quiero a mi perro”, la hemos convertido en un paroxismo febril que nos obliga a replantearnos, en buena medida, nuestras relaciones humanas y perrunas. No reniego de las mascotas y menos después de ver esos vídeos de perros en Instagram que tan buenos ratos nos hacen pasar, pero algo se nos está yendo de las manos. Es cierto, que con su ternura y encanto nos permiten trazar lazos afectivos de menor riesgo; son un espejismo que dulcifica la acritud de la vida urbana y se han convertido en una forma de consenso.

Las mascotas son un tema de conversación inerme, feliz y neutral dentro de un ambiente cercado por las asperezas, la polarización y los ataques entre individuos. Todo eso es cierto, y también que cumplen un sólido papel en la vida de miles de ancianos solitarios. Pero de ahí a preferir irte de vacaciones o a comer a un restaurante en compañía de un chihuahua en lugar de un ser humano de carne y hueso, hay un abismo que no podemos cruzar. Una cosa es que seamos la mejor compañía de nuestros animales de compañía, otra muy distinta y peligrosa es que ellos sean nuestra única compañía.

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