Publicado: noviembre 23, 2025, 5:30 am
Mientras sus fábricas pierden ritmo, el consumo se estanca y los precios de la vivienda siguen en descenso, la demanda internacional por la deuda soberana china se dispara. En menos de un mes, Pekín ha logrado colocar 8.000 millones en bonos internacionales, primero en dólares y luego en euros, con una sobresuscripción récord.
En los parqués financieros europeos, los inversores se abalanzan sobre los bonos chinos como si fueran oro. Y mientras tanto, a más de 8.000 kilómetros, en provincias como Shandong o Hebei, muchas cadenas de producción siguen a medio gas y las urbanizaciones sin vender se multiplican en el paisaje.
La economía china ha mostrado señales claras de fatiga durante 2025. Hasta octubre, la inversión en activos fijos retrocedió un 1,7%, su peor dato desde 2020. El sector inmobiliario acumuló una caída del 14,7%, reflejo de un ajuste prolongado que ya afecta a varios trimestres. La producción industrial perdió impulso y las exportaciones cayeron por primera vez en casi dos años, afectadas por la menor demanda externa y las tensiones con Estados Unidos. Según Julius Baer, el frenazo se acentuará aún más en el tramo final del año. Pero, aun así, los mercados internacionales mantienen su apuesta por la deuda china.
Demanda récord de bonos chinos en Europa
La última colocación en euros ha sido toda una señal. El pasado 18 de noviembre, el Ministerio de Finanzas de China logró captar 4.000 millones de euros en los mercados europeos, con una demanda superior a los 104.000 millones. Esa cifra representa más de 26 veces el importe ofertado.
La emisión se estructuró en dos tramos, a cuatro y a siete años. En el primero, China ofreció una rentabilidad del 3,45% y un 3,75% en el segundo. Son cifras que, sin ser especialmente altas, resultaron más que suficientes para atraer a grandes compradores institucionales, teniendo en cuenta la estabilidad del emisor y el entorno de tipos en Europa.
De hecho, la fuerte demanda ha permitido reducir los costes de financiación. Los intereses finales quedaron muy por debajo de las previsiones iniciales. La rentabilidad del bono a cuatro años se fijó apenas cinco puntos básicos por encima del tipo de referencia del mercado, y la del bono a siete años solo trece puntos por encima. Según datos de Bloomberg, es la mayor demanda que ha recibido China en una emisión en euros desde que comenzó a operar en este mercado.
Este apetito no es nuevo
Dos semanas antes, China había realizado una operación idéntica en dólares, también por 4.000 millones, y logró atraer casi 30 veces la demanda prevista. En ambos casos, los principales compradores fueron bancos centrales, fondos soberanos y aseguradoras. Más del 40% de las asignaciones se concentraron en ese tipo de inversores, frente a un 11% del año anterior. A la vez, la participación asiática cayó del 68% al 50%, lo que sugiere un giro en el centro de gravedad del apetito por los bonos chinos.
Para muchos gestores de carteras institucionales, los activos denominados en euros ofrecen ventajas comparativas en un momento de fuerte volatilidad global. A eso se suma el atractivo de una divisa estable y unos diferenciales de crédito que siguen comprimidos en comparación con otros emisores emergentes. Además, la política de tipos en Europa y la baja rentabilidad de la deuda corporativa hacen que los bonos soberanos de países con estabilidad fiscal como China resulten especialmente interesantes.
Una estrategia financiera pensada para reforzar el poder geoestratégico
La emisión en euros también responde a una ambición de largo plazo. Desde hace años, Pekín busca construir una curva de rendimientos profunda en los mercados internacionales y generar referencias claras para futuras emisiones corporativas. No se trata solo de captar financiación, sino de establecer un marco financiero que permita a las empresas chinas emitir deuda global en mejores condiciones. Para construir esa arquitectura, China ha apostado por emisiones regulares en varias divisas.
Ese movimiento encaja con un cambio más estructural. Aunque a corto plazo la economía muestra signos de debilidad, el gobierno chino mantiene su apuesta por un modelo más estable, basado en inversión energética, desarrollo tecnológico y autosuficiencia industrial.
Las cifras de inversión en energía nuclear, renovables y carbón siguen creciendo, mientras se acelera la construcción de infraestructuras vinculadas al despliegue de centros de datos e inteligencia artificial. En este frente, el país está ampliando capacidades que, según Goldman Sachs, podrían triplicar la potencia energética disponible para centros de datos a nivel mundial antes de 2030.
El contraste es evidente. Por un lado, indicadores clave como el consumo, las ventas minoristas o la confianza empresarial siguen debilitados. Por otro, las emisiones de deuda soberana logran una acogida abrumadora entre inversores institucionales. Esa desconexión puede interpretarse como una señal de que los mercados están mirando más allá del ciclo económico inmediato. La apuesta parece centrarse en la capacidad de China para mantener su solidez financiera en medio de un entorno interno adverso.
Tampoco hay que pasar por alto el componente diplomático. A través de estas emisiones, China refuerza su influencia geoeconómica en los mercados donde opera. En Europa, el contexto actual de fragmentación energética, tensiones comerciales con Estados Unidos y necesidad de inversión ofrece un terreno fértil para que Pekín amplíe su presencia financiera.
