Publicado: noviembre 22, 2025, 2:38 am
De todas las malas noches que uno puede vivir en Las Vegas, la Fórmula 1 ha pasado varias de las peores. En 2023, el año del regreso a Nevada (EE UU) del Mundial más de cuatro décadas después, nadie vio venir que la extravagancia y el lujo obsceno que proyecta la ciudad de los casinos, y que llevó a vender la prueba como la Super Bowl de las carreras, terminaría convirtiéndose en un gran chasco y una lección de humildad. Menos de diez minutos después de arrancar el primer ensayo libre, la tapa de una alcantarilla mal sellada fue succionada por los bajos del Ferrari de Carlos Sainz, que tuvo que abandonar la sesión con el coche medio destrozado. Tras una inspección exhaustiva, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ordenó remover todos los registros de agua para asegurarlos, un trabajo que requirió de un sobreesfuerzo de los comisarios y los voluntarios. El segundo entrenamiento no arrancó hasta las dos y media de la madrugada, obviamente, con las gradas vacías de aficionados, evacuados, según se reportó, “por cuestiones logísticas y de seguridad”. La imagen fue tan extraña como dramática, muy perjudicial si tenemos en cuenta que se pretendía impresionar, pero por otros motivos. “Lo que ha sucedido es simplemente inaceptable en la F1”, soltó Fred Vasseur, director de la Scuderia. El peor estreno posible de un evento al que siempre le acompañó algún runrún que otro, por los precios obscenos que se llegaron a pedir por según qué experiencias, que terminaron siendo ofrecidas a precio de saldo.
