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Veinte años sin Miyagi: el legado de Pat Morita más allá de 'Karate Kid'

Publicado: noviembre 8, 2025, 6:17 am

Han pasado ya veinte años desde que nos dejó Noriyuki «Pat» Morita, pero su figura sigue siendo inseparable del imaginario popular gracias a su icónico papel del señor Miyagi en Karate Kid. Pero, más allá de «dar cera y pulir cera», Morita tuvo una vida intensa, tan fascinante como conmovedora.

Hijo de inmigrantes japoneses, Morita nació en California en 1932 y no lo tuvo nada fácil. De niño pasó largas temporadas en hospitales debido a una tuberculosis espinal que lo dejó prácticamente inválido hasta los once años y, tras una operación en la que le soldaron cuatro vértebras, volvió a aprender a caminar. Fue en esta época de su vida entre hospitales cuando empezó a interesarse por la interpretación: cuando no podía salir a jugar con otros niños, hacía marionetas con sus calcetines e inventaba historias. Fue también en estos tiempos cuando conoció a un sacerdote católico con quien entabló amistad llamado Pat, de quien luego tomaría su nombre artístico.

Después de este duro período algo más duro estaba por llegar: directo desde el hospital, la familia fue llevada a un campo de concentración en Arizona durante la Segunda Guerra Mundial, donde fueron recluidos por ser japoneses. Una experiencia que contaría años más tarde que lo marcó profundamente de por vida.

El actor comenzó su andadura en el mundo del espectáculo en los años ’70, primero como cómico de stand-up y, más tarde, con pequeños papeles en televisión. Fue en 1984 cuando Karate Kid, en la que interpreta a un maestro de karate, lo convirtió en una leyenda y en un icono inmediato del cine de culto.

Morita consiguió imprimirle al señor Miyagi una humanidad y una sabiduría entrañable que trascendió la pantalla y le valió una nominación al Oscar, concretamente por la escena en la que el sensei aparece totalmente ebrio «celebrando un aniversario», y revela que sirvió en el ejército, concretamente en el Equipo de Combate del 442º Regimiento. Aquella unidad, que acabó convertida en la más condecorada de la historia de los EE. UU., luchó en Europa en la II Guerra Mundial y estaba compuesta, en su mayoría, por estadounidenses de origen japonés, muchos de los cuales habían estado en campos de concentración. La línea, aquí, entre la ficción y la realidad se desdibujaba para Morita, quien por entonces acababa de superar un problema severo de alcoholismo que arrastraba desde los doce años, cuando salió del hospital, y cuyo fantasma volvió a atormentarlo varias veces a lo largo de su vida.

Morita, quien ya tenía cincuenta y seis años cuando alcanzó el estrellato, continuó el resto de su vida profesional inexorablemente ligado a Miyagi. Recordado como un hombre lleno de luchas internas, sus compañeros y familiares lo han recordado siempre como una persona cálida y generosa. Sus últimos años los vivió discretamente, hasta que en noviembre de 2005 falleció, a los setenta y tres años, debido a complicaciones renales, cuando acababa de separarse de su tercera mujer, Evelyn Guerrero.

A veinte años de su partida, es recordado con cariño por toda una generación de jóvenes espectadores que lo adoptaron como mentor y que con él aprendieron que la lección más importante es encontrar el equilibrio entra la fuerza y la compasión.

En su panegírico, Ralph Macchio lo llamó «mi sensei».

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