Publicado: julio 1, 2025, 3:30 pm
Conquistada la cumbre, el genio descansa. Induráin ya se encuentra en el lugar que tenía reservado en las enciclopedias del deporte. Sería vulgar analizar sus hazañas desde una óptica puramente deportiva, porque Induráin es algo más que un quíntuple ganador del Tour o el hombre que ha logrado lo que ningún otro. Más allá de las impresiones que produce su comportamiento en carrera, Induráin ha fabricado su propia leyenda, la de un campesino superdotado que se ha convertido en el símbolo del deporte español, gracias a su dedicación, responsabilidad, ambición e ilusión. Es el mejor deportista de todos los tiempos en nuestro país. La comparación no es posible, salvo en el libro de oro del Tour. Merckx construyó su mito sobre la ambición; Anquetil, con la calculadora en la mano; e Hinault, con su astucia. A nadie tiene que imitar Induráin porque es único en su especie. El quinto Tour se cierra con fiesta. Volvió a ganar Induráin. Fue en el Lago de Vassiviere, la penúltima etapa de la carrera, donde el monstruo añadió un nuevo éxito en su hoja de servicios y despejó cualquier asomo de incertidumbre en lo referente a su victoria hoy en París. Salvo causa de fuerza mayor, el navarro no es de los que fallan en el momento clave. Otro español, Fernando Escartín, confirmó su gran estado en el final del Tour. Terminó quinto el aragonés, a 1.46 del líder. El podio queda como antes, con Zulle y Rijs escoltando al español. Induráin no dejó un resquicio a la improvisación en su última puesta en escena estelar. Fiel a su costumbre, saltó de la cama el primero, desayunó con rapidez y se fue directo a la cita. Un día especial. Todas las etapas contra el reloj tienen un significado fuera de lo normal para el español. Cumple un ritual clásico, sin variación desde los últimos cinco años. Ayer se desplazó a un pequeño hotel en Peyrat le Chateau en compañía de Vicente Iza, Sabino Padilla y Eusebio Unzué, su personal de confianza. Lo mismo hizo en el año 93, en el Lago de Madine. Induráin prefiere aislarse del ruido y buscar la concentración y el relajamiento fuera de la circulación. Dos horas de entrenamiento, la comida a las doce y cuarto de la mañana, media hora de descanso y rápidamente al circuito. Es en este tipo de detalles donde Induráin establece alguna diferencia. No se trata solamente de la fuerza de la naturaleza en funcionamiento. Maneja otros conceptos: orden, planificación, trabajo, dedicación, estudio, profesionalidad. «No era un asfalto muy fino, la rueda shamal no se agarra bien a estas superficies; y luego, también, las curvas, que eran bastante difíciles». De esta forma explicaba el navarro la decisión que adoptó respecto a la bicicleta. Descartó la ‘Espada’ y eligió una bici normal. La respuesta fue la misma. Induráin venía anunciando en las jornadas precedentes un buen estado de forma, según propia confesión. En la contrarreloj dio validez a sus palabras. Ganó con más autoridad que en Seraing, en una clara muestra de su fiabilidad cuando está en plenitud. Cuando las energías se acaban y los últimos días se convierten en un calvario para la mayoría, los más fuertes tienen ventaja. Induráin ganó con autoridad. Sólo Rijs estuvo cerca. El danés se revela como un corredor sólido contra el reloj. Conservó su tercera plaza en el podio, a costa de la decepción que supuso para el país francés la derrota de Jalabert. En otro plano se colocó Alex Zulle. El suizo había vuelto al camino del éxito en la contrarreloj esta temporada, pero en el Tour no ha mostrado ese nivel. Ayer lo volvió a refrendar. Terminó sexto, a 1.49 del navarro, y por detrás de gente inferior en este terreno. Uno de ellos, Fernando Escartín. El aragonés se ha convertido en la recta final del Tour en la referencia del Mapei, incluso en una modalidad lejana a sus mejores características.