Publicado: julio 21, 2025, 1:07 am
El municipio almeriense de El Ejido fue el primero en el que Vox ganó unas elecciones. Fue en los comicios autonómicos andaluces de diciembre de 2018, cuando el partido de Santiago Abascal sumó el 11% de los votos y se estrenó en un parlamento. El Ejido rozaba los 90.000 habitantes; el 30%, extranjeros. Y allí Vox, con un discurso que ya hablaba de deportaciones y de «controlar la inmigración en función de la capacidad de los que llegan para integrarse y aceptar nuestros valores», atrajo a más de 7.000 vecinos, el 29,5%.
Hace 10 días, los de Santiago Abascal volvieron al que fuera su feudo. «El Ejido sabe bien lo que es que sus calles se vuelvan hostiles e irreconocibles», dijo su portavoz Rocío de Meer, que se desplazó al municipio almeriense para liderar una concentración en repulsa por el apuñalamiento de un hombre a manos de un inmigrante. «En todos los puntos de España vamos a dar voz a todos esos españoles que [han visto] transformados sus barrios, el rostro de su país», sostuvo, en una afirmación que sintetiza la estrategia que viene ejecutando su partido en los últimos meses. De Torre Pacheco (Murcia) a Salt (Gerona), los de Abascal se suman a la agitación de las calles allí donde saltan incidentes con inmigrantes, en busca de que su discurso cale en esa parte de la población a la que este asunto le preocupa cada vez más. «Queremos ser su voz», afirmó De Meer. Los sondeos dejan entrever los primeros réditos electorales de ese planteamiento.
En el partido insisten en que, cuando contribuyen a la agitación allí donde surgen problemas con migrantes, no lo hacen por «criterios electoralistas». «Son decisiones basadas en principios», reiteran, aunque sí observan -y celebran- que su discurso está calando. Y, así, van a sostener la estrategia. «No vamos a juzgar la forma que tiene la gente de protestar», se escudan, justificando no hacer un llamamiento a la calma ante situaciones violentas como la de Torre Pacheco. «No va a haber una condena de Vox a los vecinos», inciden desde la cúpula del partido, donde consideran «legítimas» las manifestaciones y mantienen su intención de respaldarlas. Creen que, lejos de ser episodios aislados, estas protestas se repetirán en otros puntos geográficos este verano, y su reacción será la misma. No bajarán el tono, porque en las filas de la formación cunde la sensación de que su postura es hoy mayoritaria.
¿En qué se basan? No «encargan» encuestas propias y, aunque siempre reniegan de creerse las que ofrecen los medios, sí las miran con atención. Esta semana distintos portavoces del partido se han hecho eco del sondeo de EL MUNDO que revelaba que el 70% de los españoles respalda deportar a los inmigrantes ilegales o que cometan delitos. En Vox creen que es un aval a su discurso. También analizan la demoscopia del CIS. Por ejemplo, es ilustrativo que el 37,3% de sus votantes sitúa la inmigración en el top tres de problemas que afronta España -solo superado por la crisis económica- y en que, entre los afines al PP, el 15,4% coincide en esta postura. Y en el partido celebran que el CIS pronostique que Vox es el preferido entre los jóvenes, precisamente el grupo de edad que mayor «preocupación» muestra por la inmigración y por el que Abascal está apostando fuerte. Los cabos parecen atarse.
Así, en la sala de máquinas de Vox no se baraja aflojar el discurso migratorio. Al contrario, en estas últimas semanas sus dirigentes se han desplazado casi diariamente a aquellos puntos donde ha habido incidentes para abanderar las protestas. Abascal estuvo en Alcalá de Henares (Madrid) el 6 de julio tras la violación a una joven por un extranjero del centro de menores. Ignacio Garriga, número dos del partido, que en marzo se volcó en los disturbios de Salt por el desahucio de un imán, ha estado estas semanas en distintos puntos de Lérida y Barcelona donde han surgido conatos de enfrentamiento entre locales e inmigrantes. La portavoz en Madrid, Isabel Pérez Moñino, estuvo en Pozuelo y Fuenlabrada frente a centros de acogida, y su diputado canario se sumó a la concentración en Las Palmas después de que un marroquí prendiera fuego a una chica.
El líder de Vox en Murcia, José Ángel Antelo, en Torre Pacheco.
No faltó José Ángel Antelo, líder de Vox en Murcia, que se desplazó a Torre Pacheco incluso antes de que comenzaran los episodios violentos. Esta región es precisamente uno de los puntos donde el partido atisba mayor crecimiento: La Gaceta, diario digital editado por la fundación de Vox, se hizo eco esta semana de una encuesta que pronosticaba a Antelo más del 20% del voto, convirtiéndolo en segunda fuerza. El otro refrendo a su estrategia ha venido de la mano del CIS catalán, que le otorgó una subida de hasta tres escaños, y del andaluz, que le auguró hasta cuatro más. Así, según los sondeos, los de Abascal estarían sacando rédito de su hábito de agitar las calles en contra de la «inmigración descontrolada»: crecen allí donde insisten más en este discurso, de Cataluña a Almería.
Sobre por qué beneficia a Vox hablar de inmigración hay varias tesis. En el partido lo atribuyen a que cada vez más ciudadanos «ven la inseguridad en sus barrios». Pero también creen que es un asunto en el que se distancian del PP y ello les permite exponer su «alternativa». Así, en la sede de la calle Bambú ven con buenos ojos que este debate pase al foco de atención y, ante el endurecimiento del discurso que los populares iniciaron en su congreso de julio -hablaban, por ejemplo de «primar la llegada de aquellos culturalmente cercanos»-, Vox responde subiendo el tono. No temen generar polémicas con sus posicionamientos y celebran que el PP hable ya de deportaciones, aunque reprochan que solo lo pida para los irregulares que delincan.
En Bambú no se arrepienten de que De Meer hablara de repatriar a millones de inmigrantes y dijera «tener todo el derecho a querer la permanencia de nuestros pueblos, de nuestra identidad». Ni se retractan de vincular inmigración irregular y delincuencia. Ni de hacer suyos términos como «reemplazo demográfico» o «remigración», este último importado de la ultraderecha europea y que Vox ya ha plasmado por escrito en su último ideario. La intención es mantener esa línea, defendiendo sus postulados en los parlamentos y en los barrios donde la inmigración suscite debate.