Publicado: septiembre 22, 2025, 1:07 am

Vox marcó un techo histórico en las elecciones autonómicas de aquel 13 de febrero de 2022. El partido de Santiago Abascal aglutinó el 17,6% de los votos de los castellanoleoneses, un resultado que la formación solo mejoraría, en una cita autonómica, en los comicios de la Región de Murcia de 2023 -17,7%-. Aquel porcentaje récord hizo que al PP de Alfonso Fernández Mañueco, que reunió el 31,4% de los apoyos, la ecuación para constituir un Ejecutivo autonómico únicamente le saliera con Vox. Y, así, fue en Castilla y León donde el partido de Abascal entró por primera vez a formar parte de un gobierno.
Cuatro años dan para mucho. La fórmula de poder que PP y Vox definieron en aquella región se extendió, al año siguiente, a cuatro comunidades más, concediendo a la formación la oportunidad de implementar sus políticas. Pero el modelo fracasó meses después, cuando en verano de 2024 los de Abascal abandonaron los ejecutivos autonómicos por sus discrepancias en materia migratoria con los populares. Ahora, la próxima convocatoria electoral en la región donde todo empezó -como tarde será el 15 de marzo- se presenta como una cita clave para Vox: primera llamada a las urnas tras su ruptura con el PP, con Abascal en auge en los sondeos y ante el reto de superar uno de sus mejores resultados históricos.
Sin embargo, si el foco se sitúa solo sobre Castilla y León, el pronóstico del partido se desinfla. La última encuesta conocida, de junio de este año, estimó la intención de voto a Vox en el 13,2% -4,4 puntos menos que en 2022-. La caída ya era de esta magnitud, e incluso mayor, un año antes, tras su salida del gobierno de la Junta. Aunque la decisión de romper con el PP parece haber beneficiado a Abascal a nivel nacional, en Castilla y León aún le penaliza.
La salida de Juan García-Gallardo, quien fuera líder del partido en la comunidad y ex vicepresidente de la Junta, no ha ayudado. Se le nombró candidato en 2022 sin que fuera un perfil demasiado conocido, pero desde su cargo en el gobierno autonómico logró convertirse en una de las caras más visibles del partido. Puso en marcha algunas de las promesas clásicas de Vox -como la reducción de las subvenciones a sindicatos– y sus polémicas propuestas -como la de obligar a los médicos a ofrecer escuchar el latido fetal a las mujeres que quieren abortar- le hicieron un referente de la formación. García-Gallardo abandonó el partido en febrero de este año por «discrepancias» con la dirección nacional. Nunca apuntó a la salida de Vox del gobierno de la Junta como el origen de esas diferencias, aunque sí reconoció que venían de atrás.
Ahora, tras la marcha de quien se había convertido en un peso pesado del partido, Abascal afronta los comicios castellanoleoneses sin un líder regional consolidado. En la formación le restan importancia e insisten en que lo relevante es la «marca»: pese a que Vox se aproximó a un modelo de baronías cuando alcanzó cuatro vicepresidencias autonómicas -introduciendo a estos dirigentes en la dirección nacional-, la ruptura de los ejecutivos le llevó a retomar e insistir en su rechazo a esa fórmula, en defensa del sistema de poder centralizado en Madrid. Así, en Vox quitan importancia a quién será el candidato regional y retrasan su elección hasta el momento en que se convoquen oficialmente los comicios -algo habitual en el partido-.
Pero los rumores empiezan a correr, y surgen varios nombres. Uno es el del presidente de las Cortes de Castilla y León, Carlos Pollán, que se mantuvo en el puesto pese a la ruptura con el PP y hoy es el más alto cargo institucional del partido -junto con sus homólogos en Aragón, Comunidad Valenciana y Baleares-. También suena como posible candidato el portavoz del partido en el parlamento regional, David Hierro, que fue quien reemplazó a García-Gallardo tras su salida.
Este último viene ganando visibilidad, especialmente en las últimas semanas, con su ofensiva contra el gobierno de Mañueco por la gestión de los incendios forestales que arrasaron distintos puntos de la comunidad. En Vox piensan que lo sucedido este verano no necesariamente va a transformarse en un incremento de apoyo hacia ellos -argumentan que, desde fuera del Ejecutivo, no tienen competencias para manejar la reconstrucción de las zonas afectadas-. Sin embargo, sí contemplan que podría perjudicar al PP, propiciando que los de Abascal vuelvan a ser decisivos para formar un gobierno.
Inaugurado el curso político, en Vox ya se han puesto en marcha para las elecciones en Castilla y León. Observan sondeos y analizan la situación en la región, para después diseñar la estrategia de campaña. A menor escala, en las provincias, los primeros pasos ya se dieron hace unos meses, con cambios en varios casos forzados por crisis internas. La mayor se produjo tras la salida del gobierno autonómico, cuando dos de los consejeros que Vox tenía en la Junta –Mariano Veganzones y Gerardo Dueñas- se dieron de baja del partido. Ocupaban cargos en la dirección de la formación en Valladolid y Palencia y tuvieron que ser reemplazados. Y a Vox le surgió otra crisis este año: dos de sus procuradores en el parlamento castellanoleonés, Ana Rosa Hernando y Javier Teira, iniciaron un movimiento crítico con la dirección nacional de Vox, al que se sumaron concejales de varias provincias y que terminó con los dos parlamentarios -y otros dirigentes- expulsados del partido. Hernando y Teira conservan el acta como no adscritos, con lo que Vox tiene dos diputados menos que al inicio de la legislatura -de 13 a 11-.
Así, el partido afronta en la llamada a las urnas de Castilla y León una cita clave. Con el reto de recomponerse tras la salida de su líder regional y las sucesivas crisis internas, aspira a ser decisivo para la formación de un gobierno. A que Mañueco necesite sus votos, para recuperar la influencia y volver a sentar un precedente de cara al nuevo ciclo electoral.