Un plan pionero entre meriendas, fútbol y escapadas a la playa para integrar a los menas: "El prejuicio acaba cuando les pones nombre y cara; todo lo que necesitan, como nosotros, es que alguien les tenga en cuenta" - España
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Un plan pionero entre meriendas, fútbol y escapadas a la playa para integrar a los menas: «El prejuicio acaba cuando les pones nombre y cara; todo lo que necesitan, como nosotros, es que alguien les tenga en cuenta»

Publicado: julio 29, 2025, 10:07 am

Nfansu, Kebba, Ram y Carmo (nombres ficticios para proteger su identidad) llegaron a España, como tantos otros, buscando «un futuro mejor». Los cuatro tienen 17 años, estudian cocina y viven desde hace escasos meses (año y medio a lo sumo) en alguno de los cuatro centros para menores extranjeros no acompañados que tiene la Comunidad de Madrid. Para la inmensa mayoría son simplemente menas. Con los prejuicios que ese título conlleva. Para las familias madrileñas que han decidido darles una oportunidad no son más que Nfansu, Kebba, Ram y Carmo, cuatro chavales que, solos en nuestro país, necesitan un apoyo, un referente cercano, mientras dan el difícil paso a la vida adulta.

Ellos, y otros seis menores más, forman parte de un programa piloto, impulsado por la asociación Familias para la Acogida y la ONG Cesal con la colaboración de la Dirección General de Infancia, Familia y Fomento de la Natalidad del Gobierno regional, que busca facilitar que se integren aquí creando un vínculo que perdure en el tiempo con familias madrileñas.

Desde hace cuatro meses, Juan y Esther, María y David, Rocío y Salomé han compartido parte de su tiempo libre con estos jóvenes -voluntarios en el programa- realizando actividades inviables en las residencias en las que viven. Algunos chavales han aprovechado para aprender el idioma, para merendar en compañía, para pisar un restaurante, visitar alguna ciudad, ir al cine e incluso ver por primera vez el mar… Como Ram, que llegó hace cinco meses de Nepal y está creando una bonita relación con Rocío, que no ha tardado en llevarle a su Murcia natal para que conozca a su familia y también las aguas que bañan su tierra. A la espera de un acogimiento permanente de algún pequeño, ella se ha unido a este proyecto consciente del «salto al vacío» al que se enfrentan estos chicos al cumplir los 18 años, cuando el sistema de protección roza el fin y su situación se vuelve aún más vulnerable al dejar de estar tutelados.

Rocío y Ram ríen en uno de sus encuentros familiares.

Rocío y Ram ríen en uno de sus encuentros familiares.

Por eso esta iniciativa, enmarcada entre las distintas variantes de acogimiento familiar que existen en la Comunidad de Madrid -del permanente al voluntariado-, pone el foco en los menores extranjeros que están cerca de cumplir la mayoría de edad. «La idea es acompañarlos en su proceso de emancipación, y que ese vínculo continúe más allá de los 18, porque a esa edad siguen teniendo derecho a crecer en familia. Y son chicos que un día están en una residencia y al día siguiente en la calle», detalle Jorge Prades, presidente de Familias para la Acogida y uno de los ideólogos de este proyecto, que conjuga el acogimiento con una formación, imprescindible para que los jóvenes puedan conseguir un trabajo con el que lograr su independencia.

Porque una cosa sin la otra no es viable. «Nosotros, que formamos y que hacemos procesos de búsqueda de empleo para estos chicos, hemos visto muchas veces que se caían porque les faltaba un vínculo que les sostuviera personal y humanamente», añade Fernando Morán, coordinador de Cesal y también impulsor de esta idea.

Contra el estigma

Además de integrarlos en nuestro país, evitando que se sientan solos, este programa también busca luchar contra la estigmatización que sufren estos chavales, a quienes se les relaciona sin tapujos con la delincuencia. «Es verdad que cuando pensamos en menas, muchas veces se encienden todas las alarmas. Socialmente hay una mentalidad muy dura. Por eso, nos pareció muy interesante este proyecto. Están aquí y hay que ayudarles. Además, este acogimiento es ligero, porque no hay que llevarlo a casa, sino simplemente tener una relación con él», cuenta Juan, que junto a su mujer Esther han amparado a Nfansu (Gambia) tras vivir otra experiencia similar, y satisfactoria, con una chica que pasó dos cursos escolares en su hogar, donde convivió con sus cuatro hijos.

Esther y Juan charlan con Nfansu.

Esther y Juan charlan con Nfansu.

«Muchas veces se tiene el prejuicio pero en genérico. Cuando tú les pones nombre y cara, no es el mena que viene de fuera. Es una persona concreta, con una historia concreta. Desde el que momento en el que lo conoces haces el vínculo con él porque ya no te es indiferente, ya no puedes mirar para otro lado», señala en el mismo sentido María, que con su marido David están acompañando a un chico marroquí que acaba de cumplir la mayoría de edad y vive en un hostal de la Cruz Roja, uno de los escasos recursos que existen en la capital cuando dejan de estar tutelados por la Comunidad.

«Le hemos llevado a jugar al fútbol», dice él. «Aunque lo más bonito es que celebramos su cumpleaños en casa. Le preparamos una merienda, una tarta y le compramos una taza del Real Madrid con su nombre. Se emocionó porque no se lo esperaba», relata ella. «Realmente no hay que hacer grandes cosas. Todo lo que necesitan, como nosotros, es que alguien les tenga en cuenta», añade tras indicar que, hasta la llegada de su cuarto hijo, han sido familia de acogida de urgencia de bebés y practican voluntariados con chicos de las residencias, a quienes sacan de excursión con frecuencia al campo.

Salomé conoció el sistema de protección de menores hace 38 años de pura casualidad y desde entonces ha estado de una forma u otra vinculada a este mundo, impulsando incluso desde el Ministerio de Sanidad leyes que protegían a estos menores favoreciendo su estancia en familias (y no tanto en centros) e impulsando figuras como las familias colaboradoras y voluntarias, que ayudan a la proliferación de este tipo de acogimientos más light y accesibles frente al vértigo que con frecuencia provocan los permanentes o las adopciones.

A más edad, más dificultades

«Tenemos una deuda con estos niños. La evidencia dice que los que crecen en centros y no en familias no lo hacen con las herramientas que necesitan. A los 15 años es difícil que encuentren una familia permanente o adoptante, y necesitan, cuando salgan del sistema, a alguien con quien pueda ir a cenar en Navidad, a pedir ayuda o a contar que tiene un nuevo trabajo», señala Salomé, que con su marido Álvaro, y a punto de la jubilación, acompaña a Carmo (Guinea Bissau) en su paso a la madurez.

Jorge Prades, María y David con Kebba y Carmo.

Jorge Prades, María y David con Kebba y Carmo.

Para empezar, le ha buscado un club donde practicar fútbol, su deporte favorito. «No te imaginas cómo fue el primer día, cómo lo integraron todos. Viendo lo que ha pasado en Torre Pacheco, me despierta la fe en el ser humano», añade esta mujer, que también ayuda al chaval a prepararse para entrevistas de trabajo y le escucha cuando lo necesita: «Me cuenta sus preocupaciones, de su familia o de cómo fue su viaje de seis días en patera hasta llegar aquí».

Para los chicos ese tiempo que pasan en familia es oro. Y sorprendente. «Yo no pensaba que la vida sería así, pensaba que sería más dura. Pero estoy a gusto en este país», dice Ram con el poco español que ha aprendido en cinco meses, y «entre risas», con Rocío, quien, señala, tiene «la única misión de hacer que se lo pase bien».

Kebba, que está de prácticas en un restaurante en Aluche, tiene claro que todo su tiempo libre es para estar con su familia de acogida. Nfansu, que llegó a España con la idea de encontrar a alguien que lo acogiera, hace lo posible para estar en contacto aunque sea vía whatsapp, especialmente con Esther, a quien tocó el corazón nada más conocerle. Y Carmo, el más tímido de todos, va de vez en cuando por casa de Salomé, para quien sólo tiene palabras buenas.

Son «la envidia» de sus compañeros. «Todos quieren una familia y hacer algo distinto que no sea estar en el centro o salir con los chicos de paseo», dicen sus educadoras, claves también en este proyecto, que muy probablemente se ampliará, porque hay más familias interesadas.

«Todas las personas necesitamos apoyo emocional y para los chicos estas familias van a ser importantes referentes en el resto de sus vidas. Es un acto de generosidad el que hacen», señala la consejera de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, Ana Dávila. Aunque en realidad, dicen quienes saben de esto, el bien aquí no camina sólo en una dirección.

Un hogar en familia hasta los 21 con ayudas extra del Gobierno regional

  • La Comunidad de Madrid prepara, de cara al próximo año, un plan de acogimiento familiar para que los menores tutelados (extranjeros o no) puedan crecer en un hogar hasta que cumplan los 21 años.
  • Actualmente, a los 18 años salen del sistema de protección y aunque existen diversos recursos para cubrir sus necesidades básicas hasta que logren su independencia, la tutela -que es el mayor auxilio-toca su fin al llegar a esa edad.
  • Ahora, Isabel Díaz Ayuso pretende ampliar la edad en que la puedan vivir en familia con un nuevo programa de apoyo por el que éstas podrán obtener una ayuda extra de hasta 5.000 euros al año por continuar cuidando de esos chicos hasta que alcancen los 21.
  • Además del incremento de la cuantía, el plan incluye un seguimiento especializado, con refuerzo del apoyo psicológico y social, del que se beneficiarán aquellas que acojan a mayores de 12 años.

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