Publicado: marzo 9, 2025, 5:07 am
Irene Montero jugaba este sábado en casa. Al fin y al cabo, la Comisión 8M, convocante de la manifestación por el 8-M, es partisana de su labor al frente del Ministerio de Igualdad. Y si hay alguien que en Ferraz no saben por dónde puede salir, además de Carles Puigdemont, es ella. Porque Podemos exprime ser uno de los socios clave del Gobierno para ganar notoriedad a costa de tensar las costuras de la mayoría gubernamental en los asuntos candentes. Tras aterrizar detrás de la pancarta se lanzó en plongée a por los micrófonos: «Deberían preguntarle a la ministra si cree que la transfobia es feminismo», aguijoneó sobre la decisión de la titular de Igualdad, Ana Redondo, de acudir a las dos manifestaciones que desde hace cuatro años se celebran por separado.
En mitad de las 25.000 personas que acudieron este sábado por la mañana a la marcha oficial, un cartón llevaba rotulado en violeta un 8-M con un dibujo de una granada de mano. Hace tiempo que la esfera política le ha adjudicado al feminismo ese papel: el de arma arrojadiza a la que recurren para arremeter unos contra otros. Y así Montero hurgó en las heridas del movimiento, quien aprovechó para agudizar sus diferencias con el Gobierno en materia bélica y migratoria.
«La transfobia y el racismo no son feminismo. Por eso también nos oponemos a ese pacto racista entre PSOE y Junts», insistió en referencia al acuerdo entre ambos para delegar competencias estatales sobre inmigración a Cataluña. A renglón seguido reclamó «al señor de la guerra, que es Pedro Sánchez» el No a la guerra, a cuenta de su propósito de aumentar el gasto en defensa ante la amenaza rusa.
La ministra, Ana Redondo, en la marcha del Movimiento Feminista por la tarde.EFE
Frente a esta confrontación frontal, la nutrida delegación del Gobierno -integrada por los ministros Isabel Rodríguez, Diana Morant, Sara Aagesen, Óscar López y Óscar Puente– abrazó a la ministra de Igualdad. «Somos un Gobierno y gobernamos para todos y para todas. Desde luego yo voy a hacer todos los esfuerzos posibles y estaré esta tarde también en la manifestación», se defendió Redondo. «Es un deber político defender el feminismo en medio de esta coyuntura histórica tan compleja», insistió.
La izquierda estaba preparada para preguntas incómodas al hilo de los escándalos de Errejón, Monedero y Ábalos. Apenas una hora antes del pistoletazo de salida, el PP -abonado ya a la inteligencia artificial- lanzaba en sus redes sociales un clip en el que ironizaba sobre si eran paladines del feminismo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; su mujer, Begoña Gómez; su ex número dos, José Luis Ábalos; o los cofundadores de Podemos, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. «La manifestación que no verás hoy», atacaron los populares desde sus redes sociales, que también anunciaron la participación de una delegación encabezada por Ana Alós en la manifestación del Movimiento Feminista de Madrid, por la tarde.
La ministra Yolanda Díaz en la manifestación del 8-M .EFE
En medio de la crisis de credibilidad de la izquierda con el feminismo por sus últimos escándalos, la ministra de Igualdad defendió el proceder de su formación: «Lo importante es cómo responden los partidos frente al machismo y el Partido Socialista siempre ha respondido ágilmente, apartando a los machistas, exigiendo responsabilidades y desde luego no tolerando esas actitudes. Me temo que otros partidos no hacen lo mismo», opinó. Empuñó también el «retroceso en derechos» con el que «amenazan las olas reaccionarias y negacionistas».
Sobre el vídeo señaló que «demuestra que no sabe estar a la altura ni de las circunstancias, ni de los días importantes en los que las mujeres somos protagonistas», lamentó. Precisamente en un día como aquel, se dieron a conocer dos presuntos casos de violencia machista en Martos (Jaén) y Blanes (Girona).
Aunque vigorosidad del movimiento atraviesa horas bajas, la asistencia a la manifestación de Madrid fue similar al año anterior, atendiendo a las cifras proporcionadas por la Delegación del Gobierno, que cifró en 34.000 las personas que salieron a las calles en la capital. Fue un reflejo de los que acudieron a las 40 convocatorias en toda España. Ahora bien, el significativo aumento de la afluencia a la manifestación del Movimiento Feminista de Madrid -de 4.000 personas en 2024 a 9.500, este sábado- ratificó no sólo la ya consolidada división del movimiento, sino también la aguda fisura en la izquierda. Las polémicas de la política nacional, no obstante, flotaban en el aire sin que los manifestantes se indignaran en demasía. Para ellos era festivo, día de celebración y también de reivindicaciones.
Belarra, Montero y Serra en la manifestación de la Comisión 8M .
Acercándose el final de la protesta de la mañana una mujer portaba un globo con la leyenda: «Errejón, saluda a tu ex afición». Y puede que alguien reparase en la ironía de la desembocadura de la marcha en la plaza de España -donde Jéssica, ex pareja de Ábalos, tenía el piso pagado-, pero nadie quiso darle importancia.
Eso sí, ni los graves escándalos, ni la escisión de las feministas abolicionistas de la prostitución y críticas con la Ley Trans, ni la incesante lluvia fueron óbice para que ciudades como Barcelona, Sevilla, Zaragoza o Valencia se tiñeran de morado. Por toda España se corearon este sábado lemas «antirracistas, antimilitaristas, ecofeministas, propalestinas» y, mayoritariamente, «transinclusivas»: «La lucha será transfeminista o no será», cantaban. Al presidente norteamericano Donald Trump le hubiera entrado urticaria de ver cómo su célebre MAGA (Make America Great Again) se transformó, a cuenta del 8-M, en MFGA («Make Feminism Great Again»). Misivas con mensajes como éste salieron a las calles en una jornada pasada por agua.
Tuvieron más suerte por la tarde. Redondo, cumpliendo con ese «esfuerzo personal» de impulsar la «unidad», volvió a recorrer las calles de Madrid; esta vez junto a pancartas que clamaban por un «feminismo abolicionista», «contra el borrado de las mujeres» y un «feminismo internacionalista» en el que «ninguna tradición esté por encima de los derechos de las mujeres». Allí señaló que «hay que avanzar hacia el abolicionismo», y aunque el MFM valoró la presencia de la ministra, también criticó que «no se puede sorber y soplar al mismo tiempo». Ya sabía la ministra que el camino de la unión es complicado. Con Podemos al choque, más.