Publicado: febrero 15, 2025, 7:07 am
«Eso pregúntaselo a Valentín». «Valiente te lo cuenta, seguro que se lo sabe». «Con el que tienes que hablar es con Valentín». Preguntar en Trubia (Asturias, 1.200 habitantes) por la fábrica de armas, por cualquier detalle de este bonito pueblo a 15 minutos de Oviedo, o por cómo el Juvencia, el equipo de fútbol, llegó a pelear por subir a Segunda División en los años 50, sólo conduce a una persona.
Valentín Álvarez, 57 años y 42 de ellos vinculado a la fábrica -quinta generación de su familia, ojo-, es esa enciclopedia andante. Llega con una carpetina plastificada y empieza a sacar tesoros. El primero, abrumador, es un programa de mano, en cartón y de tamaño media cuartilla, del cine de Trubia en el año… ¡1908!
«Qué te pensabas, aquí hubo cine antes que en ningún sitio en Asturias. Y casino, teatro, farmacia, una escuela de aprendices de la leche… A mediados del siglo XIX aquí había sanidad para todos, cuando no la había en toda Asturias. Los niveles de alfabetización eran muy altos, cuando el analfabetismo era enorme en España. Todo eso trájolo la fábrica de armas».
Y saca una foto aérea del lugar, sorprendentemente nítida, datada en 1863. «La fotografía se había inventado pocos años antes, pero aquí ya se hacía. Trubia no tenía nada que envidiar a los mejores proyectos industriales de Europa. El general Elorza, el que creó todo esto, trajo a los mejores maestros de Francia y Bélgica. El progreso fue tremendo: había formación, había bienestar…», dice Valentín.
Margarita Robles, ministra de Defensa, y Adrián Barbón, presidente astur, en la fábrica en junio de 2023.EFE
«Y había y sigue habiendo muerte, porque eso es lo que se fabrica ahí», dice Javier Arjona, 63 años, que encarna desde hace 40 el antimilitarismo en Asturias. «Pero es verdad que a nadie le interesa meterse con ello, porque da empleo. ¿Los partidos de izquierda? No, tampoco a ellos». La paradoja: la izquierda asturiana, pura tradición obrera, protege lógicamente los empleos de la Fábrica de Armas de Trubia… Mientras observa cómo guerras por todo el globo abren los telediarios. «Es así, no se atreven, miran para otro lado», admite Arjona, minero jubilado.
Y todo esto con Trump forzando a España a gastar más en defensa, ante la realidad geopolítica de que Europa no se defiende a sí misma -«herbívoro en un mundo de carnívoros», decía Borrell-, y es el ‘Amigo Americano’ quien nos saca las castañas del fuego frente al Putin de turno.
Lo dicen los periódicos -«La defensa será el segundo gasto público por encima del paro hasta 2029 para cumplir con la OTAN«, tituló éste recientemente-, pero también lo ve Valentín Álvarez desde dentro de Santa Bárbara: «Hace años que tenemos mucho contrato, y ahora con Ucrania parece que todo el mundo se ha dado cuenta de la necesidad de invertir en defensa».
Trubia, que llegó a contar 12.000 habitantes en su apogeo de los años 50, tocó fondo con 800 justo cuando Aznar despachó la empresa estatal Santa Bárbara a la multinacional estadounidense General Dynamics. Aznar vendió por cinco millones de euros -«Vamos, la regaló», dice Toño Huerta, geógrafo trubieco especialista en patrimonio industrial-. Una venta «ruinosa» para una firma que, por ejemplo en 2022, facturó 315 millones.
Todo el sector español, octavo exportador mundial de armas, facturó 12.000 millones en 2023, un 1,3% del PIB, lejos del 2% que pide la OTAN y del 5% que verbaliza Trump. El negocio va al alza y Trubia, que las ha visto de todos los colores, ve venir el maná.
«En aquel tiempo, en 2000», dice Valentín, «no se tuvo en cuenta hasta qué punto es estratégica esta industria. Eran los vientos del momento, pero Alemania o Francia fueron listos, mantuvieron sus negocios, y ahora España quiere recuperarlo deprisa y corriendo: hay contratos internacionales enormes a los que no puedes acceder si no tienes industria propia».
El Estado, que lleva un tiempo intentando recomprar Santa Bárbara a través de Indra, de momento ha montado ese proyecto de ‘campeón nacional’ en el consorcio Tess Defence, con ambas firmas, Escribano y Sapa. «Los países están presupuestando dinerales salvajes para los próximos 30 años y España apenas tiene con qué competir». Santa Bárbara, que llegó a contar 11 fábricas, hoy tiene sólo dos, aquí y en Sevilla.
Cae el inevitable ‘orbayu’ sobre Trubia, que «no era más que cuatro casas», dice Toño Huerta, cuando se instaló aquí la Fábrica de Armas en 1794. La ‘culpa’ la tuvo la Revolución Francesa: «Las fábricas estaban en zona vasca, demasiado cerca de la frontera, tuvieron miedo de que la onda expansiva de la Revolución se las llevara. Se buscó un sitio con abundancia de materia prima y agua… Y fue este. ¡Era provisional! Y 231 años después aquí sigue». Familias vascas enteras fueron ‘transterradas’ aquí, «se trajeron hasta los toponímicos: a la zona al otro lado del río hasta se le dio nombre en euskera».
El gran empujón «lo dio Elorza, entre 1844 y 1867″. Uno cree ver en la ‘miniciudad’ que el general hizo germinar en torno a la fábrica uno de esos proyectos de socialismo utópico tan del siglo XIX. Valentín: «Fue el primero que se interesó por las condiciones de los trabajadores, se dio cuenta de que su salud era la salud de la fábrica. Además de poner la producción en niveles europeos. Fue un completo visionario, hoy olvidado».
En la Guerra Civil la Legión Cóndor bombardeó el pueblo, «pero respetó la fábrica». Su director entonces, José Franco, protagonizó una historia como de Chaves Nogales. Primero los republicanos le pidieron armas para luchar contra Franco, no se las dio, y la legalidad republicana le juzgó y absolvió por ello. Luego negoció la entrega sin derramamiento de sangre de la fábrica a los nacionales, que procedieron a ejecutarle. «Hay mucha historia aquí», dice Toño Huerta, «hasta los cinceladores de los leones de las Cortes salieron de Trubia».
¿Y la paradoja moral? ¿Antimilitarismo en Trubia? Habla Javier Arjona, que se manifestaba hace escasos días en Gijón con la plataforma Asturias Con Palestina: «En los 90, con la objeción de conciencia, sí hubo movilizaciones. Luego… Ya nada. Es verdad que nosotros, desde la Coordinadora Asturiana de ONG, siempre apoyamos a los trabajadores. Pero también decimos que hay estudios que indican que el gasto de un empleo militar da para cinco trabajos en cualquier otro sector».
Riqueza y a la vez destrucción, la larga historia humana. La misma Trubia en la que se hacen blindados para la empresa israelí Elbit, según el Centre Delàs de Estudios por la Paz, acaba de llegar de nuevo a los 1.000 trabajadores (100 nuevos indefinidos en el último año) y no para de recibir contratos, el último de Letonia.
«Si no se hacen aquí, las armas se van a hacer en otro sitio», dice Valentín, y mira socarrón por la ventana. «Y muchas son disuasorias, sirven para que no nos peguemos… Pero la realidad es que el hombre lleva a palos con el hombre desde que el mundo es mundo, y eso no lo vamos a cambiar nosotros».