Publicado: mayo 28, 2025, 10:07 pm

En su información de ayer, Urreiztieta incluyó dos apuntes llamativos. El comandante Villalba anota que la emisaria socialista Leire Díez buscaba trapos sucios del fiscal Luzón; ella cree que será nombrado fiscal general del Estado si Feijóo consiguiese gobernar -aunque añade que sólo habrá elecciones antes de 2027 «si Ábalos quiere»-. El segundo apunte enseña que la organización no da puntada sin hilo. Díez quiere desacreditar a Balas, responsable de la investigación a la mujer y el hermano de Sánchez. Díez, crecida, asegura que Repsol pretende contratar a Balas y, según Villalba, Díez duda si «frenar el fichaje» o abalanzarse sobre Balas después de su contratación y «matar dos pájaros de un tiro provocando una brecha reputacional» en Repsol.
La retorcida consideración de Díez completa la percepción del caso Begoña Gómez, donde convergen dos ejes, el ramplón y el hampón. El ramplón es el convencionalmente admitido desde el inicio: el complejo aspiracional de Gómez le impulsó a maniobrar para obtener dudoso prestigio social y hacer negocios propios de su ambiente y orígenes. El eje hampón invierte la carga de la prueba: quizás, Sánchez utilizó a Gómez para sumar a la organización a algunas empresas, que picaron, hicieron pequeños favores, obtuvieron algunos otros y se zambulleron en el pacto de silencio. Recuerden el piano de Rhodes para celebrar el advenimiento de la España «verde y digital» en octubre de 2020 a cuenta de los fondos europeos: «Puta tonelada de pasta», tuiteó el músico. Los empresarios se entregaron chispeantes a la suculenta melodía. Hace unos meses, Imaz, CEO de Repsol, consideró «demagógico y populista» el impuesto a las compañías energéticas.
Díez -que se acompaña en otras citas del empresario Dolset, investigado por fraude e incorporado como colaborador al laboratorio de extorsiones- ofrece al comandante Villalba, investigado por encriptar los teléfonos y proteger a la trama de los hidrocarburos, un ascenso en la Guardia Civil. Peinado, que instruye la causa contra Begoña Gómez, sabe de qué va esto: rechazó custodia policial en su último desplazamiento a La Moncloa para tomar declaración a Bolaños. Murtra, ex presidente de Indra, hoy en Telefónica, declaró ayer ante el juez sobre este asunto y reconoció haberse reunido «por cortesía» con Gómez: «Diría que una, pero no sé si más» veces.
Sánchez ha forjado un sistema de servidumbres e intercambio de favores en dos niveles que piensa que puede sostener si consolida un sistema clientelar en un tercer nivel -el social-. Los dos niveles son Gobierno y sus socios y partido. Los balbuceos de la vicepresidenta Díaz -ante la pasmada y turbada Aagesen– mostraron ayer el resultado perfecto de la aleación entre inanidad y arribismo. Los ministros encubren. Ya se escribió aquí que Sánchez erigió un partido paralelo, el sistema de premios y recompensas exigía ruido, vocerío en redes y sumisión inescrupulosa: algún exceso, renuncio, prueba de fe que convirtiera al meritorio y promovido en captado. La organización atrapa e impone la omertá. «Si Ábalos quiere», precisa la recién expedientada Díez, arquetipo de activista digital que trepa decidida y sin freno en la corporación. Ninguna de las tramas es independiente de la anterior y todas confluyen en la fría noche de Barajas, por eso Díez dicta al empresario Hamlyn: «Aquí hay varios objetos que interesan, no sólo Balas». El silencio ya se oye y todavía no se ha roto.