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Si tú no, ¿entonces quién, Esteban?

Publicado: noviembre 7, 2025, 12:07 am

Actualizado Viernes,
7
noviembre
2025

00:06

Una imagen retrata una época. Garry Kasparov atiende a la prensa con un jersey claro de cuello vuelto y la casualidad quiere que, tras él, un cartel rece: «Si tú no, ¿entonces quién?». Es 1984, cuando con 21 años se enfrentaba a Anatoli Karpov en el «match de nunca acabar». Aquel mundial se llamó así porque, cuando Kasparov tenía agotado a su rival, las autoridades soviéticas forzaron la suspensión sin ganador. El escándalo fue mayúsculo, pero la suerte estaba echada, porque también lo estaba la de la URSS.

«Si tú no, ¿entonces quién?» tiene origen en el Tratado de los Padres, una recopilación de enseñanzas éticas del judaísmo. La adaptación moderna, especialmente durante la Perestroika, es una apelación a la responsabilidad individual, que es lo que Kasparov encarnaba frente al colectivismo de Karpov, criatura del PCUS. Como el eslogan, Kasparov tiene ascendencia hebrea. Su madre le cambió el apellido del padre, Weinstein, para que el antisemitismo no le perjudicara. La foto del ajedrecista y el cartel acumula todas las contradicciones que anticipan el colapso de un régimen.

Ganó el mundial al año siguiente y, en 1987, ya invencible, revalidó el título en Sevilla. En 1991 acudió al torneo más fuerte de la historia, celebrado en Linares, donde Vasili Ivanchuk lo arrasó. Tenía 22 años, los mismos que Kasparov cuando ganó a Karpov, y Ucrania, su país, lograría ese año la independencia. Le trituró en sus terrenos, la defensa siciliana. La memoria me falló estos días y creí que había sido con el ataque Marshall de la apertura española.

Kasparov, bajo el cartel que reza "Si tú no, ¿entonces quién?"

Kasparov, bajo el cartel que reza «Si tú no, ¿entonces quién?»

Marshall fue un estadounidense brillante, campeón del mundo oficioso, que murió emparanoiado en una bañera. Ivanchuk, genio despistado, no alcanzó el título mundial. Pero Kasparov lo conservó 20 años, adelantó la caída de la URSS, el dominio de la inteligencia de silicio y la reconstitución de la dictadura por parte de Putin, cuando todos lo menospreciaba. Nunca nadie ha identificado como él la tiranía del poder, adoptase la forma que adoptase, ni se ha negado tanto a ser su cómplice.

Las primeras tres sesiones del juicio contra el fiscal general del Estado han servido para retratar al poder abusando del individuo. La situación tributaria del ciudadano González Amador salió de la custodia de quienes debían velar por su secreto -Hacienda y la Fiscalía de Madrid- para llegar a la Fiscalía General y al Palacio de la Moncloa, y transformarse en un instrumento colectivo de desestabilización de su pareja, Isabel Díaz Ayuso.

No hace falta ninguna prueba más para desenmascarar a Álvaro García Ortiz como el comisario político del Gobierno que lo nombró. Sí, en cambio, para saber si se le puede condenar por revelación de secretos. En el intento desesperado de evitarlo, otro fiscal y el abogado del Estado interrogaron a Esteban Urreiztieta, subdirector de EL MUNDO y autor de la exclusiva sobre las negociaciones de Hacienda con la pareja de Ayuso. Digo «exclusiva», porque fue como se refirió a ello la Fiscalía, y no «bulo» o «tergiversación», vocablos ya abandonados hasta por la defensa de García Ortiz, porque llevan la culpa implícita en ellos. Justificar el fin (contrarrestar una supuesta falsedad) por encima de los medios (el derecho de defensa de un ciudadano) conduce directamente a la cárcel.

Como la veracidad de la información ya no la cuestiona nadie con toga, los esfuerzos del régimen están concentrados en hacer creer que los datos de González Amador no estaban en el poder exclusivo de la Fiscalía, sino en el ecosistema periodístico afín al Gobierno. Para ello hay que tragar con que, en una ciudad donde un secreto no aguanta un semáforo en verde, decenas de informadores guardaban en el congelador el golpe de gracia contra ese diablo con tacones que, para ellos, es Ayuso. Sin percatarse de que ello les convierte en figurantes del atropello.

Ellos verán, si no quieren ver lo obvio: que es probable que González Amador haya cometido delitos fiscales, que el jefe de gabinete de Ayuso es un manipulador indecente, pero también que el Gobierno ha reventado los derechos de un ciudadano con el fin de derribar a una rival y que, independientemente de su conducta vergonzosa, sólo habrá condena para el fiscal general si encaja en un tipo penal. Y que quién entonces si no tú, Esteban, un periodista de verdad, iba a poner a todos a bailar.

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