Publicado: octubre 29, 2025, 9:07 pm
La agonía del sanchismo es como el tazón de cereales de nuestra infancia: en realidad no quieres que se acabe nunca. Por eso estas últimas sesiones de control (¿cuántas quedarán? ¿trece? ¿diecinueve?) hay que llevárselas despacio a la boca, saboreando el copo de maíz inflado recubierto de chocolate industrial, ralentizando la ingesta con la melancolía anticipada de un subgénero literario que hemos practicado jubilosamente y que va tocando a su fin: el de la narración del cinismo político desorejado. Unos años delirantes donde todo fue científicamente mentira. Una plaga de desvergüenza que no sabremos si ha puesto huevos hasta que nazca otro gobierno.
Mientras salimos de esa duda entomológica Pedro se afana por seguir pareciendo un presidente hasta el final, y ese esfuerzo heroico nos emociona como una carrera extra de Valverde cuando el Madrid va palmando. No porque la jugada vaya a acabar en gol, no porque Pedro vaya a conseguir sonar presidencial a estas alturas sino porque tendemos a respetar todo derroche de pasión a condición de que sea sincera. Y la pasión de nuestro eterno concejal madrileño por apurar la vida de presidente del Gobierno es verdaderamente inextinguible. He aquí un hombre que no negocia con su pulsión más íntima: se abandona a ella por entero. Ese afán palpitante es la única molécula de verdad que queda en él, su mero yo desnudo que él luego viste con sucesivas capas de falsedad variable.
En el día del aniversario de la dana se inventó el personaje de líder compungido, incapaz de responder a la oposición porque la totalidad de sus pensamientos está ocupada por esas mismas víctimas que hace un año exacto dejó enfriarse en el barro con tal de asaltar Televisión Española y ver arder a Carlos Mazón, que contribuyó al sabotaje fallero de sí mismo con entusiasmo. Mal alumno del manual de resistencia, pero alumno al fin, el todavía presidente de la Generalitat ensayó en las Cortes valencianas el mismo truco que su maestro asegurando que no era día para la confrontación. Menuda jeta.
La retórica del pucherito gubernamental fue de una desfachatez sublime. De pronto la bancada azul se había convertido en una sucursal de Cantora: certamen de copla con dinero público. La única que desentonó, una vez más, fue Yolanda Díaz. El disfraz de Bernarda Alba lo había clavado: la chaqueta de luto riguroso, el rouge trémulo en los labios, la frente surcada del mismo dolor que la Virgen de las Angustias en lo alto de una estación de penitencia. Pero cuando tomó la palabra no supo contenerse y acusó directamente al PP de tener «229 muertos a sus espaldas». La hipérbole es tan disparatada que hasta bloquea la indignación. ¿Significa entonces, ascendiendo por la escala competencial del argumento, que Pedro es el asesino de los 120.000 muertos pandémicos? ¿O que Page solo ha matado a los seis de Letur? Pero dejemos a doña Yolanda sumirse en su propio duelo, este sí pertinente, porque ella es la única responsable de la muerte de Sumar.
De modo que Sánchez corrió al burladero del aniversario trágico para no contestar a Feijóo, pero súbitamente dejó de ser 29 de octubre para atender cortésmente al PNV, que habló de inseguridad, y a Podemos, que habló de vivienda. La clamorosa incongruencia fue denunciada por Ester Muñoz, que todavía no ha comprendido que ni los androides sueñan con ovejas eléctricas ni la conciencia de Pedro fue diseñada para experimentar algo parecido al alipori. De hecho, no fue diseñada. El prototipo salió de fábrica con los resortes morales sin montar.
Fue divertido observar a María Jesús Montero tratando de imitar la solemnidad impostada de su jefe. «Nosotros no estamos en la bronca sino en la utilidad de la política», dijo la ministra de Hacienda sin presupuestos. Luego presumió de ayudas: de cada 100 euros cobrados por un damnificado, afirmó sin despeinarse, 85 han salido de las arcas del Gobierno. Pero el cronista amaneció en las calles de Paiporta este miércoles con un micrófono de Cope, y las cuentas que me hizo Mara en su casa reconstruida de Paiporta no son precisamente esas: ella solo ha visto los euros de Cáritas y de la Generalitat. El Gobierno -contaba Mara con los ojos ya secos de llorar- paga más bien a través del Consorcio, y la pelea con los peritos está desmoralizando a esos valencianos por los que tanto suspiraba el presidente en el hemiciclo. Que luego no se extrañe de cómo es recibido sobre el terreno.
Este jueves en el Senado veremos al Pedro de siempre. Lo preferimos así, lanzando dentelladas a la oposición, antes que fingiéndose el corderito de Zurbarán relleno de argumentarios generados por IA. Si necesitan empatía, que la pidan.

