Publicado: abril 9, 2025, 1:07 am

Diario poco sospechoso de bailarle el agua a lo woke, el Wall Street Journal considera que el orden mundial que conocíamos hasta el anuncio del tarifazo de Trump no volverá a ser el mismo y que nos adentramos en un mundo más conflictivo. Un escenario que perfila el ensayista inglés John Gray, un pesimista anti-pinkeriano cargado de razones, en su reciente ‘Los nuevos Leviatanes’, en el que habla de una «anarquía global» que va a sustituir la globalización y en la que el resultado de la lucha por la hegemonía será un mundo sin ninguna superpotencia clara.
Países como China, una declinante EEUU, Rusia o India competirán a través de relaciones bilaterales con otros estados a los que intentarán seducir y/o someter con su mayor poder económico y/o militar. Una abrupta transición del multilateralismo a una lucha tecno-medieval entre estados-nación.
Este nuevo orden mundial interpela a la UE, un anómalo pero exitoso experimento supranacional, reducto de la democracia liberal. Aquello que los nuevos autócratas quieren destruir. No es casual que la beligerancia de Trump contra Europa, rayana en la obsesión, hasta el punto de presentar a la UE como un invento para dañar a EEUU, apesta igual que el odio de Putin a Europa.
Esta convergencia de Washington y Moscú obliga a los 27 países de la UE a dejarse de dudas existenciales y decidir si apuestan por convertirla en una gran federación que actúe como un Estado, lo que pasa irremediablemente por reforzar la unidad política -eliminando el derecho a veto de los países- y por la unidad fiscal. O bien, si desandan el camino y las naciones recuperan soberanía.
Por el momento, el mensaje de Bruselas es el cierre de filas. Un «más Europa» que, sin embargo, exhibe matices y grietas. Algunas muy burdas como la Hungría de Orban y la Eslovaquia de Fico, alineadas «patrióticamente» en el eje Putitrump. Otras menos llamativas pero que en la UE causan preocupación, como son las relaciones bilaterales que Sánchez está forjando con China de la mano de Zapatero, el ministro de Asuntos Exteriores Inconfesables (AEI). Así como de la fuerza que tiene la narrativa rusa en el seno del Gobierno que está obstaculiza el 2% del PIB para defensa.
Con todo, la inquietud en Bruselas no se limita al PSOE: el PP también está bajo lupa, particularmente de los conservadores alemanes a los que la victoria de Merz les ha devuelto capacidad de mando. A la CDU le inquieta la cercanía del PP con Vox, un partido al que sitúan entre los enemigos de la democracia europea, y consideran que Feijóo debe aplicar la doctrina de la UE, que aboga por los pactos entre socialistas y conservadores. Seguir el ejemplo de su actuación en Alemania, donde Merz pactó con socialistas y verdes para aislar a la putitrump AFD.
No deberían ignorar PSOE y PP la preocupación de Bruselas. El rearme moral, político y armamentístico de la UE, ante amenazas externas pero también internas en forma de nacionalpopulismo, las dos grandes familias políticas europeas, la socialdemocracia y el liberal conservadurismo, constructores del estado del bienestar, van a reforzar su colaboración y pactos. La «gran coalición».
Un nuevo paradigma en el que la guerra civil de PSOE y PP, apoyándose en sus respectivos satélites radicales y populistas, será, más y más, una incómoda anomalía: el regreso de España como problema en cada gran crisis de Europa.