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Sauna Bar, el conflictivo prostíbulo 24 horas de la familia de Begoña Gómez en Castellana 180: «Las chicas salían drogadas y medio desnudas»

Publicado: julio 12, 2025, 6:07 pm

9:30 de la mañana del 9 de mayo de 2007. Agentes de Policía acuden al prostíbulo situado en el número 180 del paseo de la Castellana, después de que un camarero estrellara un vaso de cristal contra la cabeza de un cliente al que intentó cobrar 400 euros por tres copas. Este es uno de los numerosos episodios documentados en el Sauna Bar, un local conflictivo que durante décadas permaneció abierto las 24 horas del día y cuya existencia ha cobrado una inusitada relevancia tras la intervención de Alberto Núñez Feijóo en el Congreso, acusando a Sánchez de ser partícipe «a título lucrativo» del «abominable» negocio de la prostitución vinculado a la familia de Begoña Gómez.

Durante casi tres lustros, los Gómez Serrano levantaron un imperio de locales relacionados con el sexo en Madrid y otras provincias, con nombres como Sauna Adán, Sauna Maika, Sauna Princesa (para un público gay) y Sauna Bar de Castellana 180, de prostitución femenina. Sabiniano -padre de Begoña Gómez, quien en 2006 dio un paso atrás y en 2013 vendió todas sus participaciones– y sus hermanos canalizaron estos locales a través de sociedades como San Bernardo 36 SL o RE 121 SL.

En el caso de Castellana 180, el local se granjeó fama de «exclusivo» y operó de forma ilegal durante los noventa hasta su clausura en 1996 por parte del Ayuntamiento, a causa de la falta de licencias y las «numerosas denuncias de los vecinos».

«Enseguida consiguieron otra. Protesté en la junta municipal, me dijeron que habían pedido una licencia nueva y volvieron a las andadas», recuerda el administrador de la finca.

Oficialmente registrado como «sauna con bar» en 1997, el local escondía una actividad de prostitución que alteró la convivencia en el vecindario. Testimonios de residentes, exempleados y reseñas en internet lo describen como un espacio «decadente, insalubre y conflictivo».

Una impresión que no comparte Lola, gerente del Sauna Bar entre 1997 y 2015: «Nunca lo sentí como conflictivo», asegura a ELMUNDO, aunque admite que le dejaron a deber cuatro meses de sueldo el último año.

La plantilla la formaban hasta 15 mujeres, principalmente de origen eslavo y latinoamericano, muchas de ellas mayores de 30 años. Las tarifas por servicios sexuales partían de los 120 euros por media hora, aunque varios clientes protestaban que el local inflaba la factura con copas a 30 euros. «Si te descuidas, te sacaban 300 euros en diez minutos», reza una reseña de la época, que describe una clientela de «cincuentones barrigudos» que «eran despachados por una camarera rusa que los trataba como cubos de basura en descomposición».

El local en la actualidad.

El local en la actualidad.E.M.

Un ambiente hostil que conserjes y vecinos recuerdan bien: «Las chicas salían drogadas y medio desnudas. Había peleas, malos olores, gente tirada en la puerta… Incluso un día vino una señora en un Bentley a sacar a su marido, que llevaba horas encerrado y no podía ni andar», rememoran. Su impacto fue tal que bares cercanos modificaron sus horarios para no coincidir con la clientela del prostíbulo, y bromeaban con que «abría 26 horas al día».

Según su gerente, en la gestión diaria del local estuvieron implicados los hermanos Enrique y Conrado Gómez Serrano. Sobre Sabiniano -a quien ella se refiere como «Sabi»-, afirma que «no participaba en el día a día» y que se encargaba de los negocios en la zona centro.

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