Publicado: abril 26, 2025, 8:07 am

Quienes están en el día a día de los gobiernos explican que en el hacer de un Ejecutivo suceden con cotidianidad situaciones derivadas de disfunciones, errores, falta de comunicación… Y que, en la mayoría de los casos, no salen a la luz pública, se solucionan y aquí no ha pasado nada. Pero cuando saltan a la esfera pública suelen generar tensiones y crisis. Así sucedió esta semana con el contrato de 15 millones de balas por valor de seis millones a una empresa de Israel. Después de que Pedro Sánchez tomara las riendas del «problema» y desautorizase a Fernando Grande-Marlaska, titular de Interior, el departamento que formalizó el contrato, la hoja de ruta pasa por lanzar una operación para no matar al ministro, rebajarlo todo a un mero «error» y no hacer sangre del titular de la cartera.
«Fue un error», defienden fuentes del Gobierno, pese a que las personas consultadas explican que en La Moncloa no tenían conocimiento de que este contrato, que se dijo que se iba a rescindir, se formalizó en plena Semana Santa. Consideran que no hay premeditación ni «traición» y que todo se debió a un «error en el proceso administrativo». «Fernando no ha traicionado a nadie. Es más, es una persona de confianza del presidente», retratan distintas personas del Ejecutivo. Pero es innegable que la figura del ministro del Interior sale muy herida de este trance. Hasta última hora, incluso cuando en La Moncloa ya se admitía que se buscaban fórmulas para rescindir el contrato, Interior insistía en que todo seguía «adelante» porque no se podía revertir. La desautorización de Sánchez evidenció lo contrario.
Las personas consultadas por este diario reconocen que en La Moncloa existe malestar con Marlaska, con su departamento, por este capítulo. Evitan centrar los focos en él y señalan a la cadena del procedimiento administrativo en un asunto tan delicado, pero inevitablemente la marca queda para el ministro. «Hay enfado sí, pero no deja de ser un error», dicen. Hay un intento de salvar a Marlaska, auparle por una escalera de emergencia para que no se queme más en este fuego, porque de hacerlo también podría quemarse Sánchez. Las fuentes gubernamentales consultadas no prevén que el presidente del Gobierno cese al ministro. Fuentes de Interior tampoco contemplan la dimisión de Marlaska. Creen que aguantará y que sólo dará un paso al lado si se lo pide el jefe del Ejecutivo.
Sánchez no suele poner el foco en un ministro de forma inmediata, para señalarlo, quitándoselo de en medio. Sí ha habido casos como los de Máxim Huerta o Carmen Montón a los que se les invitó a dimitir por escándalos relativos a sus finanzas y su formación. Pero el presidente del Gobierno aprovecha crisis de Gobierno más amplias, con la excusa de dar un nuevo impulso al gabinete, para enmascarar ceses, como sucedió en 2021 con José Luis Ábalos. Sí es habitual que haya salidas cuando un ministro se marcha a otro destino.
Pero cesar a Marlaska sería como admitir que no se queda en un mero «error», lo que podría sepultar el discurso que lanza el Gobierno y lastrar el crédito internacional del presidente del Gobierno, que ha sido el líder europeo que más ha empujado y defendido la causa palestina. Por tanto, reducir la crisis a un «problema mínimo» no sólo no hiere más a Marlaska, sino que busca blindar el discurso y la credibilidad el propio Sánchez. Porque, además, el jefe del Ejecutivo presume, siempre que puede, de «estabilidad política». Cesar ahora a Marlaska sería entregar la cabeza que pide el PP y dar la razón a sus socios de Sumar, sobre todo IU, que hablan del «trágala Marlaska».
En La Moncloa también creen que ayudará a que esta crisis no vaya a más la convicción de que no tendrán que sufragar los seis millones del contrato para balas con la empresa israelí pese a la decisión de rescindirlo de «manera unilateral». Defienden que tienen cobertura legal que les daría la razón y que están «cubiertos» ante un previsible litigio. Interior defendió que hizo una consulta a la Abogacía del Estado, que desaconsejó romperlo porque dada la altura del proceso podría suponer una importante responsabilidad patrimonial.
La gravedad e incomodidad del asunto lo releva que la mayoría de ministros consultados este viernes por su compañero de gabinete optaron por pasar palabra. Tampoco hacer sangre de su colega. La ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez se limitó a dar por «resuelto» este asunto de los contratos, sin contestar cuando se le preguntó por la situación de Marlaska. Idéntica posición que el titular de Transportes, Óscar Puente, que esquivó balones defiendo el compromiso de España con la paz y el pueblo palestino. Algo más allá fue el ministro de Transformación Digital, Óscar López, para quien su colega es una «persona extraordinaria y un excelente ministro», «uno de los mejores ministros de Interior».
Curiosamente, quien hizo una defensa más cerrada de la permanencia de Marlaska fue Yolanda Díaz, líder de Sumar en el Gobierno, y desde cuya formación esta semana se llegó a pedir la dimisión. La vicepresidenta se mostró favorable a la continuidad del titular de Interior argumentando que ya se ha rectificado lo que era un «error grave».
Desde IU, aunque ya no piden su dimisión y señalan que se dio el «paso correcto» y «necesario» mantienen la tensión. Su ministra, Sira Rego, pone de relieve que hay una herida y una desconfianza latente y envió sendas cartas a Interior y Defensa para pedir «una auditoría de los contratos que estén suscritos o en curso» a efectos de «avalar y garantizar que todo esto queda cancelado y no se da otra situación similar». Insisten en que habrá que «supervisar y acreditar que esto se va cumplir y mantener». Porque para solventar esta crisis, PSOE y Sumar pactaron que todas las compras a Israel relativas a armamento «no se van a ejecutar».