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Sánchez fija en Palencia la capital de la 'resistencia'

Publicado: febrero 23, 2025, 1:07 am

Sánchez lo ignora, pero aunque lo supiese lo obviaría. La primera demostración de colaboracionismo la hicieron los socialdemócratas alemanes en los estertores de Weimar, cuando pactaron gobiernos municipales y regionales con el partido nacionalista, antecedente del partido nazi. Aquellos pactos fraguaron y naturalizaron la confluencia nacionalsocialista. Los socialdemócratas aseguraban repudiar al partido nacionalista, por eso, hipócritamente, limitaron sus acuerdos al ámbito local. El Zentrum criticó con dureza esa subordinación.

No se trata de hacer una injusta enmienda ahistórica y anacrónica. De hecho, antes, durante la Primera Guerra, los socialdemócratas aprobaron los Presupuestos del Zentrum pese a la presión de los comunistas. Rosa Luxemburgo, que ya denunció la «traición» de Bernstein por negar el materialismo histórico, puso de nuevo el grito en el cielo: los socialistas renunciaban a la emancipación del proletariado y al socialismo internacional y se decantaban por la independencia nacional. Para frustración de Luxemburgo, la Guerra daba una oportunidad a la revolución y los socialistas escogieron usarla como mecanismo de expansión del capitalismo y vincular espuriamente los propósitos socialista y nacional.

Según Luxemburgo, la socialdemocracia pudo erigirse en faro de la Humanidad «en medio del torbellino enloquecido del colapso» y escogió la servidumbre del capital. La lamparita socialdemócrata la enciende e iza hoy Sánchez, inopinadamente alzado contra el fascismo en la procelosa confluencia Putin-Trump. El otro destacado socialista europeo, Scholz, declina en vísperas electorales. Sánchez se yergue torvo y fingido. Usará mañana a Zelensky de nuevo contra Feijóo. Sánchez no lidera causas, inicia reyertas.

Sánchez se guía por una máxima inversa: quien consiente lo más acepta lo menos. Por eso, cuando convirtió el 41º Congreso del PSOE en un aquelarre de purificación, exaltación de su retórica, modos y proceder y apoteosis del mesianismo plebiscitario, la invasión y conversión de los territorios en pírricas sucursales se ha ejecutado con pasmosa y estremecedora sencillez. Sánchez no fue a Palencia a respaldar a Martínez, sino a darle un mandato: «Tu causa soy yo y mi bandera». Con su impúdico exceso, parloteando ignoto sobre «colaboracionismo», Sánchez fija la agenda narrativa del soriano Martínez. Quién le iba a decir al esforzado alcalde numantino que Sánchez lo elevaría a lugarteniente de la resistencia.

En su mejunje retórico, Sánchez incurre en notorias falsedades y ramplonas dislocaciones. Desmentirlas distrae de lo esencial: la ignominia de nuestro petit Carlomagno en su lucha contra los nuevos bárbaros no consiste tanto en mitinear bravo y grandilocuente… en Palencia, sino en parasitar a Zelensky en su braceo cotidiano.

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