Publicado: agosto 20, 2025, 1:07 am

«Dé la orden de desalojar los pueblos». Óscar Fernández, alcalde de una mancomunidad de nueve localidades en el Parque Regional de Riaño y Mompodre, recibió ese mandato claro por parte de Delegación del Gobierno de Castilla y León el pasado jueves 14.
«Y, bueno, yo transmità la orden… Pero me quedé, y menos mal que centenares de personas se quedaron también, e incluso muchos otros vinieron a ayudar. Porque si no, de los cinco pueblos que nos obligaban a desalojar, al menos dos, Portilla seguro, ahora mismo estarÃan completamente quemados», dice a EL MUNDO el regidor, que gobierna el lugar desde hace año y medio por Unión del Pueblo Leonés (UPL).
En la tarde del pasado lunes, decenas de ciudadanos en zonas rurales se afanaban en cortar matojos, ramas y arbustos en torno al propio Riaño, en una imagen que salió en todos los telediarios como ejemplo de solidaridad vecinal.
Lo que hacÃan era totalmente ilegal. Y lo era «porque al monte no le podemos tocar ni una hoja», cuenta Raúl, ganadero. «Los forestales te crujen por lo que sea, no puedes hacer nada», se refiere a otro de los temas centrales: lo que desde algunos ámbitos se califica como «excesivo proteccionismo» medioambiental, que «acaba siendo contraproducente», explica a EL MUNDO Juan Luis Delgado, ganadero en Salamanca y delegado de la asociación agraria Asaja.
Miles de ciudadanos de pueblos del noroeste de España se han visto obligados a desoÃr a las autoridades y vulnerar la ley en la última semana para proteger sus casas, sus entornos y sus vidas del fuego.
En un tiempo de intensa desconfianza en las instituciones, y con los extremismos que repiten que «sólo el pueblo salva al pueblo» al alza, la insumisión ha sido también el estribillo con que la ciudadanÃa ha enfrentado la amenaza del fuego, con las autoridades desbordadas y eventualmente lanzándose los trastos a la cabeza. He aquà algunos ejemplos de dicha desobediencia.
Negativas a desalojar
«Si no llega a ser por el ejemplo de Portilla, igual la gente deja sus casas y al final tenemos varios pueblos quemados enteros», dice Óscar Fernández. «Pero pasó al revés: casi nadie quiso dejar su casa, el ejemplo cundió y gracias a eso aquà seguimos». El regidor explica cómo la ‘manta corta’ de medios -«hasta que llegaron bomberos de Madrid y el PaÃs Vasco estábamos muy desprotegidos»- estuvo a punto de dejar al Parque Regional de Riaño solo ante el fuego. «Nos decÃan que nos fuéramos, y yo entiendo que las autoridades, cuando no pueden garantizar tu seguridad, te digan que debes irte… Pero para eso estamos nosotros también, para cuidar lo que es nuestro, ¿no? Si ellos no pueden, es lógico que la gente quiera hacerlo».
Desbrozar
«El campo está como está porque no nos dejan ni tocarlo». La cita se podrÃa atribuir a todos los protagonistas de este reportaje, y se repite como un mantra en todas las zonas quemadas: el Seprona y los forestales «nos multan a la mÃnima», dice Raúl. Que remata que no se premia tener el campo «más o menos limpio, te subvencionan igualmente, luego la gente no lo cuida». La asfixia económica, verdadera causante de la despoblación, y por tanto del campo listo para arder, hace acto de presencia: «Por ejemplo», dice Juan Luis Delgado, «sólo te dejan cortar ramas de no más de 15 centÃmetros de diámetro. Eso hace que ya no sea rentable hacerlo, porque la madera apenas se puede aprovechar, luego no le sale rentable hacerlo a quien se lo contratas. Qué sucede entonces: los árboles se secan, porque no los puedes podar, y se mueren. Y cuando llega el calor son el combustible perfecto». Sigue Delgado: «Pasa igual con las malezas, con todo: te dicen que no puedes tocarlas porque el pájaro tal anida ahÃ, pero cuando viene el fuego se carga ese árbol y todos los demás. El conservacionismo a ultranza mata al monte».
Quemas selectivas y contrafuegos
A falta de equipos de extinción, los ciudadanos se han puesto a realizar contrafuegos para defender sus pueblos, aprovechando los cambios de viento. Un contrafuego es lo que se llama un fuego defensivo, que va contra el que se quiere contrarrestar, dejando tras de sà tierra quemada que ya no podrá arder. Ignacio, alcalde de Valverde de la Sierra, en Riaño, asume que se han tenido que hacer «para proteger los pueblos, pero aún asà se han hecho con mucho miedo, porque el temor a los forestales es grande: en nuestro pueblo, por ejemplo, me han contado que al inicio de los incendios varias personas subieron al monte con máquinas desbrozadoras y la Guardia Civil les amenazó con denunciarles». Los dos alcaldes consultados para este reportaje señalan que el criterio para permitir quemas selectivas es «absolutamente restrictivo», lo que impide que, como dice el adagio, los incendios del verano se puedan ‘apagar’ en el invierno anterior. Desde Asaja se señala que «hay que tener mucho cuidado con permitir quemas de matojos y el riesgo que ello comporta», pero a la vez señalan que «la negativa total, a ultranza y sin matices es una bomba para el campo, como estamos viendo», dice Juan Luis Delgado.
Cortafuegos
Cuando han dispuesto de la maquinaria adecuada, los vecinos de Orense, Zamora y León han trazado cortafuegos para proteger sus pueblos sin esperar a que las autoridades llegaran siquiera. El fracaso de las instituciones ha sido palmario en algunos casos. El alcalde de una localidad gallega admitÃa el lunes pasado ante las cámaras de Cuatro que la diputación de turno le habÃa aprobado la subvención para trabajar los alrededores de su pueblo… en agosto. En Riaño, quien ha podido ha protegido sus casas protegiéndolas de esta forma. «Hemos intentado también abrir caminos viejos, que ya no estuvieran en uso», dice el regidor de Valverde del Camino, «y tampoco nos han dejado… Es un control absoluto que acaba estrangulando».
En esa lÃnea, el alcalde de Boca de Huérgano, en León, suma otra reflexión: «Eso sÃ, intentas hacer cualquier cosa turÃstica para generar algo de actividad, y no te dejan. Intenté hacer un paseo por el monte en bicicleta: te ponen un lÃmite de 50 personas, sin argumentarlo de ninguna forma. Es un prohibicionismo ciego, sin motivación, una cosa estúpida. Todos queremos mantener el monte vivo, pero esto no es ecologismo: es estupidez».