Publicado: octubre 28, 2025, 12:07 am

Podemos imaginar un dÃa en el que ni Pedro Sánchez ni Carles Puigdemont sigan en primera lÃnea de la polÃtica. Cuesta más imaginar un dÃa en el que la división entre derechas e izquierdas en España no esté distorsionada por la cuestión nacionalista. Desde que CiU y PNV se hicieron con la hegemonÃa en sus respectivas regiones, las perspectivas sobre la relación entre individuo y sociedad, o entre Estado y actividad económica, solo han tenido un peso relativo a la hora de determinar quién pactaba con quién; las reivindicaciones nacionalistas también han ejercido un papel fundamental. La consecuencia más clara de ello es que, en muchas ocasiones, los nacionalistas «de derechas» han podido -e incluso han preferido- cooperar con los socialistas en vez de con el PP. No es solo algo de ahora: PNV y CiU apoyaron la última investidura de Felipe González antes de hacer lo mismo con la primera de Aznar.
El proceso separatista -junto con una de sus principales consecuencias: el despegue de Vox- exacerbó esa distorsión, al volver imposible cualquier acuerdo entre PP y nacionalistas catalanes. Por otra parte, que Sánchez sà se prestara a ese tipo de pactos provocó un fuerte rechazo hacia el PSOE entre muchos ciudadanos que no eran necesariamente conservadores. La decisión del Congreso actual de investir al socialista, en vez de a Feijóo, también nos recuerda que partidos como PNV y Junts suelen considerar más importante la agenda nacionalista que la conservadora.
En la polÃtica española, en definitiva, la cuestión nacional lleva mucho tiempo haciendo extraños compañeros de cama. Conviene recordarlo al analizar la anunciada «ruptura» de Puigdemont y de Junts con el Gobierno. Los independentistas dicen estar hartos de los incumplimientos de Sánchez; la mayorÃa de análisis, sin embargo, apuntan hacia el castigo que Junts estarÃa sufriendo en las encuestas por su apoyo al Gobierno. Pero la pregunta que no se termina de responder es: ¿qué aspecto del Ejecutivo de Sánchez resulta tóxico para Junts? ¿Que sea el Gobierno de España, o que sea un Gobierno de izquierdas?
Esta duda planea también sobre el papel que se otorga a Aliança Catalana, el partido que está atrayendo a muchos votantes de Puigdemont. Se suele señalar que sus simpatizantes no están tan interesados en la agenda independentista como en temas más propios de nuestro tiempo: la inmigración, la seguridad, la vivienda. Pero, si esta fuera la única explicación de su auge, la respuesta a los apuros de Junts estarÃa clara: apoyar una moción de censura y un nuevo gobierno de PP y Vox. Un Gobierno que impulsara polÃticas de mano dura en inmigración y en seguridad ciudadana, que desregulara la construcción de vivienda nueva … y que cerrara, asÃ, el paso al crecimiento del partido de Silvia Orriols. Si Puigdemont no apuesta por esta vÃa, es porque quizá los cambios no sean tan profundos como parece. La sociedad y la polÃtica catalanas habrán cambiado desde 2017, pero hay amplios sectores que siguen siendo nacionalistas primero, y después todo lo demás.
Esto nos lleva a dos dudas razonables que no logra disipar el anunciado paso de Junts a la «oposición». Si, después de las próximas elecciones generales, Puigdemont volviera a tener en su mano investir tanto a Sánchez como a Feijóo, ¿no es más probable que apostase nuevamente por el socialista? Y si, vuelco en Cataluña mediante, no fuera el prófugo sino Orriols quien se encontrara en esa situación, ¿no elegirÃa lo mismo?
