Publicado: marzo 7, 2025, 3:07 am

Fuimos muchas. De golpe y porrazo. Abuelas, hijas, nietas. La tarde del 8 de Marzo de 2018 en las calles del centro de Madrid nos apiñamos cientos de miles de personas. Llegó ese momento que indica que una manifestación ha sido un éxito rotundo. Estábamos clavadas al suelo. No se podía andar, ni avanzar. La sorpresa de vernos allí a todas era superior a la claustrofobia. El 8-M de 2018, las mujeres españolas -también muchos hombres- hicieron historia y así lo reflejaron los medios españoles e internacionales. El movimiento surgió como de la nada. Hasta ese día, las manifestaciones del 8-M se limitaban a las organizaciones feministas más comprometidas de los partidos de izquierda y los sindicatos. La noticia de 2018 fue, y lo sigue siendo a pesar de todo, que las cientos de miles de mujeres que salieron a la calle eran de todas las ideologías, de todas las clases sociales, de todas las edades. Yo nunca había ido a ninguna manifestación del 8-M y fui, las presentadoras de televisión nunca habían hecho huelga ese día, y la hicieron. Las más jóvenes, llevadas solo del entusiasmo, contagiaron a las demás y así fue cómo se produjo el último gran movimiento de masas que se ha producido en España y en el mundo. Sin que nadie lo estuviera esperando, las mujeres reclamaron su lugar en la calle, su voz en el debate público y recordaron que la igualdad es más que una palabra y más que un Ministerio.
¿Qué fue de aquel entusiasmo contagioso al que nadie podía resistirse? Aquella emoción aparece marchita, mustia, como una luz que palidece. Sólo han pasado siete años, pero la ilusión se ha avejentado como si hubiera cumplido décadas.
Hay muchas razones para este agotamiento del fenómeno que asombró al mundo y nos maravilló a todas. Muchas de las personas encargadas de gestionar aquel entusiasmo lo tiraron por la borda. El Ministerio de Igualdad del Gobierno más feminista de la historia no fue lo que aquel movimiento transversal esperaba ni se comportó con la responsabilidad que exigía el tiempo de las mujeres.
Las mujeres han pedido paso y eso ya no tiene vuelta atrás. En las casas, en las familias, en las escuelas, en las empresas, en la política, ni en la economía, en la investigación. En todas partes hay mujeres dispuestas a ocupar su lugar en el mundo y a recordar la realidad.
Mujeres como la Premio Nobel Claudia Goldin, especialista en el estudio del largo viaje de las mujeres hacia la igualdad, que ponen el dedo en la llaga de las mujeres del presente.
«Aunque hayamos alcanzado una era de paridad entre hombres y mujeres sin precedentes, en algunas cosas todavía parecemos estar en la Edad Media. Nuestras estructuras de trabajo y de atención a los demás son reliquias de un pasado en el que sólo los hombres gozaban tanto de una carrera como de una familia. Las mujeres siguen sintiéndose estafadas, se ven relegadas en sus carreras. ¿Estás dispuesta a abandonar una carrera ambiciosa para tener hijos? Si no lo estás, ¿quién responderá a la llamada angustiante de la enfermería de la escuela?».