Publicado: agosto 10, 2025, 1:07 am

El emir Abderramán I mandó construir una mezquita en la basílica visigoda de San Vicente en Córdoba. No la ocupó por la fuerza: la adquirió a cambio de cien mil dinares. Corría el año 785 y tras su terrible y largo peregrinaje hasta la ciudad vieja romana, el fundador de la dinastía omeya encontró allí el lugar donde al fin reposarían sus huesos y los de sus descendientes.
Años después, la mezquita se ensanchó gracias al patronazgo de Abderramán II. Pero fue Alhakén II, hijo del autoproclamado califa Abderramán III, quien asumió la más valiosa, rica y sublime de las ampliaciones, aquella que levantó el mihrab de aliento bizantino, flanqueado por otras dos capillas que miran hacia la macsura.
Entre 987 y 988 Almanzor llevó a cabo la tercera y última de las ampliaciones de la mezquita, la más extensa de las acometidas. Es en esta zona donde produjo el incendio declarado el viernes por la noche.
La Mezquita-Catedral de Córdoba tiene una superficie de 23.000 metros cuadrados, 13.000 de ellos cubiertos por el templo hispanomusulmán y la catedral católica. Solo se ha visto afectada un área de unos 50 metros cuadrados, aunque el humo haya ennegrecido los techos y la bella doble altura de columnas, metáfora de un frondoso palmeral bicolor.
El fuego se desató en la mezquita de Almanzor, el caudillo que gobernó bajo el califato del pusilánime Hisham II, hijo del sabio Alhakén II, hasta que la muerte del guerrero desató la cruenta guerra civil que provocó el estallido de las taifas. El área de Almanzor está perfectamente delimitada: en lugar del mármol de la primitiva mezquita y sus dos ampliaciones, el suelo es de baldosas rojizas para señalar el menoscabo estético.
La capilla de la Anunciación está ahora sin techo alguno, pero su retablo apenas ha sufrido daños. Las llamas no alcanzaron la capilla del Espíritu Santo, la más valiosa del lado este, obra de Hernán Ruiz II, el arquitecto que en aquel tiempo ensayaba en la cercana iglesia de San Lorenzo la cubierta que con los años remataría la Giralda de Sevilla. Fue un milagro que el obispo emérito Demetrio Fernández González achaca a Dios y a San Rafael Arcángel, custodio de Córdoba.
En todo caso, la participación de los bomberos en este milagro no ha sido escasa y ahora el cuerpo local sabe más y mejor cómo encarar sucesos dramáticos de esta naturaleza. Los dos incendios anteriores en la Mezquita-Catedral datan de 1910 y 2001, este último en la zona de archivos.