Publicado: junio 4, 2025, 4:07 am
Leire Díez ha convocado este miércoles su primera «comparecencia pública» nueve días después de que se empezaran a publicar noticias acerca de su búsqueda de material comprometido sobre los mandos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que investigan las causas judiciales que afectan al entorno del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a cambio de favores. Lo hará despojada ya del carnet de militante del PSOE, al que renunció la víspera tras declarar durante dos horas en la sede de la calle Ferraz de Madrid en el marco del expediente informativo que se le había abierto por estos hechos sin aplicarle ninguna medida cautelar.
Tras asumir su renuncia como afiliada, que podría haber sido pactada, la ex directora de Filatelia en Correos solicitó hablar con Santos Cerdán. De ahí nace la primera pregunta que debería responder. Y de ese relación con el secretario de Organización de los socialistas se desprenden muchas más. ¿Por qué planteó esa petición? ¿Fue él quién le encomendó alguna tarea, ya que tenían alguna relación previa? Sobre el número tres del partido afirmó en una conversación desvelada por EL MUNDO el pasado jueves: «Santos no va a caer, tiene toda la confianza» de Sánchez.
La gran duda es si Leire Díez actuaba en nombre de alguien, ya que sí hablaba por «los de arriba en el Gobierno» o valoraba lo que era «bueno para el PSOE». Así consta en las actas de sus reuniones con el comandante Rubén Villalba, imputado en el caso Koldo, escritas por su interlocutor en las que habría sugerido conocer informaciones comprometedoras y llegar a pedirle ayuda para que el empresario Víctor Aldama, considerado el «nexo corruptor de la trama», no siga tirando de la cuerda» y lograr que «bajo ningún concepto puedan salir determinadas informaciones». ¿A quién afectaba? ¿Sobre qué versaban?
El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.EFE
El objetivo de la considerada como fontanera de Ferraz era «destapar a la UCO» para acabar con las investigaciones sobre el PSOE y, especialmente, sobre el entorno del presidente, ya que ese cuerpo de élite está también tras las pesquisas sobre su esposa, Begoña Gómez, y su hermano, David Sánchez. Afirmó que «los de arriba» se habían «planteado ir contra toda la Guardia Civil, como un elefante en un cacharrería para mover los cimientos», pero ella «lo frenó» y pidió «ser selectivos y quitarse los elementos subversivos».
Aunque en su conversación con Villalba en un restaurante del municipio madrileño de Leganés citó a históricos de la Benemérita como el teniente coronel Antonio Balas, el oficial Manuel Sánchez Corbí, el ex agente Juan Vicente Bonilla y el coronel Francisco José Vázquez –Pape-, además del comandante Alberto Redondo o los coroneles Rafael Yuste e Ismael Abad, no aportó ninguna prueba. ¿Tiene alguna evidencia contra ellos? Ésa es otra de las dudas mayúsculas que ha dejado abierta antes de su renuncia al PSOE.
Además, llegó a afirmar que tenía «constancia de que hay mandos de la UCO que han recibido pagos de empresarios». También dijo, de nuevo sin fundamento más allá de su palabra, que esta unidad lanzó un «sistema ilegal de escuchas». Ahí veía una brecha para hacer caer las investigaciones contra el partido de Sánchez.
Su plan para acabar con el cuerpo de élite de la Guardia Civil pasaba por una lucha entre cuerpos de seguridad. «Me ponen a la Policía para destapar a la UCO», decía. ¿Quién se lo habría ofrecido? Igualmente, ¿quién le ofrecía que su interlocutor, Villalba, se convirtiese en «asesor de la directora general de la Guardia Civil»?
¿Reportó a alguien?
De hecho, eso introduce otra de las grandes incertidumbres que ha dejado como rastro de sus ocho días de celebridad, desde la primera información en El Confidencial pasando por la tres entregas en portada de EL MUNDO. ¿Reportó a alguien sobre el contenido de sus reuniones? Porque de lo publicado por este periódico el pasado domingo incluso se desprende que tenía contacto con socios del Gobierno.
A ellos les trasladó mensajes como: «O limpiamos todo esta legislatura o pedimos asilo en Taiwan«. Su hoja de ruta pasaba por desvelar informaciones comprometedoras. «Hay que detonar la próxima semana», proclamaba a la espera de filtraciones contra la UCO que nunca pareció consolidar con datos.
Leire Díez no quiso habar ni antes ni después de entrar el martes en la sede del PSOE. «No voy a decir nada y voy a seguir sin decir nada», advirtió a su llegada, todavía como militante. La convocatoria a la prensa de este miércoles bajo el formato de «comparecencia pública» deja en el aire la duda de si responderá a preguntas o se limitará a leer una declaración.
En un mensaje de WhatsApp enviado el pasado viernes a un chat con un centenar de afiliados de Cantabria, como era ella, explicó que sólo estaba haciendo una «investigación» y que quería «compartirla» cuanto antes para que «se disipen las dudas» sobre su papel en una supuesta operación contra la UCO. «Lo único con lo que duermo todos los días es con mi conciencia y procuro que esté tranquila. Hasta ahora lo he conseguido y voy a seguir así», aseguró en esa intervención.