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Por qué Vox va a seguir subiendo

Publicado: septiembre 3, 2025, 1:07 am

Actualizado Miércoles,
3
septiembre
2025

00:07

Por decirlo pronto y en la mano: qué bochorno, qué espectáculo, qué deriva. Y qué miedo. Abandonemos toda esperanza: la convulsión política de los dos últimos años va a ir a peor en este nuevo curso, que trae una pinta así como huraña y cochambrosa. El choque de cuernas institucionales de agosto entre el PP y el PSOE, con los incendios como nuevo campo de batalla, ha certificado la quiebra grave -aunque no definitiva- de la concordia institucional, que es una cosa muy rimbombante pero fundamental, porque ejerce de pilar de carga de nuestro edificio democrático.

La crisis de los incendios define muy bien este momento antipolítico y hooligan, porque ha dejado al descubierto las estrategias de los grandes partidos. Todos hemos podido comprobar que ahora el relato va dos pasos por delante del servicio público: la culpa siempre es de otro. Trump va calando. Ni el PSOE ni el PP saben ni quieren salir de la inflamación frentista. Prefieren destruir al rival a seducir a sus votantes. O a sumar fuerzas.

Ése es el gran error: hablar para los súper convencidos, para los muy cafeteros y muy ideologizados. Desvirtualizar y amplificar la crispación tuitera por miedo a perder la posición o, peor, para no aparentar debilidad. La política, ahora sí que sí, se ha convertido en una religión contemporánea, como predijo Steiner. Es el signo de los tiempos: cada vez más gente pasa de tener que ver para creer a creer para no tener que ver. Por eso sube Vox, con la inestimable ayuda de Sánchez y de Feijóo.

Reducir la catástrofe de los incendios a un conflicto competencial es un verdadero insulto a quienes sufrieron la devastación del fuego. Que los barones del PP no pidieran la emergencia nacional y que el Ejecutivo no la activase motu proprio es la guinda de esta deriva de desprecio a la institucionalidad. Eso sí, cada uno con su porcentaje de culpa en el pesaje de las responsabilidades, sin equidistancias que valgan.

Por eso también sube Vox. Abascal sigue pescando en la ciénaga maniquea de los bloques y naturaliza un odio de triple destilación con el que ya le roba un millón de votos al PP y supera de nuevo el 15% en las encuestas. Si populares y socialistas se empeñan en trasladar la apariencia de que el sistema de coordinación entre las autonomías y el Gobierno no funciona, y encima se envenenan los pozos los unos a los otros, como diría Antonio Lucas, Vox se carga de razones y de votantes. Y acaricia un gatito. Los sueños húmedos de la antipolítica se le van cumpliendo sin apenas esfuerzo.

Siento dar yo la mala noticia de que la extrema derecha va a seguir subiendo. Lo va a hacer porque ha conseguido marcar la agenda de la derecha con tres ideas-fuerza que antes se repudiaban en la conversación pública, por falaces y burdas, y que ahora cuelan y calan: el miedo a la inmigración, el negacionismo de los esfuerzos por el clima y la demolición de las crujías del Estado de las Autonomías como solución de nuestros males territoriales.

Todas las estrategias giran en torno a Vox. El PP endurece su discurso migratorio, de seguridad, de okupación y rural para competir con Abascal en su terreno. Y si el Gobierno se mantiene es gracias a que el cordón sanitario a Vox activa la lógica de resistencia común de los socios del PSOE. Nadie quiere quedar señalado como culpable de que la ultraderecha entre en la ecuación de gobernabilidad. Eso, paradójicamente, también engorda a Vox.

La ansiedad electoral también da votos a Vox. Si al electorado duro le dices todas las semanas que la legislatura está a punto de terminar, pero van pasando los meses y la legislatura sigue y sigue -y más que seguirá-, a muchos electores de la derecha les sobreviene la frustración, agotados de esperar el fin. Y eso da votos a Vox. La testosterona de patio de colegio de políticos y periodistas en las redes sociales le da votos a Vox. ¿La política de las tripas? Efectivamente, también le da votos a Vox. Y la estrategia del muro de Sánchez. Y tanto que se los da.

Lo que no le da votos a Vox es la adhesión faldera de Abascal a Trump. Ni su antieuropeísmo. Ni la multa de 800.000 euros del Tribunal de Cuentas por financiación irregular. Ni la pasta húngara, ni su entrada, de la mano de Orban, en el campo gravitacional de Putin. Ni su deserción de los gobiernos regionales, a las primeras de cambio y con sus propios consejeros en contra. Y sin embargo, Vox no para de recuperar terreno porque es el que emite con más claridad su mensaje en la nueva frecuencia de la crispación política española. Por eso seguirá creciendo. Poco a poco, con su techo, pero creciendo.

En fin, que no habrá pacto de Estado ni contra la emergencia climática, ni contra los incendios ni mucho menos contra la deriva antipolítica que encarna Abascal. Porque Sánchez ya no es creíble en su oferta de grandes acuerdos y porque el PP no se lo puede permitir frente a un Vox que le ha abierto un butrón enorme por el flanco de los indignados.

Ah, por cierto, el pacto de Estado de PSOE y PP también le daría votos a Vox. Y sin embargo…

La deriva de la crispación: «Sólo nos falta pegarnos»

Mientras Vox crece en las encuestas con la ayuda del bipartidismo, el desencuentro de PP y PSOE aumenta. «Ya sólo nos falta pegarnos», zanja cabizbajo un ‘popular’. Y así varios dirigentes de ambos partidos: «¿Qué necesidad había de hacer política con los fuegos?». «En el caos pesca Vox». «Cada vez tiene más votos Vox y más que va a tener». «Si Vox engorda, Feijóo se aleja de La Moncloa». Etc. Todo esto compromete su futuro. Porque la correlación de fuerzas no siempre seguirá igual, y llegará el día en que a las CCAA del PSOE les interese la ayuda de un Gobierno del PP.

A la espera de Nadal… y de novedades de Montoro

El PP comenzó el lunes el curso con una reunión de toda la cúpula directiva, menos uno: Alberto Nadal. El nuevo vicesecretario de Economía se va a incorporar «en los próximos días». Podría ser incluso esta misma semana. Será entonces cuando despache con Feijóo las principales propuestas económicas del PP para este periodo de sesiones, justo en el momento en el que más se habla de los Presupuestos. Hay que recordar que Nadal fue secretario de Estado de esa área. Y lo fue con Cristóbal Montoro, en la diana de la corrupción. Pero en Génova se dicen «muy tranquilos».

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