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Podemos se lanza a por dos millones de votos de Sumar con el nuevo 'No a la guerra'

Publicado: abril 12, 2025, 1:07 am

«Volver / con la frente marchita», suena en el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo de Madrid, «que veinte años no es nada / que febril la mirada / errante en las sombras / te busca y te nombra». La canción, con la voz de Estrella Morente, pone la música al quinto congreso de Podemos y también apuntala el mensaje de que esta fuerza política quiere regresar a lo que un día fue. Un partido pujante y hegemónico en el espacio de la izquierda alternativa, capaz de condicionar la vida política y la agenda. «Vivir / con el alma aferrada / a un dulce recuerdo / que lloro otra vez».

Efectivamente, Podemos tiene el «alma aferrada» a un «dulce recuerdo». El de los votos. Pronto se cumplirán 10 años de aquellos históricos 5,2 millones que consiguió en su primera participación en unas elecciones generales. Que hicieron temblar el sistema político español y que tanto miedo despertaron en el PSOE. Aquel Podemos que surgió de Vistalegre empujado por miles de fieles para «asaltar los cielos» se parece en muy poco al actual que reunió ayer a cientos en la Casa de Campo, y que arrancó con un grito ilustrativo por parte de los presentadores de lo que es hoy: «Seguimos vivos y en pie».

Podemos aún conserva la épica y el magnetismo de algunos líderes pero está en un nuevo ciclo para recuperar el trono de la izquierda que entregó a Sumar y Yolanda Díaz. La manera de disputárselo y arrebatárselo a su ahora archienemiga es la pelea identitaria y la guerra cultural. Podemos sale hoy de esta asamblea atrincherado en la esquina del tablero, desde donde resurgir con las esencias más ideológicas de la «indómita» y verdadera «izquierda».

La nueva vida de Podemos pasa por Volver, como se titula la canción, a por los votos que le den la autoridad política, moral y social para desafiar el liderazgo de Díaz y reclamar la primacía del espacio. El camino elegido no es otro que profundizar en un repliegue identitario para conectar esa población que se siente muy de izquierdas y a la que apela Ione Belarra e Irene Montero llamando a «recuperar el orgullo» de lo que es la izquierda, «de lo que defiende y de cómo se organiza». Para conseguir ese reto y abrirse un espacio propio que garantice su superviviencia en medio de la incertidumbre, Podemos ha encontrado un leitmotiv a exprimir: liderar un nuevo frente que emule el No a la guerra. Es, en palabras de las dirigentes moradas, construir un frente social «por la paz» que se oponga al «régimen de guerra» en el que Pedro Sánchez y la Unión Europea quieren embarcar a España a golpe de aumentar el gasto militar para hacer frente a la amenaza de Rusia.

Sin duda, ahí hay un nicho importante de votantes de esa izquierda «indómita». Yuna oportunidad evidente porque su gran rival por la hegemonía del espacio, que es Sumar, tiene que «cabalgar contradicciones» -como diría Pablo Iglesias– por tener que lidiar con estar en contra del rearme pero al mismo tiempo, con pertenecer a un Gobierno como parte minoritaria que ha comprometido su palabra a disparar la inversión en seguridad y defensa. Díaz tiene las manos atadas para impedirlo. Como mucho puede presionar para que no implique recortes.

Hace un mes, el panel de Sigma Dos para EL MUNDO preguntaba a los ciudadanos por esto. «¿Cree que España debe acelerar el aumento del gasto militar ante la nueva situación internacional?». La mayoría de personas que votaron a Sumar en 2023 -entonces Podemos estaba dentro- se manifestó en contra. Un 62%. Frente a un 28,6% que estaba a favor.

Estos datos demuestran que Podemos se está lanzando estratégicamente a por una bolsa de votantes que alcanza casi las dos millones de personas que cogieron la papeleta de Díaz en las generales. Son prácticamente dos tercios de sus más de tres millones de votos.

Y desde la publicación de esa encuesta, a principio de marzo, hasta hoy, el crecimiento de ese nicho ha podido ir a más, debido a que también Sumar ha adoptado una posición de rechazo total a cualquier política de rearme, influido, como está, por la presión que están ejerciendo los sectores más antimilitaristas de la alianza, como es IU, aunque no sólo esta formación.

Pero Díaz tiene un problema. Se sienta en el Consejo de Ministros. Podemos, en cambio, puede hacer oposición desde fuera, con las manos libres para empuñar la pancarta. Precisamente, coger esa bandera y echarse a la calle es lo que está defendiendo Montero, que proclamada por Podemos como su candidata a las generales, quiere convertirse en la líder de ese nuevo No a la guerra y rentabilizarlo en las urnas.

La «defensa de la paz», el «régimen de guerra», la OTAN, las armas… Todo esa imaginario colectivo de la izquierda vuelve con fuerza a la espera de que se activen las grandes manifestaciones -ya se están produciendo movimientos para eso-. Y Podemos ya se prepara para subirse a esa ola y recoger a los nuevos indignados de estos tiempos. Conectó con los de 2015 de la crisis financiera y de la crisis del sistema político y la corrupción. Ahora quiere hacerlo bajo el nuevo espíritu antimilitarista.

La estrategia de resurgimiento de Podemos tiene una segunda pata: la impugnación de las políticas de Pedro Sánchez y la falta de «ambición» para hacer políticas verdaderamente «transformadoras». Es lo que denomina como «malmenorismo» y lo que significa es que hay un Gobierno «que no gobierna» y que hace política de «derechas», rehuyendo los temas. Este eje abre una era de un Podemos que hará más confrontación a Sánchez y que elevará el precio de sus cuatro votos en el Congreso. Son pocos, sí, pero son decisivos en muchas votaciones y eso hará que el nivel de exigencia vaya aumentar. Ha visto lo bien que le va a Junts y ahora se trata de reivindicarse frente a una izquierda representada por Sumar a la que menosprecia y a la que acusa de estar «subordinada» al PSOE.

El rearme y «poner en pie a la izquierda» son dos ejes de Podemos que amenazan claramente la gobernabilidad de Sánchez y que sumen la legislatura en más incertidumbre. Vuelve el Podemos contra todos.

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