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Pedro Sánchez utiliza el catalán contra el PP

Publicado: mayo 27, 2025, 10:07 pm

Hace tiempo que el catalán podría haber sido considerado lengua oficial de la UE. Reúne todas las condiciones: por su número de hablantes -unos 10 millones que la convierten en una de las lenguas más habladas de la UE sin reconocimiento oficial-, por su implantación territorial -Cataluña, Aragón, Baleares, Valencia, sur de Francia y Andorra- y por tener una de las grandes literaturas europeas: Pla, Carner, Sagarra, Guimerà, Riba, D’Ors, Margarit… Por tanto, si el irlandés (1,2 millones) o incluso el maltés (520 mil) y el finlandés (4,8 millones) son oficiales, el catalán también puede serlo. Otra cosa es que existan el consenso, el clima y la voluntad política en España y en Europa para ello.

Hecha esta aclaración, es evidente que la maniobra del Gobierno para conseguir la oficialidad del catalán, vasco y gallego en la UE, presionando a los Estados reacios con futuras represalias, tiene un origen y un fin espurio: amarrar el apoyo de Junts en el Congreso. Ni más, ni menos. A PedroSánchez, la suerte europea del catalán le importa solo en tanto que pueda sacar tajada personal. Es la lógica existencial del tahúr que le define.

El repentino catalanismo federalista de Sánchez, continuación de la divisoria «España plural» de Zapatero, es meramente instrumental. Sánchez entendió que la esencia del material con el que está construido el delirio nacionalista es simbólico y sentimental, y, en consecuencia, pensó que consiguiendo la oficialidad del catalán en Europa contentaría una de sus grandes obsesiones: la lengua como núcleo de la identidad catalana y tabla de salvación.

Especialmente en un momento en el que el independentismo está en declive, por hartazgo social y por la sustitución que está protagonizando Salvador Illa con su neopujolismo. Lo ha explicado bien el columnista Enric Vila, referente de la derecha identitaria: «La lengua es el absoluto de Cataluña, su valor existencial, el motor esencial de su política».

En este contexto mental, la oficialidad del catalán es una jugada interesante para Sánchez y peligrosa para Alberto Núñez Feijóo: si el socialista consigue su propósito, quedará como el presidente que más hizo por la «diversidad cultural»; si fracasa, convertirá su derrota diplomática en un arma arrojadiza contra el PP, presentándolo como una amenaza para el autogobierno, como ya hizo con mucha efectividad en Cataluña y el País Vasco en las pasadas generales. Dos comunidades en las que Feijóo debe mejorar mucho si quiere acercarse a la mayoría absoluta.

Horas antes de conocerse la decisión europea, la prensa catalana ya culpaba a la «derecha española» y, afligida, exclamaba «¡catalanofobia!». La trampa sanchista, pues, era tan clara que es difícil entender cómo Feijóo se ha prestado a aparecer, junto a los «patriotas» de Orban, como la mano que boicotea al catalán, vasco y gallego. Podía haber mantenido una posición discreta y poco comprometedora, ni en contra ni especialmente a favor, dejando que Sánchez se estrellara solo.

O, también, podía defender el reconocimiento del catalán, idioma de muchos votantes del PP o posibles votantes, evitando que Sánchez y los nacionalistas sigan patrimonializando esta lengua para utilizarla como elemento de imposición en Cataluña. En parte por la desidia cómplice del PP, aparentemente tan atareado hoy en frenar el catalán en Europa, cuando lleva décadas tolerando -eso hicieron Aznar y Rajoy– que en Cataluña se incumplan las sentencias que amparan el español. Respetar las leyes y la Constitución, ay, sí sería un duro golpe a los nacionalistas y sus socialistas cómplices.

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